jueves, 19 de abril de 2012

Las malas intenciones (II)

Dos hermanas cogidas de la mano a los pies de una cama.


«Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin». Antoine de Saint-E.

No vivo anclada en el ayer, vivo felizmente cada momento, aunque rescatar la memoria es sano porque nos asienta los pies. Siempre digo que yo no tengo pasado, tenga una vida llena de vivencias que no me pesan, forman parte de mi existencia y han forjado el ser que soy.

Todos tenemos pasado, pero cuando se dice que alguien tiene un ‘pasado’, es algo mal intencionado porque se refiere a una vida turbulenta y nada ejemplar, por eso el ‘pasado’ es como una carga, un lastre, algo de lo que te arrepientes y quisieras olvidar, porque reconoces que hubo sufrimiento y dolor, o porque te avergüenzas de tu forma de actuar y proceder.

Si te pesa tu pasado, nada puedes hacer, sólo te queda aceptar lo que pasó. Pero no te obsesiones, aprende la lección y vive la vida que te queda por vivir. Los fantasmas de tu pasado forman parte de tu vida: no se los cargues a nadie, esos espejismos te llevan a alucinar y te harán distorsionar la realidad para perjudicar a inocentes de tu entorno.

Venimos de la historia de unos hermanos, donde el rencor y la envidia se colaron para ensuciar y romper lo que los padres dejaron limpio y unido. Unas hicieron el trabajo sucio y otros, sin cuestionar nada, se sumaron a los fingidos amores envenenados con mentiras, traiciones y quebrantaron, profanando el hogar paterno para desacreditar a Flor. ¡Ay, qué pena…! La unión hace la fuerza, pero qué hipocresía cuando esa unión es para utilizar las ‘malas artes’ con la intención de dañar la integridad de un ser de tu sangre.

Soya tuvo un percance que la llevó al hospital, todos se volcaron en apoyarla y mimarla. Flor se brindó a acompañarla y por las mañanas iba a relevar a la pareja que se quedaba por la noche. Todo transcurría con aparente normalidad, tampoco era el momento de limar asperezas, aunque a Soya se le vio las ganas de liarla cuando llegó la hermana Olva. Para demostrarle a Flor que todos están con ella y mostrar su poderío, sin venir a cuento, habla de un hecho horrendo cometido en la familia, aunque no le daban importancia. Sin embargo, estaba mal que Flor lo comentara. Gimiendo falsamente, espetó a Flor:
—Tú le dijiste a Vari que yo me acosté con fulanito…
Flor le dijo que no podía creer que Vari quisiera ganarse el aprecio mintiendo y que la verdad de esa conversación vino dada, porque Vari contó que le contaron el por qué las hijas se habían distanciado. Flor le explicó el verdadero motivo y no lo que, maquiavélicamente, fue preparado por la hija y la mujer para desacreditar a la prima.

Su hija no era ninguna ‘santa’ y tenía mucho recorrido cuando hizo de malvada celestina. En la conversación con Vari, Flor quiso saber si además, le contaron un hecho muy grave acaecido en la familia, pero no, el ensañamiento era claro, iban a por Flor y la hija… Se evidenciaban las malas intenciones. Acto seguido, Soya, con el mismo falso gimoteo, contó algo que no era verdad relacionado con la madre. 
—Mamá el día que se marchó me dijo que me quería... 
Para comprender la pretensión de Soya con esta frase, hay que saber lo que hizo sufrir a su madre.  
Flor se preguntaba qué pretendía con aquella puesta en escena, pues no era ni el momento ni el lugar, pero la desmintió, porque a las mentiras no se le puede dejar espacio:
—¡Eso no es verdad! Mamá no te dijo eso porque estaba bajo sedación y no podía articular palabra. Fui yo la que te dijo que hablaras con mamá, que ella te escucharía y le pidieras perdón por todo el daño y el sufrimiento que le hiciste pasar. Y cuidé de que nadie entrara mientras hablabas con ella. 
En ese momento, Vita con la cara llena de ira miró a Flor y le dijo:
—Eres la vergüenza de la familia.
¡Mira quién vino a hablar…! Ella que no es ejemplo de nada y que hizo sufrir tanto a sus padres..., pero esa es otra historia para contar…

Días después vino la hermana Sita, que vivía lejos. Llegó deseosa de abrazar a Soya, pero al entrar, como una mesa impedía abrazarla tuvo que rodear la cama. A los pies estaba Flor y como Sita ni siquiera la había mirado, Flor se apartó para que pasara, pero al pasar le recriminó que no hiciera por saludarla, ¡como si ella no hubiera contribuido al deterioro de la relación! Vino con el hijo pequeño, Flor lo miró y le hizo un guiño pero no le dijo nada al niño, porque no sabía cómo iba a reaccionar debido a que un tiempo atrás, el padre estando en casa de un familiar, al llegar Flor se escondió para no verla, pero puso al niño de vigilante: el niño asomaba despacito, miraba a Flor y se iba corriendo. ¿Qué pasaba? Que todos habían hecho piña para despreciar a Flor, pero los despreciables eran ellos. Flor con su paciencia y capacidad de aguante seguía poniendo la mejilla.

