Los que se apegan al mundo
tienen más dolor y llanto.
No viven con esperanza
y sus días van quemando.
Los que viven en el Espíritu
tienen fuerza en las alas,
para remontar el vuelo
al despertar la mañana:
Tienen frente un horizonte
y un camino iluminado.
Un abrazo que le espera.
Los senderos alumbrados.