María, Virgen y Madre Nuestra, desde antes de su nacimiento
estaba destinada por Dios para ser la Madre de Jesús.
El Nacimiento de la Virgen o Natividad de María es una de las
trece fiestas marianas del calendario romano general de la Iglesia católica. Se
celebra el 8 de septiembre.
La Virgen María nació en Nazareth y fue educada en Jerusalén.
Sus padres, Ana y Joaquín eran un matrimonio el cual no tenía la dicha de ser
padres debido a la esterilidad de Joaquín. Muchos fueron los años que esta
pareja suplicó a Dios les otorgara la dicha de ser padres. Por lo que al
momento de la concepción de María estos ya eran un matrimonio mayor.
Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen y dulce nombre de
María, sentimos inmensa alegría y felicitamos a la Virgen María en la fiesta de su cumpleaños. Celebramos el
nacimiento de María, Estrella de la mañana, como la invoca San Bernardo, queriendo poner nombres a la constelación celeste que corona a la Mujer vestida de sol y
que tiene a la luna por pedestal, la dispuesta por Dios para ser madre suya.
María es la Inmaculada, la concebida sin pecado. Dios podía
liberar a quien iba a ser madre de su Hijo de toda mancha de pecado, lo quiso y
lo realizó. Ella es la sin-pecado.
María es la colmada de gracia, la amada de Dios; así la llama
el ángel Gabriel como nombre propio, y esa identidad configura esencialmente la
vida de la Nazarena.
María es la mujer creyente, la que se fía de Dios; así la
saluda su prima Isabel: "Dichosa Tú, que has creído". Ella es
nuestra madre en la fe.
María es, que abandona su propio proyecto por el que le
revela el Ángel de Dios: "Hágase en mí según tu Palabra".
María es la madre del Verbo encarnado: "Concebirás en
tu vientre y darás a luz un Hijo", el Hijo de Dios. María es la madre de
Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, es también verdadera Madre de Dios.
María es la contemplativa por excelencia, ella "guardaba
todas estas cosas en su corazón". Maestra en acoger la Palabra,
meditarla y alumbrarla.
María es la mujer servicial: "Subió deprisa a la
montaña a servir a su prima". Ella se tiene por esclava, servidora del
Señor, y de cuantos tengan necesidad de su ayuda.
María es la mujer agradecida, sensible a los dones recibidos.
No se cree con derechos y reconoce a quien es la causa de su privilegio: "Proclama
mi alma la grandeza del Señor".
María es mujer solidaria, sensible, social. La vemos actuar
en el marco de una boda de manera comprometida cuando le dice a su Hijo: "No
tienen vino".
María es la mujer fuerte, no se arredra frente a la
dificultad. "Junto a la Cruz estaba María, su madre".
María es la mujer orante; dialogó con el Ángel, acudió al
templo con angustia buscando a su Hijo, se reunió con los discípulos a la
esperan del don del Espíritu Santo.
María es la mujer ensalzada, gloriosa, colocada junto a su
Hijo en el cielo.
Por todos estos motivos, a la vez que sentimos inmensa
alegría, felicitamos a la Virgen María y nos felicitamos nosotros por tenerla como madre.
Por el nacimiento de María se enciende nuestra esperanza, el
sentido de nuestra peregrinación. Ella, Medianera de todas las gracias,
permanece en el desierto como mujer entrañable.
La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima
Virgen María, tuvo su origen a finales del S. V en Jerusalén. Como tal fiesta
es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fijada el 8 de septiembre, día con el
que se abre el año litúrgico bizantino, que se cierra con la Dormición, el 15
de agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII, con el Papa San
Sergio (687-701 d.C.) que estableció para Roma cuatro fiestas en honor de
Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la Purificación. Se
celebraba en Roma con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de
Santa María la Mayor. En el rito sirio también se celebra el 8 de septiembre,
mientras que en el copto es el 7.
El nacimiento de la Virgen María tuvo privilegios únicos.
Ella vino al mundo sin pecado original. María, la elegida para ser Madre de
Dios, era pura, santa, con todas las gracias más preciosas. Tenía la gracia
santificante, desde su concepción. Después del pecado original de Adán y Eva,
Dios había prometido enviar al mundo a otra mujer cuya descendencia aplastaría
la cabeza de la serpiente. Al nacer la Virgen María comenzó a cumplirse la
promesa. La vida de la Virgen María nos enseña a alabar a Dios por las gracias
que le otorgó y por las bendiciones que por Ella derramó sobre el mundo.
Podemos encomendar nuestras necesidades a Ella.
La Virgen María fue la primera y la mejor discípula de Jesús.
Siempre unida a su Hijo y a su misión, estuvo presente en todos los momentos
más difíciles de su vida y, particularmente en el doloroso camino hacia la
Cruz. Tenemos a la Virgen María como verdadera Madre que cuida de nosotros
desde el cielo. Ella guía nuestras personas para que vivamos la vida como
verdaderos cristianos.
Para los cristianos, la virgen María tiene un sitio en dentro
de nuestro corazón. Hasta que nació María, la tierra estuvo a oscuras, envuelta
en las tinieblas del pecado. Con su nacimiento surgió en el mundo la aurora de
la salvación, como un presagio de la proximidad del día que ya es Jesucristo.
Así lo reconoce la Iglesia en la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora:
“por tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anunciaste la alegría a todo el
mundo: de Ti nació el Sol de justicia, Cristo, Dios nuestro” (Oficio de
Laudes).
El nombre de María, en arameo Miriam, tiene tres significados
etimológicos: doncella, señora y princesa. La Santísima Virgen, que
permaneciendo doncella concibió a Nuestro Señor por gracia del Espíritu Santo
es también Nuestra Señora, y Señora del Universo; y es también princesa, por
ser descendiente de la estirpe del rey David. Pero, el significado del nombre
de María no puede reducirse a una sola interpretación. En total hay sesenta,
que van desde «la amada por Dios» a «Señora», «bella» y «estrella del mar».
Esta incertidumbre sobre el verdadero significado del nombre de María nos
recuerda el misterio de nuestro nombre. Cada uno de nosotros ha sido llamado
por Dios por su nombre.
Oración de San Bernardo:
Si se levantan los vientos de las tentaciones,
si tropiezas con los escollos de la tentación,
mira a la estrella, llama a María.
Si te agitan las olas de la soberbia,
de la ambición o de la envidia,
mira a la estrella, llama a María.
Si la ira, la avaricia o la impureza
impelen violentamente la nave de tu alma,
mira a María.
Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en
María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu
corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos
de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no
te perderás si en ella piensas.
Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada
tendrás que temer; no te fatigarás sí es tu guía; llegarás felizmente al puerto
si Ella te ampara.
En todas nuestras penas, sean del alma, sean del cuerpo,
después de Dios, hemos de concebir una gran confianza en la Virgen María. Santo Cura de Ars.
Hoy Gran Canaria está de fiestas, los grancanarios celebramos y festejamos a Nuestra Madre la Virgen del Pino, a Ella acudimos y rogamos que nos lleve de la mano para no desfallecer y avanzar por los caminos de este valle de lágrimas...
Fotografía: Internet
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