jueves, 5 de abril de 2012

Las malas intenciones (I)

Mujer con mirada malvada.


Dijo Cicerón: «El hombre que cultiva su campo no piensa en hacer mal a nadie».

Intención, determinación o voluntad de hacer ciertas cosas que encubre un propósito no manifiesto, que está oculto y no se nota. La intención es un acto libre de la mente por el que ésta entra en relación con el objeto, y cuando son maliciosas, puede llevar a proceder de manera solapada comportamientos que ocultan doblez en las acciones y malas intenciones en los hechos.

La vida da sorpresas y con sorpresa recibió aquel matrimonio que tenía su casa llena, un par con doble pan debajo el brazo. Las iguales se criaron sanas llenas de atenciones y cuidados. Pasaron los años y fueron creciendo con el calor familiar en un ambiente lleno de niños alegres y bulliciosos.

Aunque parecían iguales, no lo eran tanto: una era muy atrevida; la otra, con sus limitaciones mentales, se sentía menos capaz y se encerraba en su timidez. Mientras una vivía disfrutando, la otra se retraía por sus miedos. La una era libre dejándose llevar sin prejuicios y se jactaba diciendo: «A mí que me quiten lo bailao». La otra, presa de sus complejos de inferioridad se impedía vivir y sufría sus temores. Esos fantasmas creados marcaron la niñez y juventud de una mujer inmadura con la autoestima baja por sus propios miedos.

Posiblemente sea fruto de sus inseguridades, esa necesidad de buscar a alguien en quien descargar la ira y el rencor, pero es injusto que se ensañen con los que te quieren y que no han hecho más que ayudarte en lo cotidiano. Primero se lo hizo pasar, realmente mal a su madre y después, a la hermana más afín a su madre. Se hace difícil entender que un hijo haga sufrir a una madre a conciencia. Quien no sienta lástima por las lágrimas de una madre es un insensible sin corazón, en su lugar tendrá una piedra; sólo así se puede entender el por qué no sienten compasión ni pena por la mujer que le dio la vida. Lo peor es que con el tiempo parece burlarse y sin remordimiento alguno, se exaltan y se presentan como hijos dulces y amorosos, y ellos mismos se recuerdan en el mejor marco familiar. La realidad de lo que pasó, no la cambia el recordar supuestas historias idílicas, obviando los sinsabores y amarguras que impidieron que sus padres se sintieran contentos y orgullosos de unos hijos que no seguían las enseñanzas, éticas y morales, como ejemplo a seguir; a esos hijos hay que recordarles que, la realidad está grabada en la quietud del tiempo…

La vida pasa y nos va dejando las heridas propias de la existencia, pero para que cicatricen necesitas el apoyo de la familia que te quiere. En la unión de los hermanos se mantiene el calor de la ausencia de una insustituible madre. Siempre hay un hermano con la capacidad especial aglutinadora, para que la comunicación no se rompa y hace de hilo conductor que refuerza los vínculos y llega a conseguir que los lazos se reafirmen. La sangre llama a la sangre y hay necesidad de estar interrelacionados para apoyarse y ayudarse en cada momento. Lo peor es cuando ves que la unión está consolidada pero, vas cayendo en la cuenta que subyace un aura inquietante. Observas con discreción para detectar algo que te confirme la sospecha y descubrir esa ‘mano negra’ que presientes, pero tampoco quieres delatar lo que intuyes para mantener la fiesta en paz y no crear mal ambiente. Aunque se manifiesten las malas intenciones no quieres evidenciar nada.

Flor al ver que encima de que quiere asfixiarla lo niega, no le queda otra que alzar la voz para que la verdad circule, porque va con muy malas intenciones… Llevas tanto tiempo lanzando dardos envenenados y maquinado para que odien a una hermana con injurias, calumnias, y tergiversando sus palabras para dañar su integridad moral. Sé que no estás sola, están las que se han unido con el mismo objetivo... ¿Cómo pueden mirarse a los ojos sin despreciarse por ser como son? La misma miseria las ha unido más si cabe y el odio de los muertos que respiran, termina oliendo mal.

Pobre tú, Soya, que no sentiste el placer de compartir con tu madre tus sueños y risas, ni en su débil salud le hiciste llegar palabras de aliento, ni le ofreciste tu calor en sus últimos momentos, sólo desaires, desprecios y frías palabras, duras en su eco y que ella dejó escritas en notas tristes, llenas de dolor lacerado con la melancolía desolada de su eminente despedida. Cocinaba para chuparse los dedos y la humillaste despreciando su comida. Pobres todos, cuando guiados por Vita, la más vieja se atreven a decir: «Yo volvería a hacer lo mismo que he hecho…» No, no vuelvas a hacer lo que tanto hizo sufrir a tu madre, ten compasión. No digas que si hoy viviera se sentiría orgullosa —¿de tí?—. Sé que lloró lágrimas de sangre y así terminó sus días. Decía Flor: «Del dolor de mi madre no se ríe nadie…» El dolor de su madre es su dolor, porque sus lágrimas son la sangre de su alma.

