Pienso porque existo y si pienso que existo es porque creo. ¿Qué es creer? Dijo San Agustín: «Creo para comprender, y comprendo para creer mejor», y Alejandro Dumas decía: «Creemos, sobretodo porque es más fácil creer que dudar, y además porque la fe es la hermana de la esperanza y de la caridad».
Hay quien cree que lo mejor del árbol es el fruto, cuando en realidad es la semilla. Creer es cuestión de fe y la fe nos hace mejores. Nadie nos obliga a creer como tampoco a no creer, pero creo que los que no creen en nada tienen miedo de todo.
Contaba un profesor de teología de la Fe, la historia de un joven ateo. Este joven hacía burla sarcástica sobre la posibilidad de un Dios Padre que nos ama. Un día preguntó al profesor:
—¿Cree Ud., que alguna vez encontraré a Dios?
—¡No! —le dijo enfáticamente el profesor.
—¿Por qué no? Yo creía que es eso lo que Ud., nos vende.
—Creo que tú nunca encontrarás a Dios… Pero, Él te encontrará a ti.
Pasa el tiempo y el chico enferma de un cáncer terminal. Va a ver al profesor que ya se había enterado y no quería forzarle a hablar de su enfermedad, pero el chico no teme hacerlo…
—¿Qué se siente tener solo veinticuatro años y estar muriendo?
—Bueno, podría ser peor.
—¿Peor, como qué?
—Bueno, como llegar a los cincuenta años sin tener valores o ideales, creyendo que beber, seducir mujeres y tener dinero es lo «máximo» en la vida.
El joven confesó al profesor que la frase que le dijo tiempo atrás le sorprendió mucho y le había hecho pensar y reflexionar… «Tú no encontrarás a Dios pero, Él te encontrará a ti». Contaba: «Cuando enfermé me planteé seriamente buscar a Dios. Con mis puños empecé a golpear fuertemente en la puerta del cielo… No pasó nada. Descubrí que Dios no es una posesión particular en tiempos de problemas sino, la fuente de abrirse al amor».
La experiencia es la madre de la ciencia… Tanto las vivencias personales como lo vivido en cabeza ajena, nos abre los caminos para descubrir y comprender el misterio de la vida. Las experiencias nos ayudan, si no a alcanzar cotas de sabiduría, sí que nos acerca, porque sabio… lo que se dice sabio, sólo es Dios.
Nunca es tarde para abrirse al amor. A veces es la casualidad quien nos abre las puertas, aunque la mayor de las veces nos llega a través de grandes dificultades. Quizás sea en la enfermedad donde llegamos a conectar con la sensibilidad más pura del sentimiento del amor, ese amor que da sentido y comprensión a cuanto acontece en nuestro día a día. El dolor del cuerpo reactiva el espíritu y las emociones, y en la convalecencia los sentimientos de cariño y ternura hace que afloren la más bella y dulce de las sonrisas y la vamos compartiendo como el mejor de los regalos que se ofrece con total sinceridad y verdad.
Cuando hemos encontrado la paz interior, brota el amor. No hay nada como tener conciencia de que lo verdaderamente importante para sentirte bien es tener la capacidad de poder reconciliarte con tu persona, pasado y presente, y manifestar sólo lo que irradie lo mejor del ser. Realmente vivimos sin valorar ni dar importancia al bienestar que poseemos, creo que caemos en la cuenta, cuando nos falta.
Pienso que lo verdadero e importante del ser humano, no se compra ni se vende. No tiene precio: El cariño verdadero, el respeto, el agradecimiento, la generosidad, estos son regalos muy valiosos que se ofrecen gratuitamente, y son los que satisfacen las necesidades más espirituales y humanas…
Puedo comprar la cama pero no el sueño.
Puedo comprar la medicina pero no la salud.
Puedo comprar el crucifijo pero no la fe.
Puedo comprar el libro pero no la sabiduría.
Puedo comprar la casa pero no el hogar.
Puedo comprar la diversión pero no la felicidad.
Puedo comprar el placer pero no el amor.
Puedo comprar el panteón pero no el cielo.
Mientras existo pienso que todo lo que me pertenece, porque lo compré con mi dinero, realmente no es mío… Un día me marcharé y mi casa será ocupada por otra persona, ya la casa deja de ser mía. Lo que compré con dinero se queda, me llevaré lo realmente importante y que es mío, nadie podrá arrebatármelo: la fe, la sabiduría, la alegría, la solidaridad, los sueños, la felicidad, el amor… ¡Cuánto amor me llevo!
La frase del filósofo nos lleva a una reflexión profunda: «Pienso, luego existo». En verdad si no pensamos no existimos y hoy en día hay muchas entidades que no existen porque van por el mundo sin ser capaces de pensar y razonar. En la política o en cualquier foro se lanzan ideas, ocurrencias con tal de impactar. Se dice lo primero que viene a la mente sin procesar y sin valorar el alcance, la dimensión y la profundidad de lo que se nos ha ocurrido, y sin embargo desde que lo siembran ya quieren que se acepte y se de como eficiente y válido…
Creo que es hora de que se piense y medite con sosiego y no nos dejemos arrastrar por cualquier idea o pensamiento que se lance. Las decisiones tomadas a lo loco, nos conducen al desánimo y nos provoca un caos emocional que nos sumerge en la depresión y nos hace sentir decepcionados de nosotros y del mundo que nos rodea.
Las ideas se comunican pero las emociones se contagian, y el profundo reposo está dentro de uno mismo. Pienso que existir no es solo vivir, es sentir que piensas y vives sabiendo que «la fe es la manera de tener lo que esperamos y el medio de conocer lo que no vemos».
El tiempo es muy sabio y solo el tiempo es capaz de comprender cuán importante es el amor.
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