Los sentimientos son un aspecto importante en la vida de las personas, pero el problema es que muchas de ellas han sido educadas para ignorar y anular esos sentimientos. De hecho, nadie nos enseña a identificar y expresar nuestros sentimientos.
Los sentimientos son la forma habitual de vivir la
afectividad. Son su cauce más frecuente. Y su definición voy a dejarla así: son
estados subjetivos, difusos, que tienen una tonalidad grata o molesta desencadenada
por estímulos externos o internos. Voy a explicarlo de forma descriptiva, dice
el Dr. Enrique Rojas.
Por estado subjetivo debemos entender que la experiencia es
interior y que, en consecuencia, es uno mismo el que la percibe desde su
intimidad, el territorio donde desfilan todas las vivencias que cada uno
percibe de forma singular.
Catálogo de los sentimientos que debemos conocer. Son la
forma habitual de vivir la afectividad y su cauce más frecuente. Estados
subjetivos, difusos, que tienen una tonalidad grata o molesta desencadenados
por estímulos externos o internos.
Difuso quiere decir que aquello que percibimos tiene un
cierto fondo etéreo, desdibujado, impreciso, poco nítido, de perfiles borrosos.
Una persona que está llena de alegría por algo bueno que le ha sucedido a
menudo dice que no encuentra palabras para expresar lo que siente.
La tonalidad es grata o molesta, positiva o negativa. Lo que
nos dice es que no existen sentimientos neutros en sentido estricto. Pensemos
en el aburrimiento, que está muy cerca de la melancolía, o en la indiferencia,
que está próxima al rechazo. Un paisaje me gusta o me desagrada. Una persona
que conozco me cae bien o mal, me gusta estar con ella o prefiero no verla.
Todos forman pares antinómicos: alegría-tristeza, placer-displacer,
excitación-tranquilidad, tensión-relajación, aproximación-rechazo.
Su origen es complejo, pero puede resumirse en que son
desencadenados por impulsos o incitaciones que vienen de fuera a dentro. Desde
el exterior, la gama de cosas que pueden producirlos es el cuento de nunca
acabar (pueden ser estímulos físicos, psicológicos, sociales, culturales y
espirituales, y cada uno de ellos tiene una enorme riqueza y a la vez están
interconectados con los otros). Pensemos en el enamoramiento: uno se detiene en
alguien que descubre como valioso, entonces se ponen en marcha una serie de
factores que tienen que ver con la presencia externa de esa persona a la que
vemos, escuchamos, contemplamos y nos sumergimos en ella. Todo viene
inicialmente desde el exterior. Por el contrario, la otra posibilidad viene de
dentro; uno se pone triste pensando en hechos pasados o futuros; se torna
preocupado dándole vueltas a la cabeza a un problema personal al que no es
fácil encontrar una solución adecuada. Otras veces los hechos pueden ser
mixtos, que se den a la vez factores de ambas procedencias.
La depresión. Es la enfermedad de la tristeza: en ella se
alojan la apatía, la falta de ilusión, la melancolía, la pena, los sentimientos
de culpa en relación con el pasado, el hundimiento psicológico. La ansiedad es
la enfermedad de las emociones negativas: miedos anticipatorios, temores
diversos, inquietud, desasosiego, verse uno envuelto en malos presagios. El
trastorno obsesivo es la enfermedad de las manías comprobatorias y de las dudas
mentales: estos pacientes se ven atrapados en conductas tontas que no pueden
cortar (lavarse las manos muchas veces al día, comprobar luces, puertas y
llaves, pensamientos intrusos que invaden). El catálogo de los sentimientos sirve
para clasificarlos, ordenarlos, sistematizarlos, tener claras sus procedencias
y sus efectos. Y voy a trazar un listado de ellos, una pincelada que los
estructure en pares opuestos: pasajeros y permanentes, superficiales y
profundos, simples y complejos, motivados e inmotivados, positivos y negativos,
noéticos y patéticos, activos y pasivos, impulsivos y reflexivos, orientativos
y cognitivos, fásicos y arrítmicos, con predominio del pasado, del presente y
del futuro.
Salud mental: un cambio necesario en nuestra sociedad. Conocer
cómo funcionan nuestros sentimientos es un modo muy acertado de conocernos
mejor a nosotros mismos y saber explorar lo que nos sucede, sus oscilaciones,
vaivenes y momentos sorprendentes. La inteligencia debe pilotar a los sentimientos,
enseñarles el mejor camino. Y eso no es fácil porque la vida misma hace que nos
apasionemos por algo y perdamos la perspectiva. Hay como una travesía entre el
factor desencadenante, que es lo que los pone en marcha, aquello que actúa de
entrada y que es lo primero que tenemos que reconocer. Después viene el
siguiente paso, que es el cambio afectivo y que puede ser de tres estirpes
(sentimiento, emoción y pasión) y más tarde llega la manifestación externa, que
es la conducta. Son componentes sucesivos: factor desencadenante – cambio
afectivo – conducta.
Estados afectivos. Las emociones son estados afectivos que se presentan de forma más aguda y súbita, son más fugaces y tienen un correlato somático: taquicardia, sudoración, pellizco gástrico, dificultad respiratoria, opresión precordial, sequedad de boca, temblores en las extremidades superiores… Un malestar recorre el cuerpo de forma rápida e imprecisa que produce una inquietud que tiene muchos matices.
Los ejemplos pueden ser positivos y negativos, y van desde
una gran noticia esperada largamente y que de pronto se hace realidad, pasando
por un estado de ansiedad de gran intensidad o una reacción de descontrol
psicológico. Hay un ejemplo clínico del que hoy se habla mucho: la crisis de
pánico, que es un episodio recortado en el tiempo y que aparece de pronto como
una tormenta de síntomas físicos acompañados de tres temores espectrales cuyo
formato es: temor a la muerte, temor a la locura y miedo a perder el control.
Los tres forman una trilogía de anticipaciones llenas de adversidad en donde la
incertidumbre crea un malestar difícil de relatar. Las emociones modifican
fuertemente la conducta.
Las pasiones. Y la tercera vivencia afectiva que quiero
destacar son las pasiones, que constituyen el estatuto intenso, devorador y
vehemente de la afectividad y que hacen que la inteligencia se vaya a un tercer
o cuarto plano. Son más intensas que las emociones y hacen que los instrumentos
de la inteligencia se disuelvan. En la pasión salen las tendencias más primarias,
nos arrastran con su oleaje, perdemos la capacidad de argumentar y el
pensamiento deja de ser lúcido y deforma la percepción de la realidad. Son más
frecuentes en la juventud. Ser capaz de gobernar las pasiones es oficio y
significa moderación al valorar las cosas que nos suceden y visión larga de los
hechos personales. No es lo mismo un revés de fortuna económico, un fracaso
profesional por no haber sido ayudado por los que deberían hacerlo o una
infidelidad conyugal sangrante e inesperada. Todo eso está lleno de matices.
Texto del Dr. Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría y Psicología médica y director del Instituto Español de Investigaciones Psiquiátricas de Madrid (IEIP). Ha publicado dos tipos de libros: unos de carácter clínico (sobre las depresiones, la ansiedad, los trastornos de personalidad, las alteraciones del sueño, etc.) y otros humanísticos y de ensayo (sobre la felicidad, la personalidad, el desamor, la superación de las adversidades del pasado, etc.
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