sábado, 17 de mayo de 2025

A la familia la une el amor


 

El jueves día 15 de mayo, se celebró el Día Internacional de las Familias. Esta fecha se conmemora cada año desde 1994, un año después de que la Asamblea General de las Naciones Unidas decidiera rendir homenaje a esta estructura social y valorar su contribución e importancia en la vida de millones de personas en todo el planeta.

Por este motivo, numerosos creadores de contenido compartieron reflexiones y publicaciones en redes sociales relacionadas con este tipo de vínculos. En nuestro país, el doctor Mario Alonso Puig aprovechó la ocasión para regalar a sus más de 3,2 millones de seguidores en Instagram un vídeo que causó una gran impresión.

''Hoy celebramos a todas las familias. Celebramos las de sangre, sí, pero también aquellas que nacen del alma. Una sociedad sólida se construye sobre vínculos en los que el ser humano es valorado no solamente por cómo se comporta, sino también por la grandeza que hay en su interior''.

El médico señaló también que, en su opinión, no todas las familias están unidas por vínculos de sangre: ''Hay familias vinculadas por lazos de sangre y hay familias que están vinculadas por lazos de amor''. Una familia es un grupo de personas que comparte un proyecto; unos individuos que quieren quererse, valorarse, creer los unos en los otros, desafiarse, apoyarse y acompañarse en la dificultad.

Y añadió: ''Cuando tú quieres tener una sociedad sólida, tienes que apostar por la familia. ¿Qué eso se da por los lazos de sangre? Maravilloso, pero hay gente que no ha tenido la fortuna de encontrar esa familia en sus lazos de sangre y no por ello deja de tener una. Se puede formar con amigos, profesores, personas cercanas que verdaderamente apuestan por el potencial que tienen y les ayudan a desplegarlo'', dejando claro que, si no eres querido en tu familia, puedes crear lazos sólidos con quienes te rodeas, ellos te apoyarán y te ayudarán a crecer en la sociedad.

Verdaderamente: "La sangre nos hace parientes, pero la lealtad nos convierte en familia".

Está claro que, el amor que une a una familia, es el lazo más fuerte que fortalece el alma en cada mirada, en cada gesto y en cada recuerdo compartido.

Llegamos a este mundo como caídos del cielo. Al instante, nos vemos unidos a una serie de personas con los que compartimos su sangre, sus genes. Una familia que nos hará encajar en sus mundos particulares, en sus modelos educativos, unos intentarán inculcarnos valores para que aprendamos a convivir, entender y relacionarnos, otros imponen sus propias normas…

Todo el mundo tiene una familia. Tener una es algo fácil: todos tenemos un origen y unas raíces. No obstante, mantener una familia y saber cómo construirla, alimentando el vínculo día a día para conseguir que esté unida, es más complicado. Todos disponemos de madres, padres, hermanos, tíos… En ocasiones grandes núcleos parentales con miembros que, posiblemente, hayamos dejado de ver y tratar. ¿Hemos de sentirnos culpables por ello?

La verdad es que en ocasiones sentimos casi una obligación “moral” por llevarnos bien con ese familiar con quien tan pocos intereses compartimos, y que tantos desprecios nos ha hecho a lo largo de nuestra vida. Puede que nos una la sangre, pero la vida no nos encaja con ninguna pieza, así que el alejarnos o mantener un trato justo y puntual no debe suponernos ningún trauma, dice la psicóloga Valeria Sabater.

Creemos que el vínculo familiar va más allá de la sangre. En ocasiones se tiende a pensar que ser familia supone compartir algo más que la sangre o un mismo árbol genealógico. Hay quien casi de modo inconsciente, cree que un hijo debe tener los mismos valores que los padres, compartir una misma ideología y tener un patrón de conducta semejante. Pero no siempre es así…

Hay padres y madres que se sorprenden de lo diferentes que son los hermanos entre sí… ¿Cómo puede ser si son todos hijos de un mismo vientre? Existe la creencia que dentro del núcleo familiar tuviera que existir una armonía explícita, donde todo viene dado sin excesivas diferencias, donde nadie deba salirse del 'patrón' y todo esté controlado por naturaleza, dentro del orden de la dinámica familiar.