Las relaciones no siempre son fáciles cuando llevados por envidias y rencores se interponen las malas intenciones. En la vida hay que saber manejar las frustraciones para poder canalizar los puros sentimientos. Soya en sus adentros se la tiene sentenciada a Flor y con astucia ha traicionado los lazos de sangre, utiliza doble rasero para pulsar los ánimos. El tiempo pasa y pasan cosas increíbles… Esta es la historia de un regalo, un regalo envuelto de malas intenciones.

Las relaciones no eran tan cálidas, se habían sucedido una serie de situaciones desagradables que iban restando frescura y daba paso a la desconfianza. Cumplió años Flor y Soya, entre lo festivo y lo distante, la felicitó telefónicamente y le dijo que tenía un pequeño detalle. Como lo cortés no quita lo valiente, Flor fue a recoger el regalo y la conversación, aunque en apariencia distendida era tensa, entre la ironía y los reproches se dejaba ver el distanciamiento existente, tanto, que Soya en un arranque de ‘teatro’ empezó a dar gritos llamando al padre:
—¡¡Paaapáaa…!!
Recorrió un pasillo hasta su habitación, donde boca abajo en su cama seguía dando gritos. Flor sorprendida por el espectáculo intuía que era una forma de acaparar su atención, pero aun así no entendía el porqué de aquella actuación; se acercó y le dijo:
—¡No entiendo nada! Me voy. Te deseo lo mejor, que todo te vaya muy bien y hasta siempre —y se marchó sin el regalo.
Ese episodio (tergiversado) sirvió como arma arrojadiza contra Flor. La historia era, que Flor fue a su casa a hablarle mal y le dijo barbaridades de sus hermanos para hacerla sufrir y se marchó y la dejó 'sola con su dolor'. Soya descubrió que los falsos testimonios que vertía contra Flor, irritaban e indignaban y suscitaba la ira y el desprecio de la ‘panda’ y, paradójicamente, la rabia los une más.

Las acusaciones eran como una venganza aliñada con imaginación para perjudicar a Flor. Fingía llorar a ‘moco tendido’ para dar lástima y chantajear emocionalmente y se sentía satisfecha por conseguir su objetivo: centrar la atención y une complicidades. Un día Soya comentó que una de sus hermanas se parecía a su madre, cosa que no sería de extrañar, pero no ha tenido esa suerte. Flor le dijo que no se parecía en nada, que su madre era: «más guapa, más elegante, más hacendosa, más ordenada y mejor persona». Pues, cosa habitual en ella, con tan mala intención distorsionó la historia para crear un cisma. Fue diciendo que Flor había dicho que: «era fea, coja, maloliente y mal vestida». Nada que ver ¿verdad? Pues a todos les hervía la rabia contra Flor.

En otra ocasión intuyendo que se iban a reunir para comer y que por la tarde iban al aniversario del padre, Flor llamó a Soya —que iba saliendo a la comida— para decirle que no más hipocresía y que para no alimentar esa farsa no iría esa tarde. Si no estaban juntos en la comida no tenía sentido hacer el pariré por la tarde de ir a rezar con el alma distante. Soya como buena actriz, gimiendo amargamente decía: «Papá nos quiere a todos». ¿Y quién habló sobre eso? Cortó el teléfono y al parecer, con todas sus malas intenciones, llegó llorando a la comida y abrazando a los hermanos puso en boca de Flor palabras no dichas y todos lloraron de rabia al grito de «¡Papá nos quiere a todos!» Al día siguiente el hermano mayor llamó a Flor para decirle: «Me tengo que marchar, pero quiero hablar contigo para dejarte las cosas claritas...» — y Flor le dijo que si le iba a poner los puntos sobre las íes, aunque a él le faltaran todos los puntos—. Flor entendió que eso era consecuencia de las mentiras de Soya.

La situación no era agradable. Flor le hizo saber a Soya que actuaba con mucha maldad y ella irritada le gritaba que fuera al psiquiatra que estaba loca. Los hermanos aducidos por la sinrazón de quienes llenos de rencor contaminaron su inocencia, ya no eran de fiar. Flor ni llamaba ni quería encuentros porque la hipocresía anula lo bello, aunque a todos les había hecho saber, que para volver a la normalidad en las relaciones había que hacer un acto de humildad y desenmascarar las malas intenciones con que se actuaba.