Después de ese desagradable hecho, Flor puede pensar que algo negativo se le inculcó al inocente niño y por prudencia, no quería saludarlo, porque visto lo visto pudiera ser que se lo hubieran prohibido, ya que la doblez de corazón no deja ninguna alternativa para que se pueda ver la verdad…

La empatía aúna en un solo pensamiento. Lo peor es cuando esa unión está cargada de maldad, envidia y mentira. Sita y el marido le guardaban a Flor que saliera en defensa de su madre cuando éste le increpó y se sentían con derecho a pisotearla. También creían que estaba en deuda con ellos. La hija de Flor fue a estudiar al lugar dónde ellos vivían y los tres primeros meses estuvo en su casa, aunque esos tres meses fueron pagados (cobrados por el marido de Sita). Aún así, Flor les estaba agradecida porque durante el primer curso los fines de semana los pasaba en su casa, no así en los siguientes cursos…

Volviendo al Hospital… Al día siguiente Flor fue a ver a Soya y estaba Sita y Vita, la tensión se palpaba. Las tres se miraban cómplices, pero Flor no tenía porqué agachar la cabeza. Las tres hablaban y pasado un buen rato, viendo Flor que Soya estaba atendida dijo que se marchaba, pero Sita, como esperando el momento, saltó irónica y menospreciando. Vita como si lo hubiera ensayado, dio la vuelta y se fue a su puesto de trabajo. Como Sita increpaba a Flor diciéndole que era una niña de patio de colegio, esta le dijo que ellas sí eran las de patio de colegio, ahí conspiraban cegados por la sinrazón. La ira se adueña de Sita y alzando la voz insultaba a Flor. Soya haciendo que llora pone el broche de oro, dramatizando el momento gimotea y Sita defensora del falso dolor le dice a Flor:
¿Ves? ya la hiciste llorar
Y con la misma, pegando gritos echó a Flor:
¡Fuera de aquí! ¡Fueeera!
Flor se marchó del Hospital y las dejó; una dando gritos y a la otra gimoteando… La cólera ha anidado en sus corazones. ¡Vaya paciencia la de Flor!

«Los dioses de la venganza obran en silencio». Fried Schiller.

¿Qué bulle dentro de un corazón para actuar con tanta rabia? Seguro que no tienen cargo de conciencia por su tiranía. Sita llevaba tiempo regañando a Flor y culpándola de algo que no era cierto. Flor no podía hacerle frente, no entendía tanta inquina ni el por qué de las reprimendas de las hermanas. Es más, la culpaba de no estar atendiendo a Vita, a la que llevaba ‘sirviendo’ veinte años. La una fue llorando y la otra, cual ‘madraza’, ataca injustamente. Antes de hablar hay que escuchar todas las versiones y no dejarse llevar por la ira. Era como una pesadilla, todas se sentían con derecho a humillar y como no les bastaba incitaron a que los hermanos se sumaran a la ‘orgía del desprecio’. Flor derramó tantas lágrimas que llegó a debilitarse.

El desconsuelo se fue adueñando de Flor y las fuerzas flaqueaban, y aunque fue perdiendo la confianza en sus hermanas, aún tenía la esperanza de que el mal sueño se disipara. Por otro lado pensaba, que mientras unas bailaban con la mentira, ella podía sonreír al viento hasta que llegara el momento de cruzarse las miradas…

El objetivo de Chela la envidiosa, era que despreciaran a Flor y lo consiguió. Le atribuía lo que ella padecía: celos y obsesión. Flor era su obsesión y urdió un entramado de mentiras y calumnias para manchar su nombre. Su estrategia era el chantaje emocional, con lágrimas de cocodrilo fue acaparando toda la atención. Puso en boca de Flor cosas que nunca dijo para que la odiaran. A Flor nadie preguntó nada, se le acusaba y cuando quiso poner las cosas en su sitio salieron como fieras en defensa de Chela: como borregos se fueron aliando a sus malas intenciones. Flor con el corazón roto pero la cabeza alta, se aferra a la esperanza de que más tarde o más temprano triunfará la verdad; esa que no falla y que permanece intacta a través de los tiempos para hacer justicia.

A estas hermanas les pesaba su pasado y no perdonaban a Flor que tuviera otra mentalidad y conducta, y lo unida que estaba a sus padres, por eso urdía la venganza en esas mentes tenebrosas: Sita, Soya, Chela y Vita, de ésta última decía su padre 'que no tenía corazón' y se convirtió en la líder aglutinadora de las malas vibraciones. Flor aun percatándose de las malas intenciones de la ‘secta’, esperaba que todo acabara, sin más, aunque prudentemente opta por alejarse de ese entorno tan inhóspito para poder sobrellevar la situación. Para soportarlo, desde el desapego, se reviste de indiferencia y de esperanza, ya que seguía esperando las razones a ese comportamiento tan hostil.

Chela era tan hipócrita que para aparentar afecto y cierta calma, se acercaba a tomar de las manos a Flor, pero los temblores la delataban y Flor con toda razón le decía: «¡No me toques!» Aún frente a la ignominia de tan malévola astucia, Flor por la memoria de lo que más quería, esperaba que todos se dignaran a sentarse para abrir sentimientos y dar razones de la mala praxis. Las diferencias se discuten, aún soportando quince años de acciones humillantes y denigrantes.

Pienso como Amado Nervo: «Si una espina me hiere, me aparto de la espina pero no la aborrezco».


Fotografía: kT LindSAy, cc.

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