De la erupción de un volcán nos llama la atención la fuerza con que lanza la lava incandescente a miles de metros de altura y cae formando ríos humeantes. Esto puede ser un espectáculo en un lugar deshabitado, pero cuando le circunda viviendas se convierte en una tragedia difícil de olvidar y difícil de recuperar el espacio por donde pasa las lenguas de fuego. Eso esta pasando en estos momentos en la isla de la Palma. Hace seis días que un volcán en erupción ha sembrado el pánico por varios pueblos colindantes, y toda Canarias vive consternada al ver el dolor de miles de familias que han tenido que abandonar sus casas y la lava las va sepultando a su paso, dejando un panorama aterrador y a las familias desoladas, llenas de angustia y desesperación al ver que lo han perdido todo: su vida, su esfuerzo, sus sueños y esperanzas, sus recuerdos, todo desaparece de la faz de la tierra. La estela de la lava cambia la fisonomía del paisaje y por dónde pasa no crecerá la hierba.
Canaria surgida de volcanes, quizás para que no se nos olvide su naturaleza nos muestra cada cierto tiempo el poder del fuego de sus entrañas. Las rocas y los minerales de los que se compone el Archipiélago Canario son, eminentemente, de naturaleza volcánica, pero aun conociendo dicha naturaleza, nos sorprende que el magma que bulle en las profundidades de pronto suba a la superficie estrepitosamente y las lenguas de lava incandescente se va abriendo camino engullendo todo lo que encuentra en su camino.
Un volcán es una estructura geológica a través de la cual el
magma llega hasta la superficie de la Tierra durante un proceso denominado
erupción. El ascenso del mismo se produce porque se establece una diferencia de
presión o de densidad entre la masa fundida y las rocas encajantes. El origen
volcánico de Canarias está claramente latente en su accidentada morfología,
como barrancos y acantilados, que deben su aspecto a las sucesivas erupciones
volcánicas acaecidas a lo largo de los siglos, y la posterior erosión de los
materiales que los conforman.
Las Islas Canarias nacieron de los volcanes y, favorecidas
por una situación privilegiada que propicia unas condiciones climáticas
consideradas como “el mejor clima del mundo”, dieron lugar a una explosión de
naturaleza que las hace únicas. Los volcanes han dejado su huella en cada una
de las islas, formando cráteres, cuevas, coladas, calderas y mares de
lava que a día de hoy pueden ser visitados. Las más sorprendentes, las llamadas
“pahoehoe”, unas coladas volcánicas formadas por costras de lava seca que
presentan una superficie ondulada muy curiosa. También, algunas de sus playas
de arena negra o roja son únicas gracias al legado volcánico del archipiélago.
Surgidas de la corteza oceánica del Atlántico hace 30
millones de años a partir de violentas erupciones volcánicas, las Islas
Canarias son hoy una de las zonas geográficas de mayor biodiversidad del mundo,
con un hábitat puro, enérgico y salvaje. Sus 256 kilómetros de playas son
ideales para el deporte o el descanso y los entornos naturales llenos de
contraste y de vida componen un valioso ecosistema, formado por cuatro Parques
Naturales y siete Reservas de la Biosfera. Hay que tener en cuenta que los
volcanes también dan a cada isla su particular belleza paisajística. Canarias
cuenta con el índice de volcanes elevado, se estima que el número de
volcanes de las Islas Canarias es de 30. La isla con aspecto más volcánico es Lanzarote y las que más volcanes albergan
son Gran Canaria, Tenerife y La Palma…
Volcán del Teide, Tenerife:
Es el más famoso, pero no el único que nos encontramos en la
isla de Tenerife. Con sus 3.718 metros de altitud, es la montaña más alta de
toda España y el tercer volcán más alto del mundo. La diversidad de su
ecosistema hace de su ascensión una experiencia llena de contrastes. Además,
cuenta con servicios de guías para los que quieren profundizar en su conocimiento
y un refugio de montaña para disfrutar de las maravillosas vistas del amanecer.
Roque Nublo, Gran Canaria:
Se trata de una elevación rocosa muy escarpada que ya se ha
convertido en el símbolo de la isla de Gran Canaria. Junto al Bentayga, la
imponente roca volcánica se erige en el centro de la isla y se eleva 80 metros
sobre su base, a la que se puede llegar a pie a través de un agradable sendero
de fácil recorrido. Este paisaje petrificado en el paraje de las Montañas Sagradas da al lugar un misterioso estado de paz. En las medianías del noreste de la isla de Gran Canaria se
encuentra la caldera de Bandama, un impresionante cráter con flora endémica
originada por un proceso volcánico explosivo hace 4.000 o 5.000 años. También en Los Pinos de Gáldar se encuentra otro cráter más pequeño que el de Bandama, cuyo acceso se hace casi imposible por el movedizo terreno arenoso, (esto lo digo por propia experiencia).