Ahora bien, algo que debemos tener claro es que nuestra personalidad no se trasmite genéticamente al 100%, se pueden heredar algunos rasgos, y sin duda, el vivir en un entorno compartido nos hará compartir una serie de dimensiones. Pero los hijos no son moldes de los padres, ni éstos van a conseguir nunca que los niños sean como ansían sus expectativas.

La personalidad es dinámica, se construye día a día y no atiende a las barreras que, en ocasiones, intenten alzar las exigencias o principios familiares. De ahí que, en ocasiones aparezcan las habituales desilusiones, los encontronazos, las desavenencias… La clave para que las familias vivan en armonía, es crear un vínculo fuerte y seguro, donde no haya recelos, se valore las habilidades particulares y se respete las diferencias. Hay que respetar la esencia de cada persona en su maravillosa individualidad, cada cualidad individual enriquece al conjunto.

Hay muchas familias que no escapan al sufrimiento… En ocasiones, muchos padres ven cómo sus hijos se alejan del hogar familiar sin establecer más contacto. Hay hermanos que dejan de hablarse entre sí y familias que ven cuántas sillas vacías yacen en silencio en el salón del hogar. ¿A qué se debe? El sufrimiento de las familias se da, cuando hay hijos rebelde y hermanos envidiosos, eso hará que las familias se dividan, los conflictos hace saltar por los aires la convivencia, y el amor desaparece. Las discusiones, la falta de respeto y las mentiras se adueñan de esos miembros llevados de rencores que van pordoquier, destruyendo la esencia del hogar, del dulce hogar soñado. Está claro que cada familia es un mundo, un micromundo de personalidades innatas, con sus creencias, sus pasiones y obsesiones, solo ellas, tras las persianas, saben lo que ha sucedido en el pasado, y cómo se vive el presente. No obstante, siempre nos quedan los valores que hemos recibido, que deben hacernos reflexionar, frente a los comportamientos despreciables que arruinan el principio del ser, el amor.

La educación tiene como finalidad dar al mundo personas seguras de sí mismas, capaces e independientes para que puedan alcanzar su felicidad, y a su vez sepan ofrecerla a los demás. ¿Cómo se consigue esto? Ofreciendo un amor sincero que no impone y que no controla. Un cariño que no sanciona por como uno sea, piense o actúe, pero siempre debe primar el respeto.

No debemos responsabilizar siempre a los demás de lo que nos ocurre. No hay que culpar a esa madre o a ese padre de que hoy en día, aún me sienta insegura e incapaz de hacer determinadas cosas. O a ese hermano que tal vez, siempre fue mejor atendido o cuidado que nosotros, aunque a veces, muchas veces, el receloso ve lo que quiere ver.

Está claro que a la hora de educar siempre se cometen errores. Pero nosotros, también debemos tomar el control de nuestra vida, y saber reaccionar, y tener voz, y decir lo que sentimos, y pensar que somos capaces de emprender con seguridad y madurez nuevos proyectos, nuevos sueños sin ser esclavos de los recuerdos familiares del ayer. Aunque en nuestra vida haya recuerdos que no queremos recordar, sería bueno poder analizarlos para descubrir la realidad que oculta y encontrar, las posibles causas, entonces, seguramente podrás comprender y reconciliarte con esa etapa pasada. Los dramas ocultan siempre el dolor de varias víctimas.

Ser familia no supone compartir siempre las mismas opiniones y los mismos puntos de vista, pero cuando hay recelos, se juzga, se sanciona y se desprecia, y comportamientos como estos, crean distancias y hace que te refugies en amigos más sinceros y leales que la familia.

Aunque lo cortés no quita lo valiente, en ocasiones, tenemos la “obligación moral” de tener que seguir manteniendo contacto con esos familiares que (sin ser ejemplo de nada) nos hacen daño, nos desprecia, nos sancionan. Son familia, no cabe duda, pero debemos tener en cuenta que lo que de verdad importa en esta vida es ser feliz y tener un equilibrio interno. Una paz interior. Si tienes familiares que te desprecian y vulneran la lealtad, por salud emocional, debes poner distancia. La mayor virtud de una familia es aceptarse unos y otros tal y como son, en armonía, con cariño y con respeto.

“Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados”. 1 Pedro 4:8.

Lo importante de una familia no es vivir juntos, es estar unidos…


Fotografía: Internet


No hay comentarios :

Publicar un comentario