domingo, 29 de mayo de 2011

¿Y ahora qué?

Ciudadanos participando en el movimiento 15-M.

Buena pregunta… Toda España está expectante a ver de qué componendas y apaños se conforman los nuevos gobiernos, ya que uno de los fallos de nuestro sistema está en que no gobiernan los partidos más votados, por lo que podemos ser gobernados por partidos desconocidos e insignificantes; a cambio se le gratifica aceptando sus minoritarias imposiciones partidistas ¿…?

El día después de los recuentos llegan las lamentaciones. ¿Se puede estar seguro de ganar unas elecciones, sabiendo que le tomas el pelo a la sociedad? La sociedad no es tonta y no acepta las mentiras, entonces ¿por qué se sorprenden de llevarse un varapalo? Después del mea culpa no queda más remedio que reflexionar y revisarse.
Aunque ese ejercicio hay que hacerlo antes y durante, no cuando has perdido la oportunidad, pero «a toro pasado» también es buen momento para hacer un acto de contrición y con humildad y nuevos propósitos, esperar a otra oportunidad.

Ahora toca trabajar. Hay que remangarse la camisa, tomar aire y empezar, pero ¡ojo!, el país está indignado y permanece vigilante. Hoy más que nunca los políticos tienen que hilar muy fino, saben que sus trapicheos y argucias, más temprano que tarde, serán descubiertas. La ley del silencio a la que parecía que se acogían los políticos por interés, ha llegado a su punto y final y de eso nos alegramos todos y todos saldremos ganando.

No más trampas ni engaños, la sociedad necesita que los políticos recuperen la credibilidad. Para ganarse el respeto y la confianza de la gente hay que ser transparente, honesto y honrado. Merece la pena esforzarse y demostrar el cambio, porque hay cansancio de esperar por el cumplimiento de las promesas de los falsos programas. El pueblo quiere realidades y no verborrea.

Los políticos necesitan examinarse, censurarse y reformarse porque están muy deformados. Tienen que tener clara las ideas y ser fieles a los ideales y a los criterios políticos de partido.
Los ideales son el sello, la identidad de las opciones políticas y hoy la tendencia es que las corrientes nada tienen que ver con la «marca», van por caminos de intereses populistas, partidistas o particulares. Los propios partidos se jactan de no ocupar su lugar, los de derechas dicen ser el centro, y los de izquierdas también.

La democracia no se puede degradar impunemente. La democracia está basada en la justicia y si no hay justicia no hay democracia, por tanto, la justicia es el vehículo para que la democracia sea garantía de libertad, igualdad y de justicia.

Para garantizar que en España funcione la democracia, los altos estamentos judiciales deben ser apolíticos. Sus decisiones tienen que ser libres e independientemente al aplicar la ley y no ceñirse a dictámenes de izquierdas o derechas.
El Legislativo, el Ejecutivo, y el Judicial, teóricamente, son órganos independientes que se rigen por sus propias normas, por tanto, cuando vemos la presión que ejercen unos a otros nos sorprende y escandaliza, porque creemos que eso no es democrático, ni ético, ni legal.

Deseamos que cada Órgano haga bien su trabajo y lo haga en base a sus normas y leyes y no a capricho de una tendencia política. Si la ley se cumple, la misma ley no permitirá que nadie se la salte, porque al final será la ley la que se imponga.
Para garantizar la ley se precisa de políticos «políticamente correctos», para que no se inmiscuya en temas judiciales, presionando e imponiendo sus criterios para obstaculizar o favorecer a su conveniencia. La Ley está para que se cumpla.

En este país, la democracia y la justicia se está cuestionando y todo por culpa de los políticos y de los magistrados… A partir de ahora los políticos tienen mucha tarea por delante. Primeramente hay que hacer una reflexión personal y después de conjunto.
Los partidos se tienen que refundar. Necesitan de una autocrítica sincera y con espíritu renovado, regenerarse para presentarse ante la sociedad con humildad y el firme propósito de trabajar para garantizar el estado de bienestar de todos los ciudadanos, los que les voten y los que no… Hay que ser responsables y cumplir fielmente con el electorado y no pensar en el beneficio personal ni en pagos de favores por apoyos de campañas particulares ni partiditas.

Una vez revisado lo personal hay que revisar las reglas que rigen el sistema. El sistema son muchas cosas, pero no todo está en la proporcionalidad adecuada. Sería injusto que existan desajustes en nuestro «sistema» democrático, por eso urge un estudio mesurado para reformar y corregir todo lo que no sea justo, como el sistema electoral y el judicial… Ver la necesidad de tantas Instituciones y tantos políticos. Los gastos se multiplican con tantas Autonomías, Cámara Alta y Baja, Tribunal Superior de Justicia, Audiencia Nacional, Tribunal Supremo… Hay que controlar los sueldos de los políticos, no se puede permitir que sean ministros y además cobren por ser secretario de no se qué y así hasta tres y cuatro sueldos; aparte les ponemos coche, les pagamos dietas, les pagamos los desplazamientos, los banquetes, etc. Si les pagamos todo los gastos, sus sueldos lo ahorran ¿no?

Por ejemplo, después de las elecciones municipales, lo primero que harán al incorporarse los nuevos alcaldes es adjudicarse un sueldo de escándalo, mientras que los ayuntamientos pasan dificultades para cubrir todos las demandas sociales.
También hay que ver la necesidad de tantos funcionarios, que si funcionaran bien, con menos todo funcionaba…

En estos últimos días nos hemos sorprendido por el despertar de los jóvenes, y no es para menos, que hartos, desencantados e indignados se han echado a la calle para pedir responsabilidades políticas. Se han convocado a través de las redes sociales y han acampado en las plazas de España. Atrincherados bajo lonas van definiendo su papel y clarificando sus objetivos y reivindicaciones.

De momento han logrado exasperar a los políticos, que acostumbrados al silencio de los corderos se permitían todo y entre los poderosos se lo repartían todo. El espíritu de los Indignados se está contagiando y el pueblo no aguanta más.

El Movimiento, sin ideología concreta, se denomina «Los Indignados. ¡Democracia real, ya!» y los periodistas les llama el «Movimiento 15-M». El nombre es lo de menos, lo de más es que, por fin, se manifiestan para gritar ¡basta ya! al modus operandi del gobierno.

El gobierno se ha acomodado y está muy relajado, no ha hecho bien los deberes y ha conducido el país al atolladero. El paro es sangrante y sus consecuencias arrastran a la miseria a millones de familias que sufren y se sienten abandonadas y desesperadas y por si fuera poco, los recortes sociales han barrido cualquier esperanza.

La crisis ha sido la excusa perfecta… No vale echarle las culpas a la crisis. Es hora de ponerse a trabajar, hay que impulsar el motor de la economía con la creación de empleo y las medianas empresas y los autónomos tienen mucho que ofrecer. Ahora mismo tienen el oxígeno para devolver las ilusiones perdidas a tantos sueños rotos y sobre todo, llenaría las despensas de los hogares para que no falte el aroma de un plato caliente para colmar los estómagos hambrientos.

Fotografía: Jordi Ferrer, cc. Desaturada de la original.

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