Timanfaya, Lanzarote:
Sin lugar a dudas, es lo que más se parece a un paisaje lunar
en la Tierra. Un lugar enigmático y muy distinto, que no deja indiferente a
nadie. Este Parque Nacional representa una muestra del volcanismo reciente e
histórico del archipiélago canario. De los veinticinco volcanes que hay en la
isla, la erupción de Timafaya fue la última registrada en Lanzarote. Estalló
entre 1730 y 1736, y en 1824 estuvo expulsando lava durante seis años, lo que
dio lugar a numerosas estructuras geomorfológicas de elevado interés
vulcanológico. La ausencia de un manto de vegetación, la variedad de colores
(rojos, pardos, ocres, negros y naranjas) y la rugosidad de sus formas
confieren al parque una extraordinaria belleza. El alto valor medioambiental de
la isla, le valió el reconocimiento de Reserva de la Biosfera de la Unesco en
1993.
Montaña Colorada – Bayuyo, Fuerteventura:
En esta zona de cinco kilómetros de longitud se encuentran
varios volcanes alineados perfectamente en dirección noreste, donde se pueden
distinguir hasta nueve cráteres y edificios volcánicos que hicieron aumentar de
tamaño la isla de Fuerteventura por el norte hace 50.000 años. Se pueden
recorrer a pie o en coche a través de una senda formada por calderas y pequeños
volcanes, conocidos como “hornitos”, por donde salía expulsada la lava en
grandes cantidades, dando lugar al campo de lavas de Malpaís Grande. Ubicada en
la misma placa tectónica que Lanzarote, la vecina Fuerteventura es más conocida
por su paisaje árido, fruto de la erosión, y grandes dunas que esconden el
tesoro volcánico que formó su origen hace miles de años.
Los Órganos, La Gomera:
Este impresionante acantilado es otro de los símbolos de La
Gomera. El enfriamiento y posterior erosión de las rocas volcánicas antiguas
formaron una silueta de tubos de órgano que caen verticalmente al océano.
Aunque la isla destaca sobre todo por ser el principal exponente de la
laurisilva canaria, una masa de vegetación prehistórica propia de la región de
la Macaronesia que cubría el Mediterráneo hace millones de años y que se ha
conservado en la isla gracias a su clima excepcional siempre templado. El
bosque de laurisilva del Parque Nacional de Garajonay concentra la mitad de la
extensión arbórea madura de este tipo de vegetación en todo el archipiélago, en
unas condiciones óptimas de conservación. En 2011, la isla fue declarada
Reserva de la Biosfera en la categoría Excelente gracias a sus ecosistemas
terrestre y marino.
Los Lajiales, El Hierro:
El Hierro es otra isla con paisajes dominados por campos de
lava y volcanes, como en la zona de El Julan, donde se aprecia la actividad
volcánica más reciente, o las llamativas lavas cordadas del malpaís de Los
Lajiales, en La Restinga. La brusquedad y dureza de este malpaís es la herencia
de la actividad volcánica de hace unos 6.000 años. En la isla más meridional de
Europa, considerada hace años como el fin del mundo, se encuentra el faro de
Orchilla, un emplazamiento natural idóneo para contemplar el cielo frente a la
tranquilidad del océano Atlántico con escasa contaminación lumínica. En el
siglo XVII se escogió este punto como referencia para establecer el Meridiano
Cero, hasta que se reubicó en el pueblo inglés de Greenwich en 1885.
Caldera de Taburiente, La Palma:
Considerada una maravilla natural de La Palma, es la mayor
atracción turística de la llamada “Isla Bonita”, Reserva de la Biosfera de la
Unesco. El enorme cráter está formado de lava solidificada convertida en rocas
basálticas con un desnivel de hasta 2.000 metros. Hoy da nombre al Parque
Nacional de ocho kilómetros de diámetro e impresionantes paisajes entre los que
destacan cumbres como el Roque de los Muchachos o La Cumbrecita, al fondo de la
Caldera, con multitud de arroyos y cascadas. Ubicada en el corazón de La Palma,
la Caldera de Taburiente comparte protagonismo con el Parque Natural de Cumbre
Vieja, por el que recientemente se ha reabierto al público la Ruta de los
Volcanes, de 31 kilómetros de senderos y pistas forestales a través de volcanes
y coladas procedentes de las más recientes erupciones aéreas acontecidas en el
archipiélago, como la del Teneguía en 1971. (En el 73 visité el lugar y aún salía una pequeñita columna de humo y me senté sobre las piedras volcánicas). El último volcán de la Palma ruge desde el
pasado domingo día 19 de septiembre en Cabeza de Vaca, aún no tiene nombre;
dicha erupción está sembrando el pánico porque se ha vuelto muy violento y explosivo,
y no se sabe cuanto tiempo estará activo...
Todo lo salvaje de la naturaleza cuenta la misma historia:
los golpes y estallidos de terremotos rugientes, volcanes, géiseres, olas atronadoras,
tormentas e inundaciones, el torrente silencioso de savia de las plantas, todas
y cada una son el orden y la creación de belleza de la naturaleza. John Muir.
Fotografía: Internet
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