El planeta tierra, el mundo que habitan los hombres, no es un mundo, son muchos mundos. Mundos marcados por las tragedias y las injusticias, por los estatus sociales, o sea, por el dinero: «tanto tienes, tanto vales». El poder no está en ser sino en tener y el que más tiene es el que manda, amordaza y maltrata…
A Europa se le conoce por el primer mundo porque ha sido la descubridora de otros mundos. Esos mundos ya existían y su gente vivía tranquila sin pretender salir más allá de sus fronteras, pero allá llegan los descubridores, a perturbar y avasallar, ultrajando y expoliando. Los relatos desgarrados de las víctimas martirizadas por esos salteadores son estremecedores; espeluznantes crímenes contra la humanidad se cometieron y se sigue cometiendo. El mundo civilizado se ha aprovechado de los mundos de los que ha abusado.
Hoy somos gobernados por depredadores que siembran el miedo imponiendo su ley: la ley del más fuerte. La corrupción y las guerras son métodos de explotación que asolan a los pueblos y los sumen en la pobreza y la miseria, y sin mayor diferencia entre dictaduras y democracias.
Los pueblos, ayer y hoy, fueron, son torturados y masacrados por ‘los descubridores’. Esos usurpadores se creen dueños de la vida y de la muerte de sus semejantes y los someten a las más viles vejaciones. En el mundo viven millones de personas que han sufrido y sufren el horror y el terror de villanos sin escrúpulos. El explotador avaricioso es déspota, la sensibilidad no le funciona y el egoísmo no le deja ver más allá de su ‘yo’. Son el centro de su propio universo, pero el universo existe, es un universo universal donde miles de millones de almas tienen que subsistir. Por eso hay que respetar la vida que le pertenece a cada ser humano, y aceptar y compartir lo que ofrece la tierra donde habita…
No hay continente que se libre de nombres propios que sufren hambre, pobreza y miseria, pero quizás en África se dan unos de los mayores índices de pobreza. El hambre azota a la mayoría de sus pobladores y tras esa tragedia está la sequía, las disputas étnicas, las religiones, las guerras y, sobre todo, la explotación de tiranos: sátrapas que ‘gobiernan’ sin piedad sobornados por expoliadores que llegan para usurpar las riquezas que les pertenecen por derecho. Esos saqueadores les dejan el hambre y se llevan el pan.
De la riqueza de África conocemos las explotaciones de las minas de diamantes en Sudáfrica. Las explotaciones del coltán, el oro gris, un mineral que envenena y por lo que el Congo está en guerra. Pero hoy les hablo sobre la explotación del oro en Sudán: historias de tragedias humanas, de dolor y muerte, donde los gobiernos están detrás enriqueciéndose a costa de la vida de su gente.
Decía Ryszard Kapucinski que: «África no es un país… Salvo por el nombre geográfico, África no existe».
Y Lola Huete añadía. «Desde Europa, acostumbramos a simplificar su realidad hasta hacerla una y pobre, catastrófica y dependiente. Pero África es un continente: 55 países, mil millones de personas, multiplicidad de mundos, etnias, voces, culturas… África heterogénea y rica contada desde allí y desde aquí».
