sábado, 15 de mayo de 2021

El poder que llevas dentro

 


¿Qué es el poder? La palabra poder es un de las más empleadas en diferentes ámbitos de la sociedad y a menudo con diferentes significados. Proviene del verbo latino potere, cuyo origen se encuentra en la expresión pote est (“puede ser” o “es posible”), de donde viene nuestro verbo hispano poder, o sea, ser capaz de algo. De modo que, en principio, el sustantivo poder es la capacidad de algo o alguien de hacer otra cosa posible.

De este modo, tener poder, comúnmente, significa tener la capacidad de hacer que determinadas cosas ocurran. Los poderosos (o sea, los que tienen poder) son quienes hacen posibles las cosas, quienes determinan si algo ocurre o no. Ello implica tener las capacidades necesarias para ello, sean del tipo que sean: sociales, legales, militares, económicas, etc.

Todos podemos experimentar el poder sanador en la gratitud del corazón. El sanador abre sus brazos al amor y a la gratitud, dice el guía espiritual. También muestra aceptación de las habilidades propias o ajenas. Y siempre tiene palabras amables, de aliento y de reconocimiento para el talento, carácter o apariencia externa de los otros.

El modo en que este arquetipo reclama atención a través de aspectos sombríos es el descuido de la salud y bienestar personal. Cuando no escuchamos al sanador interno caemos en hábitos contrarios a la vitalidad, generalmente adicciones que abren la puerta a la enfermedad y el malestar. El arquetipo del sanador es una estructura mítica universal, que experimentamos todos los seres humanos.  Entre las culturas indígenas el sanador representa el principio de prestar atención a lo que tiene corazón y sentido.

Tradicionalmente se reconoce que el poder del amor es la fuerza curativa más importante que disponemos los seres humanos. Por eso los sanadores eficaces, de cualquier cultura son los que abren sus brazos al amor, es decir, al reconocimiento, a la aceptación, a las cosas válidas y a la gratitud. Como también tienen una pericia natural para practicar el arte del reconocimiento, reconocen plenamente que los mayores rencores, solo son amor no expresado.

No olvidemos que situar el ocio y el descanso en el centro de nuestra vida es lo que nos permitirá mantenernos jóvenes.  Por lo tanto, el ocio no es un privilegio sino una virtud. No es el privilegio de unos pocos que pueden permitirse tener tiempo, sino la virtud de todos los que están dispuestos a conceder tiempo a lo que lleva tiempo: dar a cada tarea el tiempo que necesita.

Según la psicología existen cuatro adicciones básicas que engloban todas las demás:

Adicción a la intensidad. Fomenta hábitos destructivos para sustituir la sensación de aburrimiento por la de estar vivos.

Adicción a la tergiversación. Vuelve a las personas rígidas e intolerantes con los errores propios o ajenos.

Adicción a la necesidad de saber y controlar todo compulsivamente. Convierte al individuo en alguien desconfiado y arrogante.

Adicción a lo que no funciona. Se muestra en una tendencia a exagerar las experiencias negativas y aferrarse a ellas.

Adicción a enredarlo todo. Son esas personas chismosas de poco fiar, que mienten más que hablan y se creen que porque gritan dicen la verdad.

Para iniciar la senda sanadora, hay que poner el corazón en los quehaceres cotidianos. Muchas culturas aborígenes creen que el corazón es el puente entre el Padre Cielo y la Madre Tierra. Estas tradiciones describen el corazón de cuatro compartimientos, como pleno, abierto, claro y fuerte. Por eso debemos comprobar su estado, preguntándonos: ¿Tengo hoy el corazón pleno, abierto, claro y fuerte? o ¿a medias, cerrado, confuso y débil? Si no nos sentimos con fuerza es porque nos falta coraje para ser auténticos.

Es conveniente experimentar los tipos de amor universal, para mantener sanos los compartimientos de nuestro corazón, y para ello debemos explorar y abrirnos a los distintos tipos de amor universal: amor entre padres e hijos; hermanos; amigos y amantes; amor profesional entre maestro y estudiante, jefe y empleado; amor a uno mismo y amor universal o espiritual. Todos estos tipos de amor son puertas que nos permiten acceder a la sanación. Una visión equilibrada de ello nos invita a un viaje hacia la totalidad que dura toda la vida.

