miércoles, 8 de septiembre de 2021

Nacimiento de María la Virgen


 

María, Virgen y Madre Nuestra, desde antes de su nacimiento estaba destinada por Dios para ser la Madre de Jesús.

El Nacimiento de la Virgen o Natividad de María es una de las trece fiestas marianas del calendario romano general de la Iglesia católica. Se celebra el 8 de septiembre.

La Virgen María nació en Nazareth y fue educada en Jerusalén. Sus padres, Ana y Joaquín eran un matrimonio el cual no tenía la dicha de ser padres debido a la esterilidad de Joaquín. Muchos fueron los años que esta pareja suplicó a Dios les otorgara la dicha de ser padres. Por lo que al momento de la concepción de María estos ya eran un matrimonio mayor.

Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen y dulce nombre de María, sentimos inmensa alegría y felicitamos a la Virgen María en la fiesta de su cumpleaños. Celebramos el nacimiento de María, Estrella de la mañana, como la invoca San Bernardo, queriendo poner nombres a la constelación celeste que corona a la Mujer vestida de sol y que tiene a la luna por pedestal, la dispuesta por Dios para ser madre suya.

María es la Inmaculada, la concebida sin pecado. Dios podía liberar a quien iba a ser madre de su Hijo de toda mancha de pecado, lo quiso y lo realizó. Ella es la sin-pecado.

María es la colmada de gracia, la amada de Dios; así la llama el ángel Gabriel como nombre propio, y esa identidad configura esencialmente la vida de la Nazarena.

María es la mujer creyente, la que se fía de Dios; así la saluda su prima Isabel: "Dichosa Tú, que has creído". Ella es nuestra madre en la fe.

María es, que abandona su propio proyecto por el que le revela el Ángel de Dios: "Hágase en mí según tu Palabra".

María es la madre del Verbo encarnado: "Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo", el Hijo de Dios. María es la madre de Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, es también verdadera Madre de Dios.

María es la contemplativa por excelencia, ella "guardaba todas estas cosas en su corazón". Maestra en acoger la Palabra, meditarla y alumbrarla.

María es la mujer servicial: "Subió deprisa a la montaña a servir a su prima". Ella se tiene por esclava, servidora del Señor, y de cuantos tengan necesidad de su ayuda.

María es la mujer agradecida, sensible a los dones recibidos. No se cree con derechos y reconoce a quien es la causa de su privilegio: "Proclama mi alma la grandeza del Señor".

María es mujer solidaria, sensible, social. La vemos actuar en el marco de una boda de manera comprometida cuando le dice a su Hijo: "No tienen vino".

María es la mujer fuerte, no se arredra frente a la dificultad. "Junto a la Cruz estaba María, su madre".

María es la mujer orante; dialogó con el Ángel, acudió al templo con angustia buscando a su Hijo, se reunió con los discípulos a la esperan del don del Espíritu Santo.

María es la mujer ensalzada, gloriosa, colocada junto a su Hijo en el cielo.

Por todos estos motivos, a la vez que sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María y nos felicitamos nosotros por tenerla como madre.

Por el nacimiento de María se enciende nuestra esperanza, el sentido de nuestra peregrinación. Ella, Medianera de todas las gracias, permanece en el desierto como mujer entrañable.

La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, tuvo su origen a finales del S. V en Jerusalén. Como tal fiesta es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, que se cierra con la Dormición, el 15 de agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII, con el Papa San Sergio (687-701 d.C.) que estableció para Roma cuatro fiestas en honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la Purificación. Se celebraba en Roma con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor. En el rito sirio también se celebra el 8 de septiembre, mientras que en el copto es el 7.

El nacimiento de la Virgen María tuvo privilegios únicos. Ella vino al mundo sin pecado original. María, la elegida para ser Madre de Dios, era pura, santa, con todas las gracias más preciosas. Tenía la gracia santificante, desde su concepción. Después del pecado original de Adán y Eva, Dios había prometido enviar al mundo a otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente. Al nacer la Virgen María comenzó a cumplirse la promesa. La vida de la Virgen María nos enseña a alabar a Dios por las gracias que le otorgó y por las bendiciones que por Ella derramó sobre el mundo. Podemos encomendar nuestras necesidades a Ella.

La Virgen María fue la primera y la mejor discípula de Jesús. Siempre unida a su Hijo y a su misión, estuvo presente en todos los momentos más difíciles de su vida y, particularmente en el doloroso camino hacia la Cruz. Tenemos a la Virgen María como verdadera Madre que cuida de nosotros desde el cielo. Ella guía nuestras personas para que vivamos la vida como verdaderos cristianos.

Para los cristianos, la virgen María tiene un sitio en dentro de nuestro corazón. Hasta que nació María, la tierra estuvo a oscuras, envuelta en las tinieblas del pecado. Con su nacimiento surgió en el mundo la aurora de la salvación, como un presagio de la proximidad del día que ya es Jesucristo. Así lo reconoce la Iglesia en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora: “por tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunciaste la alegría a todo el mundo: de Ti nació el Sol de justicia, Cristo, Dios nuestro” (Oficio de Laudes).

El nombre de María, en arameo Miriam, tiene tres significados etimológicos: doncella, señora y princesa. La Santísima Virgen, que permaneciendo doncella concibió a Nuestro Señor por gracia del Espíritu Santo es también Nuestra Señora, y Señora del Universo; y es también princesa, por ser descendiente de la estirpe del rey David. Pero, el significado del nombre de María no puede reducirse a una sola interpretación. En total hay sesenta, que van desde «la amada por Dios» a «Señora», «bella» y «estrella del mar». Esta incertidumbre sobre el verdadero significado del nombre de María nos recuerda el misterio de nuestro nombre. Cada uno de nosotros ha sido llamado por Dios por su nombre.

Oración de San Bernardo:

Si se levantan los vientos de las tentaciones, 

si tropiezas con los escollos de la tentación, 

mira a la estrella, llama a María.

Si te agitan las olas de la soberbia, 

de la ambición o de la envidia, 

mira a la estrella, llama a María.

Si la ira, la avaricia o la impureza 

impelen violentamente la nave de tu alma, 

mira a María.

Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas.

Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás sí es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara.

En todas nuestras penas, sean del alma, sean del cuerpo, después de Dios, hemos de concebir una gran confianza en la Virgen María. Santo Cura de Ars.

Hoy Gran Canaria está de fiestas, los grancanarios celebramos y festejamos a Nuestra Madre la Virgen del Pino, a Ella acudimos y rogamos que nos lleve de la mano para no desfallecer y avanzar por los caminos de este valle de lágrimas...


Fotografía: Internet


No hay comentarios :

Publicar un comentario