La lealtad es un valor basado en el respeto hacia algo o alguien. Su origen se remonta al pasado, cuando la lealtad actuaba como mecanismo de supervivencia al garantizar la ayuda y el apoyo entre los miembros del grupo. Si bien actualmente no tenemos la necesidad de ser leales para sobrevivir en el sentido más estricto de la palabra, sin duda seguimos siendo seres sociales que desean establecer relaciones de cercanía, respeto y seguridad a lo largo de la vida.
Como lealtad entendemos el carácter de una persona que expresa un sentimiento de respeto y fidelidad hacia otro ser humano, hacia un compromiso; una persona que posee un sentido de comunidad, que profesa principios morales.
“La lealtad es un rasgo característico. Los que la tienen, la
dan de forma gratuita”. Ellen J. Barrier.
Lealtad es sinónimo de nobleza, rectitud, honradez, honestidad,
entre otros valores morales y éticos que permiten desarrollar fuerte
relaciones sociales y/o de amistad en donde se crean vínculos de confianza
muy sólido, y automáticamente se genera respeto en los individuos.
Las personas valoramos profundamente la lealtad al ser una característica que demuestra coherencia entre nuestros valores y nuestra forma de actuar. Es un concepto que está profundamente ligado a la confianza, ya que se establece un compromiso en el que no hay dobles intenciones o intereses ocultos. Sin embargo, el hecho de mostrar lealtad a alguien no quiere decir tener que estar de acuerdo y darle la razón en cada cosa que haga o diga. Por el contrario, significa ser capaces de transmitir lo que opinamos desde el respeto y el cuidado, buscando su bienestar y transmitiendo nuestro apoyo en todo momento.
Lealtad como valor es una virtud que se desenvuelve en
nuestra conciencia, en el compromiso de defender y de ser fieles a lo que
creemos y en quien creemos. Algunos filósofos sostienen que un individuo puede
ser leal a un conjunto de cosas. En cambio, otros sostienen que únicamente se
es leal a otra persona, ya que este término atañe exclusivamente a relaciones
interpersonales.
No obstante, en una amistad no es suficiente únicamente el valor de lealtad, sino también debe de estar presente la sinceridad, el respeto, la honradez, el amor, entre otros valores. Asimismo, el término leal define a lo “que guarda a alguien o algo la debida fidelidad”. Este adjetivo identifica a un individuo fiel de acuerdo con sus acciones o comportamiento. Por ello, una persona leal es aquella que se caracteriza por ser dedicada, inclusive cuando las circunstancias le son adversas.
La lealtad como valor es una virtud que se desenvuelve en
nuestra conciencia, en el compromiso de defender y de ser fieles a lo que
creemos y en quien creemos. Consiste en la obediencia de las normas de
fidelidad, honor, gratitud y respeto.
“El amor y la lealtad son más profundos que la sangre”. Richelle Mead.
La lealtad posee numerosos aspectos y ha sido motivo de
análisis por escritores creativos y tema de estudio de psicólogos, psiquiatras,
sociólogos, estudiosos de la religión y del ámbito de los negocios y la
mercadotecnia, economistas políticos y, en especial, teóricos de la política,
que se ocupan de aspectos tales como los juramentos de lealtad y patriotismo.
En la Biblia cristiana, Jesús dice: «Dad al César lo que
es del César y a Dios lo que es de Dios». Ello define un límite a la
autoridad del hombre. Desde el punto de vista cristiano, existe una esfera más
allá de la terrenal y, si la lealtad al hombre entra en conflicto con la
lealtad a Dios, la última tiene prioridad.
La sociedad actual, ha devaluado los valores. Hoy ser
persona de valores no tiene ningún valor. Hoy la lealtad se pone al servicio de
personas de intereses o de relatos. Pongamos en valor lealtad sin fisuras a los valores que son principios
morales; no a los relatos destinados a deshumanizar y crear vacíos, para robar
voluntades enraizando ideales y conveniencia.
Cada persona decide a qué quiere ser leal, según esté o no en
sintonía con sus valores. Es importante tener en cuenta que este término
únicamente define a una persona que siempre defiende aquello a lo que es leal.
Es decir, no hay medias tintas ni gama de grises que permitan hacer uso de esta
virtud cuando sea conveniente, pues entonces estaríamos hablando del concepto
contrario: la traición. Lo opuesto de lealtad es traición, es la falta que
comete una persona en virtud del incumplimiento de su palabra o infidelidad. La
falta de lealtad describe a una persona que engaña a sus familiares,
compañeros, y expone su propia honorabilidad.
También debemos considerar su lado invisible: cuando hablamos
de “nobleza, rectitud, honradez, honestidad”, no queremos decir obediencia absoluta
sin considerar los mandatos del corazón y del alma. Tengamos presente que las
lealtades invisibles o inconscientes a personas, instituciones e inclusive al
sistema familiar actúan muchas veces como trabas u obstáculos en la libertad
del propio ser.
Si bien se considera a este valor como una promesa del alma,
fortalecerla y transmitirla se reflejará en el ejercicio diario que nos
proponemos al ser mejores. Seamos leales a nosotros mismos, teniendo en cuenta
que este valor traspasa nuestro cuerpo y destila una poderosa energía, cuyo
objetivo está fijado en encontrar y atraer a nuestros iguales. Cuando se es
leal a los valores, no habrá relato que haga desmerecer el poder de los
valores.
Fotografía: Internet
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