lunes, 23 de junio de 2025

Nacer y morir es consustancial a la vida


 

Hoy los recuerdos amanecieron con ganas de doler... Besos al cielo.

“Me duele no verte, ¡madre!

Sin tu presencia me muero.

Yo voy triste por la vida: 

mi alegría está en el cielo".

La frase "nacer y morir es consustancial a la vida" significa que el nacimiento y la muerte son parte inherente de la existencia, formando un ciclo continuo. Es decir, la vida no puede existir sin el proceso de nacimiento y, inevitablemente, sin la muerte.

“Nacer es comenzar a morir”. Théophile Gautier.

Nacer, morir… Reflexionando sobre el misterio de la vida, como tal, diríamos que somos, simplemente un breve espacio de tiempo que existe eternamente y está experimentando un flujo subjetivo del tiempo. Una vez que tu conciencia se termina, tu percepción de la realidad comienza desde el principio. Entonces, podríamos pensar, que nunca hubo un momento en el que no existieras y nunca habrá un momento en el que dejes de existir, simplemente existes eternamente atrapado dentro del espacio de tu propia existencia. La idea de que no existías antes de nacer y dejarás de existir no tiene sentido. Si solo existes por un tiempo finito y no existes por un tiempo infinito, las probabilidades de que existas ahora mismo es cero. Este modelo de existencia también resuelve el problema difícil de la conciencia, ya que hace que la experiencia consciente sea inherente al universo de una manera que simplemente se desliza con el resto de lo que sabemos sobre el espacio-tiempo.

Morir no es una idea, morir es un hecho. Y ¿por qué morimos? Lógicamente, porque nacemos. "¡Ay! la muerte... Misteriosa muerte". La muerte, desde una visión sencilla tendríamos que entenderla como parte de la vida: nacer, morir, pero no, realmente la muerte la vemos como lo contrario a la vida, porque la terrenal es la única vida que conocemos. Si pasamos al plano espiritual, desde la fe, la muerte es una liberación, un renacer a la verdadera vida. A menos que lo decidamos, conscientemente, así como venimos, nos vamos. Cada ser llegado a este mundo nace condenado a morir, desde el primer momento, pues dar vida es también engendrar una muerte venidera. Y entonces repetimos aquello de "no somos nadie"... Es ley de vida y nos pasa a todos y la vida sigue, cuando uno también ha muerto un poco con ellos, aunque sigas respirando, algo se va con ellos. Si esto lo tuviéramos siempre presente, trataríamos de hacernos la vida mejor y más fácil los unos a los otros, en lugar de ser egoístas y hacernos tanto daño.

Nacer, puede que sí o puede que no, a saber, pero una vez que estamos aquí, lo que no cabe duda es que moriremos. Con ella no existe la discriminación, puede ser antes o después, voluntaria o involuntariamente, esperada o de sopetón, da igual, la muerte es lo único que al final, nos iguala a todos. Tras ella, lo habitual es pensar en los que quedamos aquí, sin la presencia de los que queremos, obligados a continuar porque eso es lo que hay que hacer, sin tan siquiera tener derecho a un descanso para gestionar el duelo como es necesario. Un tiempo en el que poder asimilar la nueva e impuesta situación de no volver a verlos, en la que la vida cambia por completo y hay que seguir adelante sin fuerzas o incluso sin querer y sin ganas.   

La sociedad no está preparada para la muerte. Se ha perdido la sensibilidad y la espiritualidad, convirtiendo el acontecimiento en un negocio que hay que gestionar deprisa, para cuanto antes y nunca mejor dicho, quitarnos el muerto de encima. Descansen en paz...

Vida y muerte, cuerpo y alma. Nacer y morir son hechos transcendentales. Puede, que alguna vez, a lo largo de nuestra historia, como humanos nos lleguemos a preguntar ‘si el alma existe’. Esa interrogante cuando más nos ronda es, cuando un ser querido fallece. Enterrar a un ser querido es muy doloroso, solo alivia pensar que entierras la materia, pero el espíritu vuela al lugar de paz y gloria y allí nos volveremos a encontrar.

Esto es cuestión de fe… Nuestro camino irá más allá de lo espiritual. La materia es inanimada, es el alma que da vida al cuerpo, pero siempre hay quién entra en grandes discusiones cuestionándolo todo. "Yo, solo sé que no sé nada", pero sí que creo, que tenemos alma y que el alma no muere. En un mundo tan diverso en creencias y pensamientos, habrá mil teorías, aunque distintas tradiciones religiosas han confirmado la existencia del alma. También la ciencia ha indagado, intentado responder. Pero ¿cuál es la postura de la ciencia?

La ciencia cada vez se aproxima más a darle una explicación a la existencia del alma. Un fascinante desafío que la humanidad lleva tratando de descifrar a lo largo de toda su historia. ¿Existe el alma? ¿Qué es el alma? Esto es lo que dice la ciencia: "El alma es una entidad inmaterial que puede ser escindida de nuestros cuerpos. Por tanto, la idea sobre la existencia del alma conlleva en sí misma el dualismo de la sustancia, es decir, la existencia de dos sustancias; una material y otra inmaterial, no física".