En el principio de reciprocidad, la sanación implica la capacidad de dar y recibir equilibradamente y la habilidad de conectar, logrando este equilibrio, mantendremos una justa relación con la naturaleza y por ende una justa relación con nuestra propia naturaleza.

Sentir estas formas de amor prepara a la persona para comprender que la sanación requiere actitudes como recordar lo que hemos olvidado sobre la conexión de las cosas vivientes y no vivientes; abrazar lo que más tememos; abrir lo que está cerrado y ablandar lo duro; experimentar lo divino; creatividad, pasión y amor; aprender a confiar en la vida y mantener un equilibrio entre el ser y estar, y el dar y el recibir.

Y cómo cultivar y cuidar los recuerdos que te reconfortan cuando te sientes mal. La psicóloga Belén Colomina, experta en mindfulness, nos anima a rescatar de nuestra memoria los anclajes positivos que nos ayudan a sentirnos mejor

Estamos hechos de multitud de recuerdos hilvanados en nuestra memoria, de vivencias guardadas en nuestra mente, experiencias repletas de emociones. Cada recuerdo lleva una tonalidad afectiva y todos traen su semilla de aprendizaje. Semillas que quedaron para ser escuchadas, elaboradas o para poder saborear el paso del tiempo. Así, hacer crecer estas semillas en armonía, depende de ti.

Podemos hacer anclajes positivos en nuestra vida, traer y alentar los recuerdos positivos, los que nos dan calor y empuje cuando los necesitamos. Porque todo cambia a nuestro alrededor, pero podemos conservar su esencia para siempre, y siempre que necesitemos reconfortarnos podemos acudir a esos recuerdos sanadores.

¿Verdad que un suave aroma a café trae de inmediato recuerdos a tu mente? ¿O esa colonia que llevas tantos años sin oler pero que, de repente, vuelve y te transporta a ese pasado, a esa persona, a ese lugar en el que guardaste tu recuerdo?

Cuidar de tus recuerdos hará que puedas disfrutar de ellos siempre que quieres abrazar todo lo bueno que has vivido. Es bueno y necesario conservar buenos recuerdos para seguir disfrutando y saboreando presencias, aromas y sabores de esas personas que han sido parte de tu vida: En momentos de soledad, de incomprensión, de añoranza los recuerdos sirven de bálsamo para aliviar la desazón.

Es curioso cómo, a veces, inesperadamente afloran los recuerdos a nuestra memoria; son verdaderas cajas de sorpresas, son gotas caídos del cielo como agua de mayo. Los recuerdos se despliegan y dentro de ti notas las sacudidas como de un motor que arranca y mueve la sangre por las venas, y el corazón bombea aceleradamente. Corazón y sentimiento, sentimiento y corazón: ambos, piezas fundamentales para mover el mundo y para reavivar recuerdos.

Y de pronto la veo regando las flores y a él al caer la tarde montando su yegua blanca, y una niña de tirabuzones rubios les sonríe feliz, y el ocaso llena el ambiente de serena noche y los recuerdos y los sueños se alinean en la estancia y al cerrar los ojos los visualizo en ese lugar dónde solo ellos habitan; ahí, en la cima del silencio con el que les contemplo, y su luz todo lo envuelve y dentro de mí se reaviva la llama inagotable y una fuerza emerge revitalizando mi existencia…

Mis recuerdos tienen el poder de mantenerme erguida sin bajar la vista. Los psicólogos indican que todos nuestros recuerdos tienen una relación muy estrecha con las emociones, por eso somos capaces de experimentar nuevamente las emociones originales cuando los volvemos a situar en el foco de nuestra atención. Un recuerdo agradable renueva las emociones y revitaliza los sentimientos,  restaurar esa autoestima lastimada y aviva la paz interior. Por contra, si los recuerdos nos recuerdan nuestras malas acciones, lo último que querremos será rememorarlo.

Decía Pío Baroja que: En buena parte somos la prolongación de nuestro pasado; el resultado de un recuerdo.

El poder que llevas dentro: Un buen corazón no sabe dañar, un buen corazón sabe esperar…

A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa. La peor de las prisiones sería un corazón cerrado y endurecido. El corazón humano es un instrumento de muchas cuerdas; el perfecto conocedor de los hombres las sabe hacer vibrar todas, como un buen músico. El corazón es un niño: espera lo que desea.

Cuando tienes un buen corazón: das demasiado; ayudas demasiado; confías demasiado, por eso te hacen más daño…


Fotografía: Internet

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