Un capitán de barco y su jefe de ingenieros estaban un día hablando y empezaron a discutir sobre cuál de los dos era más importante para que el barco navegara. Como la conversación se tornó acalorada, el capitán decidió que por un día cambiarían de trabajo: el jefe de ingenieros estaría en el puente de mando y el capitán en la sala de máquinas. De esta manera, comprobarían en primera persona quién de los dos era más imprescindible.
A sólo unas pocas horas de haber iniciado el experimento, el capitán salió medio ahogado de la sala de máquinas. Estaba completamente sudado y sus manos, su cara y su uniforme llenos de grasa y aceite. Corriendo, subió al puente de mando y dijo gritando:
—¡Jefe! Creo que tiene que venir rápidamente a la sala de máquinas. No puedo hacer que los motores anden.
—Por supuesto que no puede, acabo de encallar el barco—, le respondió el jefe de ingenieros con cara de circunstancia.
La soberbia asoma cuando creemos que somos únicos e imprescindibles y que el mundo depende de nosotros. En la vida estamos rodeados de personas y cada una tiene un papel que desarrollar. Tomemos conciencia de que todos somos importantes y nos necesitamos unos a otros para funcionar.