Dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, no morirá».
Nacer… Vivir… Morir. Hola… Gracias… Hasta luego. Al parecer lo hemos entendido, entonces ¿por qué tantas dudas? Sabemos que desde que nacemos, lo único seguro es que moriremos, pero no sabemos cuándo. La vida y la muerte van siempre unidas, son inseparables. La muerte es la sombra de la vida y le va pisando los talones, sin embargo, siempre nos pilla desprevenidos. Vemos a la muerte de cerca cuando nos arrebata a un ser querido. Nos deja sumidos en el desconcierto, la desolación y la desesperación. Nos preguntamos ¿qué he hecho yo para merecer esto? El sufrimiento es tan grande que llegamos a pensar, que el destino se ha ensañado con nosotros y nos sentimos muy desgraciados.