Hija de Margarita y de Froilán, (las personas más maravillosas de la tierra) hago la número cuatro de una familia numerosa.
Nací a mediados del siglo pasado en la cumbre de Gran Canaria, en un pueblo que se llama Juncalillo...
Juncalillo de mi amor
te querré hasta que muera.
te querré hasta que muera.
Juncalillo de Gáldar es el punto más alto del reino de los Guanartemes, yo digo que las cuevitas blancas del lugar son las perlas que adornan la corona del municipio de Gáldar.
He de confesar que nací en el momento y lugar ideal. Un lugar hermoso con gente de bien. Disfrutábamos de un bello paisaje gracias a los largos inviernos fríos y lluviosos. Mi rincón cumbrero era un vergel, el lugar más bonito del mundo…Todo verde, el agua corría por los barrancos y las orillas llenas de juncos, berros y cañaverales. Me crie arropada por el Pinar de Tamadaba, con el sonido del agua, cantos de pájaros, olor a hierba y mil flores, respirando aire puro bajo un cielo estrellado. Recuerdo que cuando nos mudamos a la capital, una noche mirando al cielo le dije a mi madre: «¡Mamá, aquí no hay estrellas!».
Estoy orgullosa de mis raíces y de mi cuna. Orgullosa de mis padres y de mis gentes. He tenido la suerte de criarme en medio de la naturaleza, corriendo libremente cortando el aire y dejando tras mis pies una estela de polvo, porque he vivido en contacto con la tierra. He podido comprobar el milagro de la tierra; ver como enterrando un grano de millo crece una planta muy alta que ofrenda varias piñas. Ver como los árboles se llenan de flores que se transforman en frutos. Ver como una becerrita va creciendo y se convierte en vaca con una ubre enorme llena de leche riquísima y de la cual se hacían quesos, etc. Por supuesto, detrás de este milagro está la tierra, el agua, el sol y la sabia mano del labrador, para ellos la tierra es su vida y a ella se dedicaban de sol a sol.
En mi memoria guardo los más bellos recuerdos de mi niñez. Me gusta recordar para revivir y reavivar escenas y pasajes cargados de paz y felicidad, con el cariño de la familia y rodeada de la familiaridad de todos los vecinos con los que convivíamos en perfecta armonía. Un lugar apacible con un ambiente tranquilo y sosegado, era admirable lo atentos y serviciales que eran los unos con los otros...
Añoro la vida del campo.
Las costumbres y la sana alegría,
de la gente la solidaridad
y convivir en perfecta armonía.
Las costumbres y la sana alegría,
de la gente la solidaridad
y convivir en perfecta armonía.
«Nada he estudiado, he leído un poco, he sentido bastante y he pensado mucho», dijo mi admirado Gustavo Adolfo Bécquer, y yo lo hago mío. La poesía es muy emocional, tanto para escribir poesía como para leerla y declamarla se necesita de una especial sensibilidad. Hoy mi pasión es la poesía. Me gusta leer y escribir poesía. Tengo publicados seis poemarios y en cada uno de ellos va algo de mí, ya que siempre se refleja parte de tu forma de ser y de pensar. En mi poesía manifiesto mis sentimientos, reflexiones, sensaciones y pensamientos.
Mi poesía no es rebuscada, escribo en un lenguaje llano y sencillo para la gente llana y sencilla (este epíteto «sencillo» está lejos del eufemismo, «iletrado» o «ignorante»).
Yo digo que los libros no se escriben para que los examine un crítico, se escriben para el goce del lector. Me gusta conectar con el lector, llegar a la fibra más sensible de la persona y solidarizarme con sus emociones para crear una complicidad en las vivencias que nos igualan.
Los sentimientos son universales, por eso es fácil conectar con todas las emociones, sean amantes de la poesía o no.
Soy aquella niña risueña y alegre
de larga melena rubia como el trigo,
peinada de rizos y tirabuzones,
hechos por mi madre con paciencia y cariño…
Estas son algunas definiciones de personalidades de la cultura que han escrito sobre mí:
Martín Moreno: «Algo más que una lírica mujer».
José Luis Cruz: «Sobrevuela garbosa los academicismos».
Juan Ramón Tramunt: «Nos permite entrar en ella, en su concepción de la vida».
Manuel Rivero: «Parte de una poética intimista con afinidades románticas».
Pedro Izquierdo-Tejido: «Se expresa en verso libre tan usado por los poetas contemporáneos».
Luis León Barreto: «Expresa el deseo de capturar lo bello».
Rosario Valcárcel: «Nos comunica sus anhelos y ensueños».
Pedro Ramírez: «Reflexiva, persona, poeta».
Pedro Callicó: «Tiene ese aire de candor y nostalgia de sensibilidad y dulzura».
Manuel Pérez: «Sabe pintar los más firmes retratos de sus vivencias».
