En Inglaterra, durante los siglos XVIII y XIX, el color negro de las ovejas era visto como una marca del diablo y de ahí puede venir el modismo «oveja negra» para describir a un miembro diferente y poco respetable, dentro del organigrama social y familiar. El término se relaciona generalmente con aspectos negativos sobre la actitud de las personas frente a las relaciones personales. Echan un pulso a todo lo establecido por norma.
Algunas personas ya desde niños, tienen inclinaciones contrarias a las normas y se oponen a los padres y a todo lo que le sea ordenado, y a medida que van creciendo van demostrando mayor rebeldía. Son gente que se han propuesto no acatar y obedecer a nadie, ni a los padres, que se ven sin saber ni poder hacerles entender que es necesario cambiar de actitud por su bien. El razonamiento con ellos no vale, sienten satisfacción en desobedecer y salir con la suya y les gusta provocar llevando la contraria. Entre más enfadan y molestan sus actuaciones, mayor será su contento. Si ven sufrir pueden sentir alegría.
En psicología, el «efecto de la oveja negra» se refiere a la forma de calificar el comportamiento de un miembro de una familia por sus tendencias rebeldes que no se ajusta a las normas y reglas del comportamiento. La conducta de la «oveja negra» destaca por sus registros antisociales y un afán de llevar la contraria en el orden establecido y la decencia, y se entregan al desenfreno y la locura. También están los que destacan por su malevolencia. Son gente que sienten placer al hacer daño a los demás. La maldad los absorbe, los celos y rencores los corroe y van sembrando su cólera por doquier, y lo que es peor, van atrapando simpatizantes.
La respuesta severa al comportamiento negativo, conlleva a que su comportamiento empeore, ya que son personas que no aceptan ninguna llamada de atención y su respuesta, es un mal mayor.
Siempre se ha dicho que en toda familia hay una oveja negra, pero hoy en día se está volviendo al revés… las ovejas son mayoritariamente negras y con suerte puede que haya una blanca y a esa, sí que se lo van a poner difícil.
Una oveja blanca le pregunta a una negra.
—¿Estás preocupada por ser una oveja negra?
—¡No! Lo estuviera si fuera blanca…
Un día escuché lamentarse a una madre de diez hijos que era una santa. Decía: «En toda familia hay una oveja negra, pero en mi caso es al revés, yo tengo muchas negras…». Era una madre ejemplar; sus enseñanzas y ejemplo son dignos de imitar. El orgullo de todo buen hijo.
Hoy en día se confunde libertad con libertinaje y la decencia está en decadencia. La ética y moral no es la línea recta que más brilla. A los valores no se le da valor. El respeto se exige para sí pero no se respeta nada. Los principios fundamentales de las personas son pisoteados por una sociedad que ha derribado los pilares sagrados de la familia y si la familia está por los suelos, no habrá quien pueda sostener el peso de una sociedad desorientada, egoísta, terca y desenfrenada.
«La verdad no interesa, todo vale». En toda época pasada ha existido descontento con su tiempo, pero en el tiempo que ahora nos toca vivir, somos más exigentes e impacientes, por eso, existe mayor descontento. Hoy no nos falta de nada, todo sobreabunda, es la sociedad del despilfarro, mientras que millones de personas mueren de hambre. Todo es más fácil y menos trabajoso que en tiempos pretéritos y todo sucede a un ritmo de vértigo, tantos las noticias como los avances tecnológicos y científicos que nos abruman, y lo que siempre estuvo mal visto ahora está fenomenal.
No asimilamos una novedad impactante para que sobrevenga otra y nos quedamos con la sensación de que nos estamos perdiendo algo, y nos van quedando lagunas que nos desconciertan y nos producen ansiedad y vacío, y ese vacío nos presenta como seres perdidos que deambulan sin saber qué buscar porque no sabe lo que quiere. Esos hombres sin alma se convierten en solitarios que buscan a semejantes «animales de compañía» en la jungla del asfalto. Los diurnos que van cargados de ego que no son capaces de pensar ni de escuchar, porque se creen experimentados y eruditos aunque no sepan donde les queda la frente, y los nocturnos que vagan en el insomnio con la mente nublada, enterrados en el vicio y la vergüenza.
Ya no florecen las adhesiones del tejido celular de los sentimientos, algo básico y vital en el plano familiar y social. Los «hipervínculos» que nos protegían de agresiones externas se han desgastado y nuestra conciencia ha quedado a la intemperie; se han exaltado los conflictos generacionales, las guerra entre sexos, los rifirrafes ideológicos, pero como la necesidad de entablar vínculo es constitutiva a la naturaleza humana y como huyendo de la soledad buscamos protección y nos entregamos fácilmente al primer buitre que está al acecho de presas fáciles que serán aprovechadas en beneficio propio. Estas personas se entregan a cualquier propaganda ideológica y se adhieren fervorosamente a cualquier imposición como regla de supervivencia. Las almas desvinculadas se rinden a cualquier gesto hospitalario sin saber que van a ser víctimas de la esclavitud de la que será difícil librarse, atrapados por ideologías o por diferentes adicciones.
Se dan casos entre hermanos que sus vínculos son una apariencia de adhesión fingida y casi siempre es fruto de la fuerza que ejerce la oveja negra, que con su carácter rebelde y malévolo siembra la discordia. Los desencuentros y las desavenencias entre el grupo van rompiendo con la tradición de la transmisión de los afectos entre generaciones. Entre hermanos, como haya uno que destaque por sus valores, por su forma de ser y de actuar dentro de la ética y moral cristiana (esa luz molesta), y toman represalias mostrando desprecio y descalificando. Se alían para confabular, tergiversar y levantar falsos testimonios y aunque se muestran unidos, están unidos desde el rencor. Unidos desde la empatía enfermiza y del rechazo a su proceder en el pasado.
Cuando se ha vivido una juventud alegremente y no se ha llevado una conducta decente dentro de unos principios y valores; cuando has tratado mal a tus padres y les has hecho sufrir, al tomar conciencia, con el paso del tiempo —porque el pasado siempre vuelve—, te revuelves contra tu conciencia y la pagas cargando los dardos contra la persona que ha llevado una vida ejemplarizante.
La envidia es uno de los males más dañinos que existen, no vives ni dejas vivir. Es un mal que corrompe la verdad, pero, cada uno es lo que tiene en el corazón y recibe con el corazón que tiene.
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