«España, camisa blanca de mi esperanza, a veces madre y siempre madrastra…» Una de las mejores canciones de Ana Belén, letra de Víctor Manuel.
Alguien dijo: «El hombre está condenado a venir de la nada y caminar hacia ella», pero yo digo que no, que nadie viene de la nada y en «Cada niño nace la humanidad» y «Pido la paz y la palabra, para ser hombre entre los hombres».
España tiene un pasado histórico, un presente incierto y un futuro utópico. El presente de España aun tiene heridas abiertas del pasado histórico reciente que produce dolor. ¡Ay! Dolor de ruptura y desagravio de dos España y una «madre patria».
Este país nuestro guarda en su memoria, momentos de infierno y momentos de gloria… Con poco acierto, el gobierno actual, ha dado por revolver en el polvo y la herida y ha vuelto a dividir y a enfrentar a las dos España que ya se habían adormecido resignadamente y han dado por llamar a la historia de ese pasado reciente «Memoria histórica» (ya he hablado sobre ello).
La «Memoria de la Historia», la historia de todos los tiempos hay que tenerla siempre presente para aprender y también como referente para avanzar y progresar.
La historia de los pueblos es la historia de su gente. Los grandes hombres dan gloria a su pueblo y de los miserables nos avergonzamos, pero nos deja una gran lección para que nunca jamás se vuelvan a repetir sus indignas fechorías. Por tanto, nadie puede abanderarse de una parte de la historia como una manera de atraer el protagonismo para reivindicar, a la vez que reprochan a gentes que nada tienen que ver con esos hechos, su irresponsabilidad moral por no reclamar actuaciones de justicia.
Hemos pasado del miedo a la libertad que se confunde con el libertinaje, de la carencia a la sobreabundancia, de tiempos difíciles a una época más placentera y de lo placentero a la vagancia. Se han anulado valores vitales para el desarrollo y el crecimiento personal e indispensable para la convivencia y se proclama «el todo vale».
Últimamente se habla mucho de globalización y eso conlleva: respetar y tolerar para la acogida e integración de razas, culturas y religiones. Muchos pueblos como prueba de progreso han hecho un gran esfuerzo para no ser tachados de racistas o xenófobos y han abierto las puertas a todo aquel que ha llegado.
Europa ha acogido a inmigrantes de todo el mundo, que llegan voluntariamente huyendo o buscando vivir con más dignidad que en el país de sus raíces, su tierra.
Cuando se emigra, sea al país que sea, los que tienen que integrarse son los que llegan. Ellos son los que deben adaptarse para pasar inadvertidos. No pueden imponernos su presencia marcando distancia con su vestimenta y su lengua, con esa actitud muestran abiertamente el desprecio hacia el lugar de su destino.
Cuando se habla de globalización se habla de total integración y de libre circulación de personas, ahora que cuando compruebas que los países aperturistas se han convertido en refugios de huidos de sus países pero sin desvincularse, porque se concentran en grandes colonias que se convierten en guetos, donde ni siquiera pueden acceder los de la seguridad del lugar.
Increíble pero cierto. A la vista de esto lo que cabe pensar que los países receptores han sido muy permisivos y pasa lo que pasa.
Las cosas que se toleran y no se cortan de raíz desde el principio, llegan a legitimarse, y por eso son tantos los países (también España) en los que se han ido asentando pequeñas colonias convertidas en mini países, donde no se integran ni lo intentan siquiera, ya sean musulmanes, chinos etc., donde su lengua, vestimenta, religión, uso y costumbre se mantienen inalterables, haciendo que los del lugar se sientan extranjeros en su propia tierra, incluso los letreros de sus negocios están en extranjero y lo que venden lo traen de donde ellos son y se sienten.
También hemos dado cobijo a un tipo de gente que tienen en alerta a los cuerpos de seguridad del Estado. Bandas delictivas que se organizan para hacer sus fechorías utilizando los medios más sofisticados. La libre circulación de personas mueve a muchos pillos y quien no respeta el lugar, no merece la acogida.
España es, fue y será país de emigrantes, muchas veces por necesidad y otras por inquietud, experiencia, aventura, por eso debemos ser acogedores, pero a los que se han ido por necesidad nadie les regaló nada. Tuvieron que trabajar mucho y duro para sobrevivir, sin embargo, hoy en día en España lo que pasa con la inmigración no sé como calificarlo… Es preocupante porque se raya en la ilegalidad, me explico, cuando llamamos ilegales y no inmigrantes, ahí pasa algo…
Los que entran a la fuerza, sin control y sin pedir permiso, no es tanto por necesidad, (alguno habrá) sino porque existe «un consentimiento» que acoge, protege y ayuda, cosa que está muy bien, pero por eso mismo produce el efecto llamada, porque nadie va a un país ilegalmente si sabe que va a parar a la cárcel, pero cuando sabes que aun llegando ilegalmente te van a recibir con expectación y humanidad, y con la garantía de que te traerán a tu familia, para reagruparte y proporcionándote todo lo necesario: comida, abrigo y cuidados médicos, y si vienes indocumentado, no pasa nada, se le facilita un documento y a vivir «como Pedro por su casa», o mejor… En España hay «salvapatrias» que empadronan en una misma vivienda a un montón de ilegales y a los seis meses ya disponen de ayudas. ¿Saben cuánto nos cuesta un ilegal por no hacer nada? Por ayuda al alquiler unos 900€, y si tiene esposa e hijos 1200€. Cursos de español y bonobús gratis, también carnet de piscina, centros cívicos, preferencias para comedores infantiles y guarderías…
Resultado, alguien que se coló en el país sin aportar nada a la sociedad se lleva más dinero al mes que un jubilado después de cotizar cincuenta años, y más que muchos funcionarios que se han currado la plaza, y tantos otros que se levantan a las cinco para doblar el lomo y llegar siempre justos a final de mes.
No hablamos de racismo ni xenofobia, pero no hay derecho que un tipo sin oficio ni beneficio, sea blanco o negro, extranjero o nacional se lleve un dinero «ganso» como premiando su ilegalidad y vagancia porque se niegan a trabajar, y con ello se genera un agravio comparativo con otros inmigrantes honestos que trabajan duro para vivir con dignidad.
Consecuencias, se fomenta la vagancia que a su vez reproducen vaguitos, y por tanto, los contribuyentes pagaremos más por menos, para poder mantener a la nutrida piara de parásitos.
Frente a eso, ¿qué se puede hacer que sea razonable y sensato? Pues exigir a los partidos políticos que incluyan en sus programas electorales las máximas: comida sí, dinero no… cama sí, piso no… Si quieres algo te lo ganas. Las ayudas que sean préstamos sin interés con la obligación de devolverlo.
¡Ay, este País nuestro…! «España camisa blanca de mi esperanza de dentro o fuera dulce o amarga… Quisiera poner el hombro y pongo palabras…»
Fotografía: Erik Daugaard, cc.
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