sábado, 13 de noviembre de 2010

Cosas de la vida

Un amanecer sobre una granja.


Desde el corazón. Desde el sentimiento más hermoso. Desde el pensamiento más sincero, quiero agradecer aquello que no pedí y tengo: la amistad y la palabra de aliento… Me siento afortunada porque me aprecian y aprecio. Siento la vitalidad del universo, la fuerza y la armonía de los cuatro elementos que se manifiestan exultantes en las cuatro estaciones y me traen mensajes ocultos en la luz del cielo, en los colores del paisaje, en la música del atardecer, en el llanto de la niebla, en el crujir de las hojas, en los aromas del aire, en el silbido del viento… Mi espíritu se sosiega y se entrega al misterio.

La vida es como un viaje en tren… Un camino para aprender, convivir y amar. Un camino de rosas y espinas donde se nos presentan dificultades y oportunidades y todo nos ayuda a crecer. Son realmente situaciones que nos ponen a prueba y nos estimulan o nos abruman. Las vivencias van regadas de dudas y aciertos y con todo vamos forjando la experiencia y la sabiduría de la realidad que nos rodea.

El optimismo ve la botella medio llena y el pesimismo medio vacía… Cuando una puerta se cierra otra se abre, ¿por qué seguir mirando la puerta cerrada? La realidad es que el aprendizaje de las experiencias vividas nos ayuda a interpretar la realidad, y esa realidad la conforma nuestros pensamientos y sentimientos. La actitud que adoptemos en nuestras decisiones es vital y fundamental para conseguir el equilibrio templado y sosegado para afrontar todas las vicisitudes y contratiempos que forman parte de la existencia, aunque, cuando se nos presentan nos pueden parecer inesperados e incluso injustos porque no están en nuestros planes.

En la vida nos relacionamos y compartimos ideas, emociones y aficiones, pero la real dificultad se presenta en el seno familiar, cuando por el egoísmo y la envidia nos producimos dolor. También las palabras pueden producir heridas que tardan mucho tiempo en cicatrizar.
El dolor puede llevarnos tanto al egoísmo como a la generosidad, al resentimiento como al perdón, a la agresividad como a la comprensión. El dolor conduce a la soledad pero también a una percepción de identidad individualizada y muestra los límites del ser. El daño desaparece, pero la conciencia de la presencia en el cuerpo queda en la memoria y cuando la herida duele, duele la cicatriz. El daño físico no queda en la zona afectada, sino en el cerebro.

El dolor no todos lo viven y sienten igual, mucho tiene que ver con la sensibilidad personal y la fortaleza de la historia vivencial. Cuando el cuerpo y el alma sufren traumas, a veces no podemos superarlos solos. Necesitamos que alguien nos ayude a entender para poder cicatrizar la herida. El dolor permanece debajo de la piel y para poder liberarte, tenemos que reconciliarnos con todo lo que la vida nos ha impuesto, aceptarlo nos ayuda a que no nos condicione para poder ofrecer lo mejor a pesar de que me hayan herido y si me siguen hiriendo, como escudo pondré la indiferencia.

Hay personas vulnerables por situaciones traumáticas del pasado, culpables de sus acciones y errores que no han podido resolver porque no lo han querido aceptar y reconocer y por cobardía, descarga ese miedo a su pasado, contra el familiar que ha sido testigo. Se siente en peligro porque puede traerle ese pasado del que no se ha podido liberar y se siente desdichado, y no se da cuenta que su único enemigo es él mismo.

Cuando los sentimientos se vuelven resentimientos, todo son reproches y nos volvemos actores de la falsedad. El valor de la empatía puede ayudarnos en el cambio de actitud para poder cerrar capítulos que están lacerantes y que impiden vivir con la paz y serenidad que se necesita para ser sinceros y leales con los que queremos o fingimos querer.

Hay quién vive como si nunca fuera a morir y muere como si nunca hubiera vivido. ¡Qué pena! Saber vivir es aprender, compartir y agradecer y hoy es el mejor día. He tenido la suerte de vivir viviendo y sentir sintiendo y cuando el sol se oculta, la luna sigue brillando.

No hay nada mejor que sentir en el silencio del alma latir el corazón, y cada nuevo día es un gran regalo y las sorpresas se suceden desde que nace el sol hasta el ocaso, por todo ello, no puedo por menos que glorificar y dar gracias a Dios que me ha dotado de valores para poder ser consciente de que vivo, por qué vivo y para qué vivo. Yo no soy un cuerpo, soy espíritu, por eso, aunque mi cuerpo enferme yo seguiré estando, ¡muy bien…!

Fotografía: Sachin Inamdar, cc.

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