Blas Sánchez: «Su voz cadenciosa me deja prendido de hechizo».
José Miguel Jiménez: «Verso a verso te va haciendo vibrar y emocionar».
Manuel Ojeda-Deurvan: «Nos hace sentir la sensibilidad de un ser delicado».
Pepa Aurora: «Es una poeta llana, capaz de expresar la profundidad de sus sentimientos con palabras sencillas que salen de su corazón ilusionado».
Sobre mí ha escrito... Artículo de Manuel Rivero García, Profesor de Literatura, el 21 de Marzo de 2007, día de la poesía:
Esta joven poetisa irrumpe de forma inopinada en los comienzos del nuevo siglo, intentando hacerse un sitio en el espectro de la poesía insular de Gran Canaria. Sólo aquellos que suelen frecuentar eventos festivos o culturales por los pueblos de la Isla o los que de alguna forma mantenemos vínculos de paisaje sabíamos de su quehacer poético y de su afición a la recitación. Se nos da a conocer en estos primeros años del siglo XXI, año 2002, con la presentación de su primer libro de amor a su tierra «Flor cumbrera» en el Círculo Mercantil, ante un público numeroso y selecto, de amigos, familiares y paisanos entusiastas. Es obligado decir que Margarita Ojeda nace en el pueblo galdense de Juncalillo, lugar muy peculiar, brindis continuo a la añoranza de los nativos y muy dado al recuerdo y a la nostalgia.
Al año siguiente, para sorpresa de muchos, publica otro libro lleno de diversas sensaciones, título «Levantar el vuelo». Y sin apenas dar tregua, aparece publicado en el 2004 su tercer libro, mucho más extenso que los anteriores y que supone ya cierta consolidación como poetisa, con el título de «Cardo y Rosa».
Aspectos de su obraEste comienzo tan prolífico la convierte en una poetisa activa y tan fecunda que hace albergar esperanzas en un próspero futuro en la línea de la poesía vivencial. Pero ¿qué observamos al leer la obra de Margarita Ojeda?
Su primer libro «Flor cumbrera» es producto de mucho tiempo de elaboración y de emoción contenida. Es una recopilación de textos, más o menos breves, escritos desde la infancia y a lo largo de su juventud. Consta de 52 poemas que tratan de aspectos personales y subjetivos: su niñez, su familia, su pueblo, sus recuerdos…expresados con mucho sentimiento y en los que su yo poético se muestra agradecido a sus orígenes, a sus raíces; se revela como poetisa, orgullosa, pero desarraigada. Nos describe un pueblo deshabitado y sin futuro, el del presente.
El segundo libro «Levantar el vuelo», consta de 54 poemas de temas más variado. Se abre dando su visión de la existencia: «de la vida a la muerte se establece un puente de amor». E intenta justificar su título ya que para la autora, la escritura, sus versos, son una liberación, como una necesidad de despegarse de la tierra y emprender el vuelo…, la poesía es sentimiento, es música, es bálsamo, un regalo que ayuda a vivir.
Pero a medida que nos adentramos más en este libro, nos encontramos con un cambio y una evolución con respecto a lo ya escrito. Hasta ahora, muy personal, a partir de ahora parece asumir un mayor compromiso con el mundo que le rodea, una preocupación por los problemas actuales. Se interesa por el medioambiente de sus islas y el destino del planeta; por los derechos humanos: el hambre, la insolidaridad, la indiferencia…, el amor, la orfandad, la contingencia humana. Y otros temas que va desde lo folklórico y popular al elogio a figuras importantes de nuestro tiempo: Juan Pablo II, Teresa de Calcuta o a su admirado maestro Francisco Tarajano, etc.
Su tercer libro es el más extenso, consta de 131 poemas. Retoma, por un lado, la línea de los dos libros anteriores y se recrea en su vida, sufrimientos y alegrías, expresados bajo el título de «Cardo y Rosa». La autora se inclina por la rosa como símbolo de la vida como un regalo… y entre verso y verso se pasa la vida.
Se aprecia, desde los poemas introductorios una ligera depuración del lenguaje y un mayor cuidado en el cultivo del verso. Por la estructura temática se aproxima al libro anterior, al hacer la recreación antes aludida sobre los mismos temas. Podemos diferenciar distintos bloques.Un primer bloque de dieciocho poemas aproximadamente, que se centran en lo personal: sus deseos e ilusiones, los elementos físicos de su cuerpo y su proyección en el entorno; en lo no personal: poemas inspirados en aspectos puntuales afines con la solidaridad, la amistad. La belleza de la naturaleza, el paisaje de las islas, etc.Le siguen veintiséis poemas que se centran, volviendo a sus raíces, en el encanto paisajístico concreto de su pueblo, sus fiestas, conmemoraciones… En su familia, en el amor materno. Y luego reflexiona sobre la vida y la muerte y el cansancio de vivir le lleva a una visión después de la muerte.Continúan once poemas dedicados al recuerdo y al elogio de personajes que van desde Vicente Ferrer y Alfredo Kraus… hasta personajes muy allegados. Y en un respiro reposado, se acerca con cinco poemas al mar como refugio de sus penas y guardián de sus secretos.Por fin, aparece pletórico el tema más esperado, el amor, con trece poemas: el amor de pareja, ruptura y encuentro, amor constante. Y de inmediato, formando un contraste, se sucedes ocho poemas que denuncian los males de nuestro tiempo: la violencia, los malos tratos, la represión y el terrorismo.Finalmente, buscando una respuesta, un asidero de salvación, recurre, como no podía ser de otra manera y siendo fiel a sus orígenes, a lo religioso.
