El amor es paciente; afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.(1 Corintios 13, 4-13).
El amor es la fuente donde mana la vida terrenal y la que trasciende. El motor que sustenta y por lo único que merece la pena vivir. Para que el amor resplandezca se necesita la luz de la Fe, la generosa Esperanza y la fuerza de la Caridad. Señor Jesús, cuando me veas abatida por mi poca fe, ayúdame a levantarme.
¿Qué es la fe? La fe actúa por el amor. La fe es la manera de tener lo que esperamos y el medio para conocer lo que no vemos; es un don de Dios. Es como una semilla: se siembra, germina y se va desarrollando. Arar, sembrar, esperar… Necesita tiempo, como los árboles, como el mismo crecimiento de la persona. La semilla enraíza en el corazón y sus frutos son ofrecidos con alegría en gestos solidarios. Las personas generosas y bondadosas son personas que saben amar. «Si me falta el amor, nada soy…»
Como diría un predicador: El mundo ha querido ensayar definiciones de lo que es el amor con frases y gestos como: Amor es sorprender con un regalo. Mirarse a los ojos y decirse ¡te quiero! Sí, todo eso está bien, pero no debemos confundir las muestras de afecto con el verdadero amor.
La palabra «amor» que se menciona en el capítulo 13 de los Corintios, en griego «ágape», significa amor en su expresión más sublime, amor de sacrificio, amor de aceptación. Es la misma que Jesús usó cuando le dijo a Pedro: «Simón, (hijo de Juan) ¿me amas más que éstos?» Pedro se pone triste porque Jesús sabe que le quiere, luego piensa que Jesús duda de su amor y por eso se lo pregunta, Pedro le dijo: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Hoy el hombre se ha revestido de incredulidad en una sociedad deshumanizada. Necios, escépticos, viven de apariencia y la permisividad lleva a la perversidad; he ahí los pilares sobre los que se asienta su rebeldía para aprisionar la verdad y entregarse al ‘príncipe’ de este mundo, pero este no ofrece más que vacío y no hay mayor vacío que el hambre espiritual, ese hambre que lleva a la desesperación y a la más triste soledad.
Estamos en tiempo de reflexión, de reconciliación y de perdón. Decepcionados frente a todo lo mundano, se nos presenta una oportunidad hermosa para mirar en nuestros adentros, ahí donde palpitan nuestras emociones para detectar cómo nos sentimos y cómo gestionamos nuestros sentimientos. Calibrar nuestro comportamiento con los semejantes como un valor más, no como un intercambio ‘favor por favor’. Demos sentido a la vida y recuperemos la alegría de vivir. Hagamos oídos sordos al bullicio mundano, apartémonos de esos que dicen que creer es de retrógrados y dejemos actuar en nuestro interior al espíritu que da sentido a lo que no podemos entender. Una voz nos llama para que no nos desesperemos. Acerquémonos y abracemos ese cuerpo maltrecho y ultrajado por cargar con nuestra culpa. No más indiferencia y dejemos que la voz liberadora aplaque nuestra soberbia para que tomemos conciencia de este gran misterio: Pasión y Resurrección.
Estamos en Cuaresma, un tiempo donde el amor se magnifica. Un amor que contagia y nos devuelve la esperanza. Estamos faltos de amor y la situación que nos rodea no es nada esperanzadora; lo que estamos viviendo no se parece en nada a lo que esperábamos, pero no retrocedamos, vivamos firmes en nuestros principios.
Escuchemos nuestro espíritu, y que nada ni nadie nos desvíe del camino que nos indica. El espíritu es sabio y sabe de dónde venimos y a dónde vamos. Dejemos que vaya en busca del fuego, ese fuego que arde y no consume, que se nutre y se aviva con más amor. Amor gratuito y liberador…
El verdadero amor, cuando está en nosotros, se alegra y complace con la verdad. Seamos diáfanos en el actuar y sinceros en el hablar, y alegrémonos en Cristo resucitado. Él es el camino, la verdad y la vida… No hay mayor amor que el que entrega su vida por los demás, esa es la grandeza del amor: yo por ti, porque te quiero, doy hasta mi último aliento… Sólo Dios podía hacernos comprender esto, y lo hizo a partir de sí mismo, de su entrega hasta morir por Amor.
Recuerda… «No es tan importante lo que te ofrezca la vida, sino lo que aportes. Todos tomamos distintos caminos en la vida pero no importa a donde vayamos, tomamos un poco de cada quién. Las estrellas no luchan para brillar, los ríos no luchan para fluir, y tú nunca tendrás que luchar para sobresalir en la vida, porque te mereces lo mejor». Para sentirnos bien, elijamos lo mejor…
Fotografía: Khánh Hmoong, cc.
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