domingo, 12 de diciembre de 2010

Sobre la maldad

Un cuervo volando en un día nublado.


Mal es el término que determina la carencia de bondad que debe tener un ente según su naturaleza o destino. Sin importar la fuente de sus definiciones, todas las culturas humanas poseen una serie de «creencias naturales» sobre qué cosas son malvadas. Las maldades naturales generalmente incluyen la muerte accidental, las enfermedades y otras desgracias. Las maldades morales generalmente incluyen la violencia, la traición y otros comportamientos destructivos hacia otros, aunque el mismo comportamiento hacia personas ajenas a un grupo puede ser considerado bueno.

Muchos sociólogos, psicólogos y neurólogos han intentado construir explicaciones científicas para el desarrollo de características especiales de una personalidad del tipo «antisocial», conocida como sociópata. Este se caracteriza por ser en extremo egocéntrico, con falta de conciencia e inhabilidad de sentir remordimiento por el daño causado a otros personalmente. Sin embargo, el diagnóstico de personalidad con desorden antisocial o sociópata (antes llamado desorden psicopático) es a veces criticado por ser, actualmente, no más científico que llamar a una persona malvada.

Lo que los críticos ven como una simple determinación moral es disfrazado, según discuten, con un nombre de tono científico, pero no es proveída ninguna descripción completa de un mecanismo por el cual la anormalidad pueda ser identificada. En otras palabras, según afirman los críticos, los «sociópatas» son llamados como tales porque primero son creídos malvados, una determinación no derivada de un método científico, sino más bien del código moral del tipo de sociedad que lo juzga.

Diversos expertos que estudian este mal, se han reunido recientemente para intercambiar sus conocimientos y descubrimientos: los doctores señalan que la maldad es un fenómeno tan complejo que no tiene una explicación única, aunque sí que existe una base patológica. La maldad, señalan, tiene una parte «incomprensible» que es de difícil explicación. La maldad es siempre reactiva y cuando una persona la ha recibido, la devuelve. Sin embargo, señaló que existen expresiones en las que no se observa una relación causa-efecto y que se trata de maldad «gratuita», situación que señaló que no se puede explicar racionalmente. Son este tipo de personas que saben que están haciendo el mal y que sienten placer por ello, a los que se les puede definir como perversos. Esta perversión es la forma de vida que han adoptado y la única manera de relacionarse con el resto de la sociedad, y la «satisfacción» que sienten cuando actúan les hace continuar adelante. Una de las características de este colectivo es que intentan presentar lo malo como bueno a través de engaños y son plenamente conscientes de que están haciendo daño.

También existe otra tipología que es la de aquellos que actúan con maldad como «vía de descarga». Se trata de personas muy dañadas personalmente, que han vivido situaciones catastróficas, que no pueden pensar y evacuan su malestar a través de la violencia, aunque no son conscientes de que hacen daño. «Se puede entender el acto violento como una vía de comunicación», declaró.

La inteligencia y la capacidad cognitiva de cada persona, influye también en el punto de maldad que puede hacer una persona. Así, cuanta más inteligencia, se puede actuar de manera más perversa y con mejor capacidad para engañar y esconder lo que se hace. «Tener buenas capacidades cognitivas es ser un mejor perverso» espetó. Torralba afirmó, en la misma línea, que cuanto más lista es una persona puede actuar de una manera «más fina» en sus actos perversos y violentos y puntualizó que la violencia individual también se explica en ocasiones como consecuencia de las estructuras sociales, políticas y económicas que le oprimen. «La violencia individual es consecuencia indirecta de la violencia estructural», al tiempo que dijo que de no existir dichas estructuras quizá no hubiese realizado el acto violento.

En este sentido, defendió que la crisis económica puede generar estas situaciones de «colapso» y malestar vital como consecuencia de la precariedad. También puede explicar la situación de algunos jóvenes que sienten que no tienen expectativas de futuro.
Según Dangerfiel, también existe una parte de agresividad necesaria en todos los humanos para poder defenderse, «que no quiere decir maldad», puntualizó. Esta agresividad no tiene que tener el componente destructivo. En este sentido, defendió que la bondad extrema «también tiene algo de trastorno», ya que no es adecuado no responder ante ninguna situación y añadió que es destructivo no defenderse ante nada.

Tengo la sensación que para las personas malvadas su mayor satisfacción es ver sufrir como resultado de su mala acción. También pienso que lo mejor es pasar de esas personas y alejarse de ellas, aunque difícil lo tienes si están dentro de tu propia familia. Es increíble comprobar lo que es capaz de hacer una persona cuando está cegada por sus tormentos fantasmales: la enviada, el odio, la ira, todos estos males internos, son los ingredientes necesarios para que se convierta en tu peor enemigo. Paradójicamente muchas veces convives y te relacionas con familiares y amigos y no le descubres el lado malo, pero, un día te sorprenden y no eres capaz de comprender. Tratas de averiguar y descubres que llevan tiempo tramando una conspiración contra ti. Utilizando las peores artimañas, con mentiras y encantamiento lacrimógeno han ido acaparando la afiliación a su dictado, y empiezan a darte la espalda y, aunque no tienen nada contra ti, les molesta tu forma de ser y de hacer.

Un corazón noble se da cuenta cómo sutilmente intentan humillarla, pero, si son tu sangre vas dejando pasar: pones una mejilla y la otra y aunque no te lo puedes creer piensas que no hay que darle más importancia. Quieres ser prudente y te llenas de paciencia para que todo aparente normalidad, pero te equivocas… La cosa va de mal en peor, las maldades cada vez son más directas, descaradas y dañinas y te empiezan a molestar… Hasta que un día pides explicaciones y entonces, se desata la ira que estaba contenida y se tiran a tu cuello sin compasión.

Hay personas que pasan en silencio, pero una vida discreta e intachable no pasa inadvertida y en algunos despierta la envidia, y cuando ese mal se apodera de alguien puede llegar a ser muy perverso. Se la ingeniarán para verter toda clase de mentiras y calumnias con tal de manchar la imagen y el buen nombre de quién sea. Lo peor en estos casos es, que las mentiras pueden sembrar la duda. El objetivo va directo a conseguir que la persona que han señalado sea humillada y despreciada, y si no lo consiguen se sentirán frustrados y seguirán atormentados y ansiosos.

Está claro que ese tipo de personas tienen atrofiados los sentimientos y son como una manzana podrida que van dañando todas las que están cerca, mejor dicho, a todas las personas que conecten con la misma maldad y cuando hay empatía con la maldad, mala cosa…

Yo tengo que tener capacidad para darme cuenta de ciertas cosas y no dejarme llevar por chismes malintencionados y tampoco tengo por qué creerme todo lo que me digan… Cuando una persona deja aflorar su maldad, pobre de aquel a quien vaya dirigida su ira, su furia será descargada para dar fuerte con la intención de hacer daño. La verdad la distorsionan para que la realidad sea la que les interesa para sus fines, porque aquí, el fin sí que justifica los medios. Se vuelven tragicómicos, son capaces de fingir cariño y con lágrimas de cocodrilo te dicen que te quieren y por detrás te despellejan. Entre los malévolos surge una alianza de complicidad y protección. Unos lazos de unidad, compromiso y apoyo en las decisiones tomadas de común acuerdo.

Lástima, a veces confiamos demasiado al no percatarnos de las malas intenciones. Muchas veces la maldad está como adormecida y basta que alguien muestre la suya para que aflore en otros la afinidad, y unidas se fortalecen y en esos casos, lo que me parece triste, es que estas personas lleguen a sentirse bien siendo consciente de su horrible perversión.

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