Volviendo al regalo, pasaron varios años y el regalo que no fue entregado —episodio ya relatado— fue protagonista de otro cumpleaños. Siete meses antes Soya tuvo un accidente y Flor se ofreció para acompañarla y todos los días iba al hospital. Meses más tarde, Flor con problemas de salud ingresó unos días en un hospital, Soya ni la llamó, posteriormente, Flor para darle solución a su enfermedad tuvo que viajar a otra provincia lejana. Fue intervenida quirúrgicamente y de regreso, Soya no la visitó y eso que estuvo varias veces junto a su casa. Llega el cumple de Flor, Soya la felicitó por teléfono y quince días después se vieron a cuarenta kilómetros de donde vivían. ¡Imaginar la escena! En la Plaza del pueblo y en medio de la gente le entrega una bolsa. Flor estaba hablando con una amiga, distraída la tomó pero preguntó el por qué. Ella respondió:
—Es tu regalo de cumpleaños y tengo otros dos para darte.
Flor le recriminó:
—¡Si mi cumpleaños fue hace dos semanas!
Pero sopesando la situación, reaccionó y le dijo:
—Llévatelo y ya me das los tres juntos.
Soya se dirige a la amiga de Flor y para que se diera cuenta del detalle, le dijo:
—Mira, es su cumple y no quiere el regalo.
Flor le dijo:
—Mi cumpleaños fue hace dos semanas y la historia es muy larga.
Flor se decía una y otra vez: «Esto no se cree… Hace siete meses que no nos vemos y he estado enferma. El cumpleaños se había pasado de días, pero ¿cómo sabía que me iba a encontrar a 40 km., para cargar con el regalo? ¿Por qué el empeño de que la viera la gente?»
Claro, Soya que manchaba con mentiras el nombre de Flor, quería que la gente viera lo buena hermana que era, por eso decía: «Es su cumple y no quiere el regalo que le hago». Así Flor quedaba mal…

Flor se llevó la bolsa aplastada para no gritar la verdad. Varias semanas después Flor fue a casa de sus padres, (aunque los padres estaban en el cielo, la casa quedó para el disfrute de todos los hermanos, pero la vivía Soya) esperando que Soya le diera una explicación, porque la situación era tan embarazosa como increíble. Flor puso en duda su cariño y le dijo:
—Si quieres a una hermana no estás siete meses sin verla, ni siquiera en momentos delicados de salud. Y si realmente quieres a una hermana, el mismo día del cumpleaños la abrazas y le das el regalo…
También le recuerda todos los episodios despreciables, sus mentiras, calumnias y conspiraciones. Soya reconoció y confesó:
—Esto se nos ha ido de las manos.
Estaba claro, llevada de la rabia se había ensañado sin piedad. Flor le preguntó «¿Por qué me tienes tanta inquina?» Soya es consciente de lo que siente, dijo ser una cobarde y pidió disculpas y perdón, y como testigo, su pareja. Nada de cobarde; su corazón y su lengua destilan rabia y la escupe fingiendo un drama. Cuando está con el grupo de hermanas se crece, pero sola es débil, por eso se disculpó, y ¿qué se esconde detrás de «¡esto se nos ha ido de las manos!»?

Con humildad y con la misma valentía que reconoció su maldad, Flor le pidió una reunión familiar para que confesara ante los demás el daño de su intenciones. Pero por ahí no quiere pasar, hay que buscar otra manera:
—¿Por qué tiene que ser cómo tú dices?
—Mira, los errores se asumen y se reconocen, no hay otra forma…
Soya le ha confesado a Flor que la admira por su forma de ser, por la firmeza en sus decisiones, por la claridad que se manifiesta sobre lo que le gusta y quiere y la seguridad con que defiende lo que cree… pero luego, para defenderse la ataca y le dice que le tiene miedo porque la acorrala. Flor habla con la verdad y soya lo sabe, por eso se escuda en con hipocresía y mentiras. Podría ser sincera… ya ella la acorralan sus malas intenciones.

Qué hermosa es la verdad: me proporciona paz y tranquilidad. Por eso es mi aliada y aunque tú la quieras enterrar siempre aflorará, te dará de cara y desenmascara a la de allá y a la de acá. Ninguno puede dar lecciones, pero contagiados de rabia y empujados por el odio son guiados por la sinrazón y como líder, la más vieja que llena de ira y rencor es muy mala consejera, pero esta es otra historia…

«El buen hermano te hiere con la verdad, pero jamás te destruirá con la mentira, y siempre te tenderá la mano aunque no te la merezcas».

Para reflexionar… Cómo no caen en la cuenta de que las mentiras vertidas evidencia una gran verdad. La verdad de tus mentiras te desnuda y deja al descubierto a un ser vil y miserable, un ser pobre sin sentimientos, sin sangre en sus venas y sin latido en el alma… Y la persona que escucha tanta historia inverosímil —aun dudando— se creen en posesión de ‘altos secretos familiares’ y sin embargo, han sido utilizadas para descargar la ira y venganza de seres despreciables. ¡Qué pena! A los que van por la vida actuando con maldad y malas intenciones… "Que Dios se apiade de ellos y los coja confesados".

Las malas intenciones (II).

No hay comentarios :

Publicar un comentario