sábado, 28 de abril de 2018

La psicopatía


Lucía Halty, doctora en psicología y experta en trastornos como la psicopatía, es una de las voces más expertas para hablarnos sobre los descubrimientos y avances de dicha patología. Halty es profesora e Investigadora en la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE. Doctora en Psicología por la Universidad Pontificia Comillas de Madrid cuyas líneas principales de investigación son en psicopatía infanto-juvenil y neurociencia, personalidad y perfiles criminales, aplicación neurociencia contextos forenses. Ha colaborado estrechamente con la policía nacional para destapar o ayudar a hacerlo a criminales. En una entrevista en la razón.es explicaba lo que se sabe actualmente sobre la conducta y el perfil de la psicopatía:

Robert Hare, uno de los expertos más destacados en el nivel internacional, describe a las personas con psicopatía como individuos locuaces, arrogantes, insensibles, dominantes, superficiales, egocéntricos, falsos y manipuladores. Hare defiende que la psicopatía se distingue de otros trastornos psicopatológicos por un patrón característico de síntomas afectivos, interpersonales y conductuales.

En el plano afectivo, estos individuos se caracterizan por experimentar emociones lábiles y superficiales, por su falta de empatía, ansiedad y sentimientos genuinos de culpa y remordimiento, así como por su incapacidad para establecer vínculos duraderos con otras personas. En el nivel interpersonal, son arrogantes, egocéntricos, manipuladores, dominantes y enérgicos. En el nivel conductual, son irresponsables, impulsivos y buscadores de sensaciones, suelen transgredir con facilidad las normas sociales, y se caracterizan por un estilo de vida socialmente inestable que incluye comportamientos parasitarios y faltos de planificación.

Las características mencionadas anteriormente aparecen reflejadas en el instrumento diseñado por Hare (PCL-R, Hare Psychopathy Checklist-Revised, 1991) en forma de dos factores. El Factor I, abarca rasgos de personalidad como la grandiosidad, la crueldad, la falta de empatía, la falta de culpa y remordimientos, la frialdad emocional y la capacidad de manipular a los demás. El Factor II se refiere más a un estilo de comportamiento antisocial que se describe como un patrón de comportamiento crónicamente inestable, impulsividad y versatilidad criminal. Por lo tanto, existe un consenso en la comunidad científica que considera la psicopatía como un trastorno de la personalidad formado por dos factores, el Factor I relacionado con aspectos de personalidad; y, el Factor II formado por aspectos relacionados con un comportamiento antisocial.

A raíz de la creación del instrumento Psychopathic Checklist-Revised (PCL-R, Hare, 1991), se empezaron a desarrollar una gran cantidad de trabajos de investigación. En un primer momento, los trabajos se centraban en muestras de psicópatas encarcelados, en particular hombres. Había una clara ventaja de acceso a la muestra, la cárcel es el lugar donde con mayor probabilidad se van a encontrar psicópatas. La psicopatía no es un trastorno fácil de identificar y no son personas que suelan acudir a consulta, con lo que el hecho de que estuvieran encerrados facilitaba su identificación y estudio. Pero, ni todos los criminales son psicópatas ni sólo hay psicópatas en las cárceles.

El estudio de población carcelaria planteaba algunos interrogantes con respecto a la generalidad de los resultados encontrados. En concreto, los investigadores se cuestionaban si podría haber sujetos con psicopatía fuera de la cárcel, los llamados “psicópatas subclínicos” o “psicópatas con éxito” (Babiak, 1995).

El estudio de población subclínica resulta muy interesante para elaborar estrategias de prevención, ya que si se encuentran psicópatas con características similares a los psicópatas sin éxito (o encarcelados), y no han entrado en contacto con el sistema judicial, eso indica que pueden existir algunas variables que frenan el desarrollo del comportamiento antisocial.

Otra línea de investigación, que recientemente ha cobrado mucha relevancia, tiene que ver con el desarrollo y evolución del trastorno, es decir, cuándo se empieza a gestar y si podemos identificar factores de riesgo que propicien su aparición en población infantil.

Respecto a la base genética de la psicopatía, estudios realizados en gemelos, en niños adoptados y entre padres e hijos demuestran su heredabilidad con una fuerte base genética subyacente que explicaría el 70% de la existencia del trastorno (Viding et al., 2005), siendo el otro 30% explicado por factores de tipo ambiental o social.

Los genetistas del comportamiento han señalado a los genes de las vías dopaminérgicas y serotoninérgicas como particularmente implicados en el desarrollo de la psicopatía. Otro de los genes que está cobrando especial relevancia en estudio de la psicopatía es la oxitocina. La oxitocina juega un importante papel en el reconocimiento y memorización de la expresión facial de las emociones en los demás y en la implicación que este reconocimiento tiene para el desarrollo de una comunicación positiva en la resolución de conflictos entre individuos.

En los últimos años, ha crecido el interés por relacionar los niveles de oxitocina con las características psicopáticas, en concreto, se ha encontrado que bajos niveles de oxitocina pueden estar asociados con los déficits cognitivos y emocionales presentes en la psicopatía.

La idea de que un niño pueda tener tendencias psicopáticas divide a la comunidad científica. Algunos autores consideran que el cerebro del niño está aún en pleno desarrollo y que el comportamiento habitual a estas edades puede ser malinterpretado como psicopático (Steinberg y Avenevoli, 2000). Otros temen incluso que, aunque tal diagnóstico pudiera hacerse con exactitud, el coste social de marcar a un niño con la etiqueta de psicópata sea simplemente demasiado alto. Y, por último, un número pequeño pero creciente de psicólogos afirman que enfrentarse al problema cuanto antes puede significar la oportunidad de ayudarles a cambiar de rumbo (Dadds, Jambrak, Pasalich, Hawes y Brennan...).

Los medios de comunicación muchas veces buscan enseguida entre las causas de los motivos de los asesinos, la psicopatía. Sin embargo, a veces no es así. Hablemos de Anna Gabriel, El Chicle... Cuando escuchamos en los medios de comunicación o leemos relatos escalofriantes en los que nos explican los actos tan terribles que pueden llegar a cometer estas personas, una sombra de miedo y cuestionamiento sobre la naturaleza del ser humano nos recorre el cuerpo al preguntarnos cómo es posible que una persona sea capaz de hacer sufrir a otra de esa manera. Nos resulta mucho más “comprensible” e incluso a veces “tranquilizador” cuando escuchamos que alguien bajo un trastorno mental comete un acto de estas características. Pero cuando alguien comete un acto de tanta violencia bajo una plena capacidad consciente de sus actos, sabiendo lo que hace y queriendo hacerlo, o como diría el Ordenamiento Jurídico Español, con plena capacidad cognitiva y volitiva en sus actos, es realmente incomprensible e inquietante.

Hay psicópatas que, aunque no lleguen a matar disfrutan haciendo sufrir. Un arrepentido psicópata confesaba: Estaba tan lleno de odio que no había lugar dentro de mí para sentimientos como el amor, la pena, la ternura, el honor o la decencia, de lo único que me lamento es de no haber nacido muerto o simplemente no nacer. 

Fotografía: Gabby Orcutt.

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