Presenta un concepto geocéntrico del mundo y de la vida, la fe como soporte del sufrimiento y su poesía como vehículo de apostolado. Proclama la devoción mariana con diez poemas dedicados a las distintas imágenes de la virgen en Canarias. Y cierra el libro una invocación a la madre de Dios, implorando piedad y prometiendo elogiarla siempre en sus versos, evocando así a los juglares medievales.
Como se puede ver, la poesía de Margarita Ojeda en el conjunto de su obra, se caracteriza por abarcar en su contenido, no sólo los universales del ser humano como son: el amor, la muerte, la obsesión por el paso del tiempo…, sino que está abierta a la expresión subjetiva de sus sentimientos por todo lo que supone su entorno real, desde su pasado cargado de recuerdos y emociones, hasta el presente lleno de vivencias y preocupaciones que ella manifiesta de forma peculiar. Por lo cual, ante este derroche de humanidad, hay un tipo de lector que comparte las mismas experiencias y se siente identificado y hasta solidario con este tipo de poesía realmente humana, social, popular y religiosa.
Su obra dentro del contexto de la poesía insularAl contemplar el panorama de la poesía insular de Gran Canaria desde la postguerra hasta hoy, los estudiosos como Jorge Rodríguez Padrón o Javier Cabrera indican la constatación de distintas tendencias, grupos o generaciones que se suceden cronológicamente: desde “Antología cercada” de los años 40, «Poesía canaria última» de los años 60, «Generación del silencio-Generación del 80», hasta «Última Generación del Milenio». Margarita Ojeda, por los años que le ha tocado vivir, desde los cincuenta, coincide con la «Generación del silencio» en varios aspectos, sin embargo, las características singulares de su poesía la distancian de estos poetas, ya que mantienen una constante preocupación formal, gusta de lo clásico y siguen una línea culta de hondo calado intelectual, según Javier Cabrera. Mientras que la poesía de Margarita es diferente. Su lenguaje es sencillo y espontáneo, más bien coloquial, cercano a lo cotidiano; en ocasiones puntuales despreocupa las formas, manifiesta cierta anarquía en el uso de la métrica, tipo de estrofa y en la composición en general. Sin embargo, estas carencias académicas, las suele suplir la autora con sus dotes para la recitación. Si a veces el texto adolece de su función poética y es débil estéticamente, al ser recitado alcanza tal emotividad que entabla una comunicación directa con el público presente. No en vano esta poetisa se siente admirada en la línea poética de Francisco Tarajano.Por tanto, la poesía de Ojeda se aparta de estas tendencias generacionales y se aproxima más a la poesía de tradición popular, de marcado vínculo afectivo con el paisaje. Forma parte de una poética costumbrista más bien intimista con muchas afinidades románticas.En definitiva, estamos ante una poetisa popular para quien la poesía es una liberación, es música, es bálsamo, es un regalo de amistad, de paz, de amor, que intenta hacerse un hueco en el parnaso de la Literatura canaria.
También la Profesora y Escritora Pepa Aurora Rodríguez Silvera, ha escrito lo siguiente:
Para quienes conocemos a Margarita Ojeda García, la profundidad de su voz declamadora emociona y suple cualquier contingencia.Margarita es una poeta llana, capaz de expresar la profundidad de sus sentimientos con palabras sencillas que salen de su corazón ilusionado.
En esta época, poco propicia para el verso, ella sabe mantener la ternura de los viejos recuerdos, el amor familiar, la lealtad a los amigos a través de sus versos entrañables que emocionan.Su versificación preferida para expresarse es la estrofa de cuatro versos: coplas, cuartetos, redondillas, serventesios…Con ellos canta a su abuelo, que se convierte con la magia de su voz, en el abuelo de todos, al entorno que la vio crecer, a las cosas más sencillas y que despiertan su sensibilidad, a los amigos, a las personas que quiere y admira…
Margarita es una poeta que quiere y sabe estar en su sitio de siempre, en la solidaridad con los amigos, acompañando a los creadores, silenciosa y dulce, entrañable siempre. Gracias Margarita por tus versos.