Dicen que el amor es un concepto universal relativo a la afinidad entre seres y se interpreta como un sentimiento relacionado con el afecto y el apego. El amor es una virtud que representa toda la bondad, compasión y afecto del ser humano, y amar es la acción de dar amor. Amar es sentir cariño, es entrega y sentir a la otra persona, amar es gozar, es vivir, sin amor no hay vida.
Enamorarse no es amar, amar es eterno. Amar no siempre es un sentimiento recíproco, amar puede dar vida pero es peligroso cuando se transforma en odio y olvidas lo tanto que la querías, y en lo único que piensas es en perjudicarla. ¿Por qué? Porque quieren oprimir, dominar, porque son seres miserables sin sentimientos y con doble personalidad. En la calle se muestran exageradamente simpáticos y de puertas para adentro se transforman en seres despreciables sin educación ni respeto y sin pudor muestran la bestia que llevan dentro.
Ese tipo de energúmenos se creen el centro del universo: los más listos, los que se merecen todo y sin embrago son envidiosos, manipuladores, mentirosos con una lengua viperina que no saben más que proferir blasfemias, insultos y palabrotas. Son bichos que sienten satisfacción hiriendo y haciendo sufrir y tan cínicos que dicen que los malos son los que ellos pisotean y encima exigen que les pidan perdón. Estos personajes se dan en todos los estatus sociales y, aunque parece que abundan más entre parejas, también hay hijos e hijas que tratan muy mal a sus padres.
Estos días estamos denunciando a esos maltratadores patológicos que van por la vida con una careta amable. A esos narcisistas hay que descubrirlos y pedimos que caiga sobre ellos todo el peso de la Ley, porque no hay derecho a que nadie, para amedrantar y poder dominar, maltrate ni con palabras, ni levantando la mano y golpeando, eso es de cobardes. Ahora que la denominación ‘violencia de género’ no me parece muy acertada.
Sabemos que el varón se vale de ser más fuerte físicamente para avasallar: estos tipejos maltratadores son unas alimañas sociales a los que hay que marcar para que reciban el desprecio que merecen.
Con respecto a estos indeseables se han tipificado una serie de leyes para que reciban su castigo, pero sin embargo nos encontramos con sentencias indignantes que dice mucho del Juez que las dicta. Un Juez que dice que si un marido pega es porque algo habrá hecho ella, él solo se retrata. La última frase despreciable que hemos oído de un innombrable fue: «Las leyes y las mujeres están para violarlas» ¡Qué calidad de persona…!
Se habló mucho de una sentencia del juez del Olmo y alguien osó contestarle, recordamos la sentencia y la carta de una mujer.
Como algunos de ustedes recordarán, el que fue juez de la Audiencia Nacional, Juan del Olmo, ha dictado una sentencia en la que afirma que «llamar ‘zorra’ a una mujer no es delito, ni falta, ni nada, porque quien usa ese adjetivo en realidad lo que quiere decir es que dicha mujer es astuta y sagaz». Con base en ello, he aquí el escrito de una ciudadana:
Estimado juez Del Olmo: Espero que al recibo de la presente esté usted bien de salud y con las neuronas en perfecto estado de alerta como es habitual en Su Señoría.El motivo de esta misiva no es otro que el de solicitarle amparo judicial ante una injusticia cometida en la persona de mi tía abuela Felicitas y que me tiene un tanto preocupada.
Paso a exponerles los hechos:
Esta mañana mi tía abuela y servidora nos hemos cruzado en el garaje con un sujeto bastante cafre que goza de una merecida impopularidad entre la comunidad de vecinos. Animada por la última sentencia de su cosecha, que le ha hecho comprender la utilidad de la palabra como vehículo para limar asperezas, y echando mano a la riqueza de nuestra querida lengua española, mi querida tía abuela, mujer locuaz donde las haya, le ha saludado con un jovial «que te den cabrito».Se ha puesto como un energúmeno, oiga. De poco me ha servido explicarle que la buena de mi tía abuela lo decía en el sentido de alabar sus grandes dotes como trepador de riscos, y que en estas épocas de recortes a espuertas, desear a alguien que le den algo es la expresión de un deseo de buena voluntad.
El sujeto, entre espumarajos, nos ha soltado unos cuantos vocablos, que no sé si eran insultos o piropos porque no ha especificado a cuál de su múltiples acepciones se refería, y ha enfilado hacia la comisaria más cercana haciendo oídos sordos a mis razonamientos, que no son otros que los suyos de usted, y a los de mi tía abuela, que la despedía señalando hacia arriba con el dedo corazón de su mano derecha con la evidente intención de saber hacia dónde soplaba el viento.
Como tengo la esperanza de que la denuncia que sin duda está intentando colocar esa hiena (en el sentido de que es un hombre de sonrisa fácil) llegue a sus manos, le ruego, por favor, que intente mediar en este asunto explicándole al asno (expresado con la intención de destacar que es hombre tozudo, a la par que trabajador) de mi vecino lo que las palabras no siempre significan, y le muestre de primera mano esa magnífica sentencia suya en la que determina que llamar zorra a una mujer es asumible siempre y cuando se diga en su acepción de mujer astuta. Sé que es usted un porcino (dicho con el ánimo de remarcar que todo en su señoría son recursos aprovechables) y que como tal, pondrá todo lo que esté en su mano para que mi vecino y otros carroñeros como él (dicho en el sentido de que son personas que se comen los filetes una vez la vaca muerta) entren por el aro y comprendan que basta un poco de buena voluntad, como la de mi tía abuela Felicitas, para transformar las agrias discusiones a gritos en educados intercambios de descripciones, tal y como determina usted en su sentencia, convirtiendo así el mundo en un lugar más agradable.
Sin más, y agradeciéndole de antemano su atención, se despide atentamente, una víbora (evidentemente, en el sentido de ponerme a sus pies), enviándole mis más respetuosos saludos a las zorras de su e… y m…
Esta carta está cargada de ironía pero se percibe la herida de la ofensa. Estoy segura que muchas mujeres con sentencias de este tipo nos sentimos ofendidas y firmábamos esta carta, porque quien no se hace respetar no se le respeta…
Dijo Pitágoras: «Educa a los niños y no será necesario castigar a los hombres». Yo soy de la generación del «por favor» y el «gracias», del respeto a los padres, a los mayores, a los profesores y autoridades, de pedir permiso, de saludar, de amar a las personas por lo que son y no por lo que tienen o por lo que me dan… No entiendo las relaciones sin respeto y agresivas, eso es de seres inhumanos sin sentimientos, que cegados por el ser irracional que llevan dentro se vuelven peligrosos para aquellos a quienes tendrían que amar…
Dicen que «Hay amores que matan, hay cariños que duelen…» No, quién ama no daña, quien ama te entrega lo mejor de su ser, te protege, te cuida y te mima. No nos dejemos engañar por falsos amores. «A veces es bueno cerrar algunas puertas… No por orgullo, ni soberbia sino porque ya no llevan a ninguna parte…»
«Lucha siempre por lo que quieres. Aprende a valorar lo que posees. Conserva con amor lo que tienes. Trata de olvidar lo que te duele y, sobre todo, busca, porque cuando nada esperas todo llega…»
Fotografía: Zoe Campbell, cc.
No hay comentarios :
Publicar un comentario