viernes, 10 de junio de 2016

Cuando la fruta no alcance

En cierta ocasión tres hombres se perdieron en la montaña y solamente había una fruta para alimentarse, casi desfallecían de hambre cuando se les apareció Dios y les dijo que probaría su sabiduría y dependiendo de la capacidad que mostraran para resolver la situación les salvaría. Les preguntó qué se les ocurría pedirle para arreglar el problema y que los tres pudieran comer.
El primero dijo:
—Pues haz que aparezca más comida.
Dios le contestó que era una respuesta sin sabiduría, pues no se debe pedir que aparezca mágicamente la solución a los problemas porque hay que trabajar con lo que se tiene.
El segundo le propuso:
—Entonces haz que la fruta crezca para que sea suficiente.
A lo que Dios contestó que no, pues la solución no es pedir siempre multiplicación de lo que se tiene para arreglar el problema, pues el ser humano nunca queda satisfecho y por ende nunca sería suficiente.
Entonces dijo el tercero:
—Mi buen Dios, aunque tenemos hambre y somos orgullosos, haznos pequeños a nosotros para que la fruta nos alcance.
Dios dijo:
—Has contestado bien, pues cuando el hombre se hace humilde y se empequeñece ante mis ojos verá la prosperidad.
Por desgracia, se nos enseña siempre a que otros arreglen los problemas o a buscar la salida más fácil. Por eso, pedimos a Dios 'exigiendo' que arregle todo sin nosotros cambiar o sacrificar nada, y como encima, somos impacientes, muchas veces parece que Dios no nos escucha, porque pretendemos que Él arregle nuestros estropicios para nosotros salir ganando, pero eso es ser egoístas. Deja de mirar tu ombligo y verás muchas manos abiertas.
Seremos felices el día que aprendamos que la forma de pedir a Dios es reconocernos débiles, hay que ser humildes y siendo mansos de corazón podremos comprobar que Dios sí nos escucha y ante nuestros ojos veremos la prosperidad de su oído atento.

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