"En el alma, de acuerdo con quienes creen en su existencia, acontece toda nuestra actividad mental: es donde residen las emociones, las decisiones, las sensaciones, los recuerdos, la personalidad, el razonamiento. En la actualidad, las personas que abogan por la existencia del alma no niegan que el cerebro influye en el alma. No obstante, sostienen, que el alma puede llevar a cabo sus propios procesos sin ninguna ayuda del cerebro. Es más, esta entidad puede ser separada del cerebro. De manera que, cuando morimos, el alma se 'aleja flotando' y su existencia garantiza que nuestra vida mental continúe sin interrupciones". (Johnson, 2013).

La idea de la existencia del alma está asociada a las creencias con las que podemos contar acerca de una continuidad después de la muerte. Esta idea de alma se vincula a la convicción de una vida futura: además, también se cree que el alma es una guía por la cual pensamos y sentimos y que está diferenciada del cuerpo. Asociado o no a lo espiritual, se llega a inferir la idea del alma argumentando que evidencia de su existencia son los misterios asociados al nacimiento, la muerte, a los diferentes estados de conciencia, la memoria y la imaginación. De este modo, se sugiere que el alma es como una especie de fuerza o impulso vital.

El paradigma científico actual no suele reconocer la dimensión espiritual. Ahora bien, mientras que la religión da la respuesta a la existencia del alma desde el punto de vista espiritual asociándola a lo trascendente e incorpóreo; la ciencia, si la concibe, la asocia a lo material. Es decir, la entiende como un sinónimo de la mente, desde la visión poética, o, la reduce al concepto de cognición y de consciencia.

El alma es sinónimo de vida. El alma, en términos bíblicos, es la fuerza vital de la persona y lo que le permite existir en el estado entre la muerte y la resurrección final. De hecho, la noción de tal estado intermedio debe impulsarnos a creer que estamos hechos de cuerpo y alma. Una y otra vez en las Escrituras, se hace referencia a las personas como "almas" (Éxodo 31:14; Proverbios 11:30). "El alma humana es esa parte de una persona que es eterna, la parte que vive después de que el cuerpo muere y se descompone. Jesús dijo que no debíamos temer a los hombres, que solo pueden matar el cuerpo, pero no el alma". (Mateo 10:28).

La palabra alma se utiliza en las Escrituras como sinónimo de espíritu para describir a una persona en cuatro etapas diferentes de su existencia eterna. Alma se utiliza para describir a una persona en la vida preterrenal, es decir, antes de nacer (véase Abraham 3:23). En esta vida el alma se une a un cuerpo físico (véase Abraham 5:7). Después de la muerte, el alma abandona el cuerpo y va al mundo de los espíritus, donde aguarda la resurrección (véase Alma 40:11–14). En la resurrección, el cuerpo y el alma se unen inseparablemente en lo que se llama "la redención del alma" (véase Alma 40:23; D. y C. 88:15–16).

El alma humana es eterna e imperecedera, y cada alma humana estará en algún lugar por la eternidad. Esto nos debe llevar a reflexionar en lo siguiente: cada persona que has conocido es un alma, el alma abandona el cuerpo, y se irá al lugar de dónde vino y allí estará para siempre. Solo desde la fe podemos aceptar el misterio de la vida, pero entender desde el dolor la ausencia de tus seres queridos, el duelo será largo, porque la presencia ausente deja una vacío muy grande. Aunque pasen los años no los olvidas, cuando llega el día señalado, todo lo vuelves a vivir con la intensidad amarga de aquellos momentos.  Yo, sigo viviendo, pero algo de mí se fue con mis padres...

Tal día como hoy, hace 34 años, que el Señor llamó a mi madre y se la llevó a su lado, sé que goza eternamente, pero qué no daría yo por verla y abrazarla, aunque fuera por un ratito.  Mamá, mi mente todavía te habla y mi corazón todavía te busca, pero mi alma sabe que estás en paz. Y yo doy gracias a Dios por darme a los padres que me dio y por tenerlos en la Gloria.

Mamá, son tantas las emociones que me embargan, que las palabras quedan mudas de tristeza, pero sé que sabes lo que guarda mi corazón, y ahí está mi fuerza y fortaleza para seguir haciendo camino siguiendo tu huella. Cada vez que la vida me duele, es tu voz la que me consuela. Cada vez que asoma la tristeza, es tu sonrisa la que me anima. Cada vez que me siento sola, es tu presencia la que visualizo. Mamá, si supieras cuánto de mí está hecho de ti...

Duelo es amar sin poder abrazar. Mamá, hoy te extraño como si fuera el primer día de tu partida... Si Dios me dijera: "pídeme lo que quieras, que yo te lo daré", sin dudarlo, le pediría poder verte a ti y a papá, para abrazarlos y llenarlos de besos y sentir ese calor que me abrigara por los días que me queda por vivir.

Sí, muchas veces llueven recuerdos que ahogan el alma... Mamá, ahora estás en el cielo, pero tu recuerdo me sigue sosteniendo. Guardo conmigo todos los momentos que viví a tu lado, y siempre gritaré al cielo que te amo con todo mi ser y que te echo mucho de menos, y también a papá... 

"¡Te quiero... Los quiero!: Rueguen por sus hijos".


Fotografía: Internet




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