Durante siglos la Iglesia Católica ha dedicado todo el mes de
mayo para honrar a la Virgen María, la Madre de Dios. La costumbre nació en la
antigua Grecia. Cuenta la historia que desde las antiguas civilizaciones el mes
de mayo era dedicado a Artemisa, la diosa de la fecundidad. Algo similar
sucedía en la antigua Roma pues mayo era dedicado a Flora, la diosa de la
vegetación. En aquella época celebraban los ludi florals o los juegos florales
a finales de abril y pedían su intercesión.
Luego, hacia el siglo XII se originó el “Tricesimun” o “La
devoción de los treinta días a María” con fecha desde el 15 de agosto al 15 de
septiembre, en honor al nacimiento de la Virgen María. De ahí que muchos países
como Argentina y Chile conserven ese período para honrar a María.
En el siglo XVII se retomó el mes de mayo para dedicárselo a
la madre de Dios. De alguna manera se conjugaron las fiestas paganas para
legalizar una celebración católica de carácter mariano que se mantienen hasta
la actualidad.
Mayo es un mes amado y llega agradecido por diversos
aspectos. En nuestro hemisferio la primavera avanza con muchas y polícromas
florituras; el clima es favorable a los paseos y a las excursiones. Para la
Liturgia, mayo pertenece siempre al tiempo de Pascua, el tiempo del "aleluya",
del desvelarse del misterio de Cristo a la luz de la Resurrección y de la fe
pascual: y es el tiempo de la espera del Espíritu Santo, que descendió con
poder sobre la Iglesia naciente en Pentecostés. En ambos contextos, el natural
y el litúrgico, se combina bien la tradición de la Iglesia de dedicar el mes de
mayo a la Virgen María.
Ella, en efecto, es la flor más bella surgida de la creación,
la "rosa" aparecida en la plenitud del tiempo, cuando Dios, mandando
a su Hijo, entregó al mundo una nueva primavera. Y es al mismo tiempo la
protagonista, humilde y discreta, de los primeros pasos de la Comunidad
cristiana.
En España el Día de la Madre cae en el mes de mayo porque se
trata de una tradición católica que ensalza a la Virgen María y mayo es el mes
del año que está dedicada a ella y a las flores. ¡Nosotros debemos dar gracias
a Dios cada día por nuestras madres! Por todos sus sacrificios y su amor.
Dios confía a cada madre el deber de compartir en el misterio
de su creación. En el designio de nuestro Padre, cada nueva vida es concebida y
crece bajo el corazón amante de una madre. Cada madre es un guardián nombrado
por nuestro Padre para cuidar de su precioso regalo de vida. Su sonrisa es lo
primero que el niño ve al entrar al mundo. Y su sonrisa es para el niño el
primer signo del amor de Dios.
Las madres especialmente, son nuestras primeras maestras en
la oración, la caridad y las prácticas de nuestra fe cristiana. Por su ejemplo,
nuestras madres nos enseñan la verdad del amor cristiano, amando sin esperar
nada a cambio. Como cristianos, somos bendecidos de tener dos madres. Tenemos
nuestras madres naturales que nos trajeron a este mundo, y tenemos nuestra
madre espiritual, la Santísima Virgen María.
Es apropiado que mayo, cuando celebramos el Día de la Madre,
sea tradicionalmente el “Mes de María” en nuestra Iglesia. Así como nuestras
madres nos enseñaron a caminar, María nos enseña cómo seguir a Jesús. Ella nos
enseña cómo escuchar la voz de Dios y cómo confiar en su plan para nuestra
vida.
A los ojos de María, como en los ojos de nuestras madres naturales, nosotros siempre seremos sus hijos. Como una buena madre, ella está siempre cerca de nosotros, lista para sostenernos si estamos por caer. Pero, hay madres que han sido y son despreciadas por sus hijos. “Honra… a tu madre”. Éxodo 20:12. No es una sugerencia, es un mandamiento que no tiene excepciones. Dios estableció esta directriz para el pueblo de Israel, porque un hogar respetuoso era crucial para el futuro éxito de la nación. Lo mismo cuenta para nosotros hoy. Dios nos bendice cuando respetamos a nuestras madres con palabras y acciones.
