La vida, como todo, tiene su tiempo y su ritmo. A veces creemos que podemos marcar el ritmo que nos apetece, pero, ese poder no está en nuestras manos: la vida tiene su propio tiempo y su propio ritmo. Un tiempo y un ritmo que no controlamos… El ritmo marca el compás de un tiempo misterioso e intemporal.
En un cuerpo… En la vida, nuestros campos de visión están muy limitados, aunque la intuición de nuestros cinco sentidos esté en alerta y nos pongan sobre aviso de ciertos cambios.
Para descifrar todos los mensajes que diariamente recibimos desde los cuatro puntos cardinales, tendríamos que estar muy preparados de mente y de espíritu. Las vibraciones encadenadas son percibidas desde diferentes dimensiones: unas pensamos que las podemos interpretar porque creemos conocerlas, y otras porque las conocemos, aunque desde un conocimiento existencial y personal.
Puede que un día te levantes con la ilusión de siempre y tu cuerpo está ausente. Te das cuenta que algo no va bien y no sabes descifrar con exactitud qué ocurre. Presientes que algo no va bien, pero no sabes definir ni identificar qué te pasa, aunque algo pasa...
En nuestros planes nunca está la enfermedad, aunque nadie está libre de enfermar. Pero, puede ser, que lleves días sin hacerte caso, aunque sientas que tu cuerpo está decaído y se muestre cansado y dolorido. Queriendo detectar que te pasa, pones la atención en cada latido, en cada vibración que al cuerpo le produce un estremecimiento o un quejido, para ver si te lo tomas en serio o no.
Siempre, lo mejor es ponerse en manos de quienes puedan averiguar y descubrir qué le pasa a tu cuerpo, porque a veces el tiempo corre en tu contra. Te tomas tu tiempo para hacer las pruebas, se hacen los estudios y esperas, paciente o impaciente, el resultado… Diagnóstico: cáncer.
A tu alrededor todo se paraliza, sientes un sudor frío y la taquicardia te ahoga. Pasados esos segundos «eternos», respiras y pides mil respuestas. Una vez superado el primer impacto, tratas de asimilarlo para afrontarlo con algo de normalidad, aunque se hace difícil, por no decir, imposible.
¿Por qué? ¿Ahora qué? ¡Qué será de mí! Al principio sólo vemos un pozo muy negro sin posibilidad de escapar, una vez que va pasando el tiempo, se disipan los temores y te das cuenta que nada está perdido. Frente a ti hay muchas salidas y en todas confías plenamente.
Ya he dicho que nadie está libre de enfermar de cáncer, pues yo, últimamente, he tenido que hacer frente al cáncer. Una enfermedad que tememos y una palabra que tratamos de evitar, aunque yo soy de las que me gusta llamar a las cosas por su nombre, ya que es la única manera de vivir en la realidad; las mentiras son despreciables, siempre.
Esta enfermedad me ha sorprendido, no la esperaba, principalmente, porque he sido operada de pseudomixoma y desde hace diez años, estoy controlada por el equipo de Oncología Ginecológica del Hospital Materno Infantil de Las Palmas de Gran Canaria. Controles a los que me someto dos veces al año, por tanto, lo de controlada me descontrola. A la vista de mi experiencia, no ha servido para nada, ya que la enfermedad lleva tiempo presente y los controles no han detectado nada ¿…?
A principios de 2010 me quejo, pero hasta el verano los médicos no pusieron mucha atención y a partir de ahí, se van dando cuenta de mi situación. Ingreso en octubre para operar; antes hacen una laparoscopia que deja al descubierto mi estado real e indica que debo ir a la península para ser operada y tratada con quimioterapia.
Así ha sido, podía elegir Madrid o Córdoba, yo elegí Córdoba, porque en el Hospital Reina Sofía hay un eminente cirujano, el Dr. Don Sebastián Rufián Peña, Dr. Rufián, que es el jefe del equipo de cirugía, tiene prestigio internacional y amplia experiencia en el tipo de operación a la que yo me iba a someter. Pues, elegí muy bien… Un equipo joven y muy preparado que ama su profesión. Estoy muy agradecida a los médicos que me operaron: grandes profesionales y sobre todo con una calidad humana, inconmensurable. Los pacientes necesitan de la calidez y la atención cercana de los médicos que les atienden, y son pocos los que te miran a los ojos y te sonríen.
A ellos se lo he agradecido personalmente y les he dicho que no cambien nunca, pero también quiero hacerlo saber públicamente. No puedo por menos que dar las gracias a Córdoba, al Hospital, al personal de enfermería y, principalmente, al equipo médico de la Unidad de Cirugía Oncológica del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba que, el pasado 20 de enero, trabajó en el quirófano, durante doce horas para erradicar mí mal: Peritoneotomía y tratamiento de quimio-peritoneal.
Gracias Dr. Álvaro Arjona Sánchez, Dr. Cristóbal Muñoz Casares, Dr. José Valero Rosa y Dr. Carlos León Salinas. Por siempre estarán vinculados a mi vida, porque mi vida tomó otro sentido en sus sabias manos y sobre todo, nunca podré olvidarme de vuestra calidad profesional y humana, de su trato cercano y de su semblante alegre.
Sí, hace unos meses que el ritmo de mi tiempo se ralentizó, pero gracias a Dios, poco a poco, voy fortaleciéndome y recuperando con normalidad, el ritmo de la vida.
No me quiero olvidar de todas las personas que estuvieron pendientes y preocupados por mí. A todos y a cada uno, quiero darles las gracias por su aliento, por su apoyo, por su cariño y por su amistad.
En momentos difíciles, no hay mejor bálsamo que las palabras de ánimo de familiares y amigos. La mejor medicina para estimular y activar todas las vías regeneradoras para una rápida sanación.
La enfermedad nos acecha.
Los médicos prestos, sanan.
Los pacientes agradecen,
la sabia profesional y humana.
Fotografía: Stefan Lins, cc.
No hay comentarios :
Publicar un comentario