Con el título ‘El oro asesino de Darfur’, escribió Chema Caballero la historia del oro:
La zona de Jabel Amer, en Darfur occidental, Sudán, puede parecer uno de los rincones más perdidos, pobres e inhóspitos del planeta con sus caminos de tierra y sus chozas de barro. Sin embargo, en su subsuelo encierra grandes yacimientos de oro. Y este recurso natural, como ocurre en tantas otras partes de África, se ha convertido en la maldición de la zona.Hace unos años que este metal ha comenzado a alterar la naturaleza del viejo conflicto, una lucha étnica y política. Este mineral tiene que ver con los choques internos entre miembros de la tribu árabe de los Abbalas y entre éstos y los de la de Beni Hussein, que ha causado muertos y desplazamientos.En el pasado, las tribus árabes de la zona fueron armadas por el gobierno de Jartum para suprimir a los insurgentes y empezaron a utilizar esas armas para controlar las minas. Los grupos rebeldes que se oponen al gobierno también quieren el metal.Naciones Unidas tiene pruebas de que el gobierno de Sudán es cómplice de la violencia desatada en la zona para controlar las minas, aunque, evidentemente, este lo niega. Hasta el año pasado, el conflicto de Darfur enfrentó al gobierno de Jartum y sus aliados, las milicias árabes, contra tres grupos rebeldes. Ahora las cosas han cambiado y las tribus árabes aparecen divididas y luchando unas contra otras. El actual repunte de la violencia en la región se debe a la secesión de Sudán del Sur, acontecimiento que llevó a que Sudán perdiera gran parte de su producción de petróleo y que su economía sufriera grandemente, y para compensar la pérdida de beneficios generados por el petróleo, Jartum ha animado a sus ciudadanos a buscar oro. Ahora, medio millón de excavadores recorre Darfur y el norte del país con detectores de metales y picos según el ministro de minas. Esta fiebre del oro ha ayudado a aumentar la producción de este metal en un 50%, consiguiendo más de 50 toneladas, con lo que Sudán se ha transformado en el tercer productor de oro africano, por detrás de Sudáfrica y Ghana e igualándose con Malí. Las exportaciones de oro se han convertido en el salvavidas de Sudán, brindando al gobierno unos 2.200 millones de dólares el año pasado, lo que representa más del 60% de todas las exportaciones del país. Pero, alrededor de un cuarto de la producción anual de oro sale de contrabando del país, lo cual supone para el gobierno millones de dólares en perdidas, pero el oro está manchado de sangre…
Unos ponen en riesgo su vida buscando oro y los estafadores, malévolos, los engañan con migajas. La avaricia es igual en todo hombre y el fin es el mismo: poseer montañas de dinero. La variable está en las formas: unos matan y otros, desde despachos, roban a manos llenas… y quedan impunes.
Entre más tienen más quieren, porque ‘la plata’ empobrece…
Cuenta una antigua alegoría, que una vez un hombre muy rico fue a pedirle consejo a un sabio. El sabio lo tomó de la mano, lo acercó a la ventana y le dijo:
—Mira.
El rico miró por la ventana a la calle. El sabio le preguntó.
— ¿Qué ves?
El hombre le respondió:
—Veo gente.
El sabio volvió a tomarlo de la mano y lo llevó ante un espejo y le dijo:
—¿Qué ves ahora?
—Ahora me veo yo.
—¿Entiendes? En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio, pero el vidrio del espejo tiene un poco de plata, y cuando hay un poco de plata uno deja de ver a la gente y comienza a verse sólo a sí mismo…
Riquezas de África… Oro, diamantes y «la sed por el oro, socava el decoro». Guerras, asesinatos, venganzas y odios bañan de sangre tantos lugares de África y otros tantos submundos del mundo. Miremos a través del alma pura, con ojos limpios y cristales sin plata, transparentes, para poder vernos unos a otros como iguales, con las mismas aspiraciones y necesidades.
Necesitamos de gentes que agiten conciencia y de Leyes que hagan justicia a tanto desventurado que ha caído en manos viles de gente explotadora, malhechora y repugnante…
La verdad es que hay hombres tan pobres que sólo tiene dinero y el que tiene mucho dinero no ha sido ganado con el sudor de su frente, lo han sudado otros. Yo creo que «a más oro, menos reposo». Y «El oro hace soberbios, y la soberbia, necios».
Decía Henrik Johan que: «Buscar el yo en el poderío del oro es edificar sobre arena». El avaro siempre quiere más, nunca le basta, porque su vacío no lo puede llenar ni todo el oro del mundo…
Fotografía: Adriane Ohanesian (Reuters) vía yagazieemezi.tumblr.com.
No hay comentarios :
Publicar un comentario