Amemos incondicionalmente a nuestras madres. Estamos llamados a amar a nuestra
madre como Dios lo hace. Él no puso condiciones a su amor por nosotros con
expectativas y requisitos que debíamos cumplir primero. Nos prodigó su amor aun
siendo pecadores. Ro 5:8.
Así que honremos a todas nuestras madres este domingo, Tanto si se tiene la suerte de tenerla a su lado, como si ya la tenemos en el cielo. Pidamos a nuestra Santísima Madre que nos ayude a llegar a ser más dignos, más
santos y más amorosos hijos de Dios, siendo buenos hijos terrenales.
Trátenla con amabilidad. Deje saber a su madre que ella es
valorada. Tómese el tiempo para escuchar con atención sus palabras y ayúdela
cuando tenga alguna necesidad.
Tengamos en cuenta que, honramos a nuestro padre y a nuestra madre cuando
agradecemos todo lo que han hecho por nosotros. Y demostramos que los valoramos
teniendo en cuenta sus consejos (Proverbios 7:1, 2; 23:26). La Biblia dice que
“la hermosura de los hijos son sus padres”, es decir, que los hijos deben
sentirse orgullosos de ellos (Proverbios 17:6).
Debemos aceptar su autoridad. Los hijos, honran a sus
padres al respetar la autoridad que Dios les ha dado. Colosenses 3:20 les dice:
“Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es muy agradable en
el Señor”. El propio Jesús obedeció con gusto a sus padres cuando era jovencito
(Lucas 2:51).
A los padres hay que tratarlos con respeto. (Levítico 19:3; Hebreos 12:9). Por lo
general, el respeto se ve en lo que decimos y en cómo lo decimos. La Biblia
dice que si alguien habla con falta de respeto de su padre o de su madre está
cometiendo una ofensa grave. Mateo 15:4.
Hay hijos que originan tanto dolor a su madre y a su padre, y poco les
importa verlos sufrir, es como si no le uniera ningún sentimiento, simplemente
porque no aceptan que le oriente y guíe. No toleran ningún consejo teniéndose
como más listos, pero lo que hagamos a nuestros padres más tarde o más
temprano atormentará nuestra conciencia.
Yo siempre doy gracias a Dios por la gran madre que me dio y por
darme la sensatez de valorarla en vida y reconocer su valía como la persona que
me dio el ser, la que me cantaba nanas y me sonreía, y me llevó de la mano para que emprendiera mis pasos por el sendero que me encaminaba hacia un futuro esperanzado. Dar la vida es lo más grande y a una madre se le besan los
pies: quién no la valora como madre y la considera su sirvienta, quién le falta al respeto, la insulta y desprecia, eso es
crueldad y esos hijos son malditos, porque esas acciones son imperdonables…
El corazón de una madre es el único capital del sentimiento que nunca quiebra y con el cual se puede contar siempre con toda seguridad. Tener una madre es como tener siempre una manta para el frío, un pañuelo para cada lágrima, un bastón para cada caída, un paraguas para la lluvia, un trozo de pan para el hambre, un vaso de agua para la sed... Una madre es capaz de dar todo sin recibir nada. De querer con todo su corazón sin esperar nada a cambio. Una madre sigue teniendo confianza en sus hijos cuando todos los demás lo han perdido... Una madres es madre.
Mayo, mes de María la madre de Dios y madre nuestra. Qué
suerte tener dos madres: La Virgen María, Madre entre todas las madres; y mi
madre la que me engendró, me acunó, me educó, me enseñó a rezar, me inculcó
valores éticos y morales. Mi madre es la mejor madre. Mientras la tuve a mi
lado le demostré mi amor y cariño, su ausencia me desgarra, pero a mi madre la llevo siempre en mi memoria porque vive en mi corazón. Su recuerdo está vivo, la
recuerdo con gratitud como no podía ser menos. Valoro los innumerables
sacrificios que hizo por mí, todo su cariño, sus desvelos y sus enseñanzas...
Mamá, gracias infinitas por ser mi madre y sabes que me siento muy orgullosa de ti, por eso, yo me felicito porque seas mi madre. ¡Te quiero mamá!
Fotografía: Internet
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