Sobrevivir en el planeta tierra en el siglo XXI está siendo, para millones de personas, tan difícil como en los peores tiempos de épocas pasadas.
Nunca hubo tantos ricos ni tanta riquezas como ahora y sin embargo, la pobreza es más lacerante que nunca.
Morir, moriremos… El sistema nos ha complicado el vivir, pero sobrevivir con la muerte en los talones, es un sin vivir.
El ser humano no sobrevive más de tres minutos sin aire, más de tres días sin agua, ni más de tres semanas sin comida, sin embargo muchos resisten, no por su condición física —mermada por el hambre— sino por su fuerza mental y su apego a la vida.
Sobrevivir a cualquier situación extrema, hace que se desate en la persona una fuerza poderosa, que no es consciente que posee, pero la resistencia física motivada por la esperanza, activa lo más profundo del psiquismo humano, lo que viene a demostrar la estrecha relación que existe entre la bioquímica cerebral y las emociones y sentimientos.
Los procesos psíquicos en momentos límites como el hambre, si se toma conciencia del cuerpo y la preocupación por alimentarle, hace que el hombre pierda la consideración del igual y roba si es preciso. No digamos si el hambre se te presenta en la mirada de tus hijos: no podrás aplacar la conciencia mientras vivas y con el lema «Los más aptos sobreviven; los débiles perecen», te juras que tus hijos no volverán a pasar hambre y te expones dispuesto a todo… Hay situaciones que nos pueden y el ánimo se viene abajo, el estrés hace mella física y, psicológicamente, el síndrome del agotamiento se apodera de ti y todas las puertas se cierran.
Para estimularnos nos marcamos metas y nos imponemos retos, el reto moviliza las fuerzas y recursos, suscita la inventiva, ensancha la capacidad y mueve a buscar soluciones inteligentemente.
Convivir compartiendo… Cuando se habla de que la crisis va para rato y el paro también, crees vivir un mal sueño.
Si estos males —según los entendidos— los vamos a sufrir por mucho tiempo, nos veremos obligados a cambiar nuestro ritmo de vida. También es verdad que nos hemos acostumbrado a comprar por comprar, compramos cosas que no utilizamos. Los que tienen bien cubiertas sus necesidades, pasa, pero cuando ves que gente muy humilde se endeudan hasta las cejas con todos los artilugios que salen al mercado —por no ser menos que los «manirrotas»— aún a costa de lo necesario, sientes escalofríos. Los hábitos convulsivos tenemos que corregirlos, porque se avecinan tiempos peores y hay que imponer la austeridad.
El monstruo de la crisis de momento, no nos abandona. Seguirá haciendo de las suyas: a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. El monstruo de la crisis se ceba con los más débiles, una crisis provocada por los que «manejan» el dinero y los gobiernos no dudaron en salir en su ayuda; «pobrecitos míos». ¿Por qué no se ayudó a las pymes y a las familias? ¿Dónde está el dinero? Y yo me pregunto ¿No habría que pedir responsabilidades sobre la situación que vive el País? ¿A quién? A los bancos y al gobierno.
En momentos puntuales, podemos sobrevivir a un naufragio, a una catástrofe, a un accidente, a una enfermedad pero, es muy duro para millones de personas sobrevivir día a día al hambre, y cuando hablamos de hambre pensamos en otros países, y pensamos bien, pero más cerca, en España miles de personas lo están pasando verdaderamente muy mal.
También en Canarias, mi Gran Canaria, tiene muchas familias que se han visto obligadas a pedir pan. Es impactante saber que por culpa de la falta de creación de empleo, mucha gente mendiga un plato de comida para sobrevivir al día a día, ¡pavoroso!
Deseo que pase pronto esta horrible pesadilla y que todos puedan vivir la vida, viviéndola sin la angustia de tener que sobrevivir… Cuando digo sobrevivir me refiero al hambre: sabemos que la comida, el agua y el dormir es el sustento diario de la vida, con estas necesidades básicas cubiertas, nos permitiremos soñar.
En el mundo, nadie tiene por qué pasar hambre. Tras la cara del hambre siempre hay un opresor, mayoritariamente siempre viene de la mano de unos «gobiernos» corruptos e indeseables, sátrapas usurpadores, que viven rodeados de riquezas a costa del pan de su pueblo. Mientras su gente muere, ellos comen en platos de oro.
Ahora que mientras dure la vida, tendremos que sobrevivir a tragedias y enfermedades, pero también habrá que sobreponerse para sobrevivir a la miseria de gente miserable que dedican sus esfuerzos y energías a dañar a las buenas personas. Esa gente tan pobre que por no tener, no tienen ni sentimientos ni sensibilidad, aunque sí mucha capacidad interpretativa. La mentira es su bandera y las falsas lágrimas su señuelo… ¡Pobre gente!
Recuerda: «Quien te lastima te hace fuerte. Quien te critica te hace importante. Quien te envidia te hace valioso y para aquellos que te desean lo peor, tienen que soportar que te ocurra lo mejor».
«Dios no escoge a los capaces… Dios capacita a los escogidos».
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