¿Quién empuñó la guadaña
para cortarme las alas?
¿Quién se adueñó de mi vida
y me destrozó con sus garras?
Tú y yo como el destino
somos vaivén de las olas,
que van y vienen con el viento
tras el correr de las horas.
No hay invierno sin verano,
ni ocaso sin aurora.
Hay un vientre que es regazo.
Un corazón que te adora.
Sea el alma plata y oro.
Jardines llenos de rosas.
Los luceros sea cuna
donde los sueños se gozan.