viernes, 22 de enero de 2016

El corazón envidioso se vuelve ácido

Una rosa marchita.


Dijo el Papa Francisco que: «El corazón envidioso se vuelve ácido, en vez de sangre tiene vinagre». El Pontífice advierte de que las personas con este vicio nunca son felices.

El próximo 13 de marzo se cumplen tres años del pontificado del Papa Francisco, y en ese tiempo el mundo no ha quedado indiferente a sus mensajes. Hace un tiempo, ante más de sesenta mil participantes en la audiencia general, el Papa Francisco denunció y enumeró claramente una serie de vicios corrosivos que afectan a personas clericales pero también a cristianos que se creen virtuosos. «¡Cuánta división! ¡Cuánta envidia! ¡Cómo se habla mal de otros! ¡Cuánta incomprensión!».

La división y la envidia destroza a las familias y a la Iglesia y acarrea la discordia. «¿Y esto qué hace a la iglesia?», se preguntó el Pontífice: «¡Nos despedaza!». Es necesario detectar las causas, los problemas porque «la guerra no comienza en el campo de batalla. Comienza en el corazón con las envidias y las divisiones. Ya se lo advertía Pablo a la comunidad de Corinto, que eran campeones en estas cosas».

El Papa advirtió que «tenemos envidia porque alguien ha comprado un coche, porque es admirado o porque ha ganado la lotería… Pero esto hace daño». En tono muy fuerte añadió que «la envidia crece y llena el corazón. Un corazón envidioso se vuelve ácido, en vez de sangre tiene vinagre. Nunca es feliz». Como consejo para superar ese defecto, el Papa invitó a «apreciar las dotes de los demás, y dar gracias a Dios por habérselas dado a esas personas».

En esa larga catequesis nacida de la experiencia, el Santo Padre continuó invitando a adquirir la costumbre de «Dar gracias. Una persona que sabe dar gracias es un corazón noble». Advirtió también que quien no valora las virtudes de los demás tiende a exagerar las propias y «a veces, también nosotros somos como el fariseo de la parábola: Señor, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros…»

Como la tentación de soberbia es inevitable, aconsejó que «cuando te venga a la cabeza, acuérdate de tus pecados»: un pensamiento que ayuda a superarla y a evitar el engreimiento, y nos recomendó aplicarnos «algunos consejos concretos de Pablo a los cristianos de Corinto: apreciar los dones de nuestros hermanos, acercarse y compartir los sufrimientos de los últimos y los más necesitados, manifestar la propia gratitud a todos, no considerarse nunca superior a los demás…» Recordó que su predecesor, Juan Pablo II, «nos invitó a abrir las puertas a Cristo y mostró al mundo el misterio de la Divina Misericordia».

El Papa francisco convoca por sorpresa un «Año Santo de la Misericordia» ¿Qué es la misericordia? El concepto de misericordia viene del conjunto de palabras latinas miseri (pobreza o miseria) y cors (corazón), ya sea «corazón de pobres» o «corazón con los pobres». Según el diccionario es la inclinación a sentir compasión por los que sufren y ofrecerles ayuda. Es esa misericordia a la que el Papa Francisco apela, que la Iglesia como Madre de todos debe ser compasiva y tierna con los que más lo necesitan, debemos evitar una mirada «intra eclesial» con ausencia de una visión más abierta al mundo y sus necesidades, respondiendo así al llamado del Papa a ser una «Iglesia en salida hacia los más pobres y hacia las periferias».

En este año de la Misericordia es bueno recordar que un buen ejemplo de la misma viene reflejado en la conocida parábola del Hijo pródigo, que actualmente también se le conoce como la parábola del Padre misericordioso con un hijo arrepentido. Un hijo que recapacita y se reconoce miserable, tanto, que no se siente digno de ser aceptado por el Padre.

Al Papa Francisco le llaman ya «el Papa Misericordioso», eso nos trae a la memoria a Juan XXIII, al que llamaban «el Papa Bueno». Y a la misericordia quiere dedicar el año de Dios. Todo un año, para demostrar al mundo y a los propios católicos que la esencia del Evangelio es la misericordia, y que, si la Iglesia no cumple con ese mandato de su fundador, está traicionando la esencia de su mensaje. Pasar de aduana a hospital de campaña. Y que ese cambio la gente lo palpe, lo toque, lo sienta, lo experimente, lo viva en sus propias carnes.

La misericordia es el secreto del éxito de Francisco, que sabe que algo falla en la institución, cuando es percibida por el mundo y por los propios católicos más como una madrastra que como madre. Y, a lo sumo, como madrastra que también hace obras de caridad, pero sin dejar jamás de querer imponer su doctrina y su forma de ver y de vivir las cosas. El Papa Francisco es una mente que piensa y un corazón que ama, y que lo demuestra. Por eso, sus palabras y su mera presencia son bálsamo sobre las heridas del mundo. No hay otra clave. La Iglesia tiene que dejarse querer para entrar en el corazón de la humanidad.

En La Biblia nos encontramos, como enseñanzas, con varios pasajes que hablan sobre la envidia, tanto en hechos reales como en las parábolas de Jesús. Por ejemplo, Caín mató a Abel porque Dios lo vio con agrado. La envidia es una fuerza capaz de movernos hacia lo negativo, tanto así que movió a once patriarcas ¡a vender a su propio hermano como esclavo! Aunque José fue a parar a Egipto, donde finalmente prosperó porque Dios estaba con él. Debes hacer las cosas con excelencia porque Dios está contigo y se encargará de que la envidia disminuya para que puedas lidiar con ella.

El apóstol Pablo dio en el blanco al descubrir que la motivación del corazón es lo que realmente importa. Las mismas acciones en dos seres humanos pueden tener distintas motivaciones y lo mejor es hacer todo con la motivación correcta, por amor al Señor y a quienes te rodean. El corazón de un hijo de Dios debe ser puro, honesto y correcto. Pídele al Señor que te ayude a hacer las cosas por amor, no por envidia.

La Palabra también explica que ¡la envidia fue el motivo por el cual Jesús fue condenado a muerte! Ya que Pilatos preguntó si deseaban liberar a Barrabás o a Jesús y la envidia de los fariseos y sacerdotes movió a todos para que pidieran liberar a Barrabás. Así que es imprescindible que saques de tu corazón la más mínima porción de envidia que exista ya que es capaz de corromperte sin que lo notes.

Generalmente nadie protesta porque a alguien le vaya mal, sino que les molesta que a alguien le vaya mejor y eso se llama envidia. «Si alguien saca buenas notas es porque copió, no porque estudió. Si un hermano es buena persona, con mentiras, injurias y calumnias trataran de que lo desprecien; hacen ver que ellos son intachables a costa de despellejar a un hermano…» Algunos tienen la mala costumbre de sentir envidia y juzgar como no quieren ser juzgados, pero recuerda que nunca llegarás a ser lo que envidias, ya que solamente puedes llegar a ser lo que admiras. El resentimiento es inútil porque impide que aproveches la oportunidad que tienes y, además, provoca que ¡envidies a quienes sí la aprovecharon!

«El nombre de Dios es misericordia». Este es el título de un libro que sintetiza mucho de lo que el Papa ha dicho. Espero y deseo que en este año de la Misericordia los envidiosos y todas las personas «errantes de la maldad» que son conscientes de que hacen daño, tenga un momento de arrepentimiento para que encuentren la paz espiritual y recuperen el equilibrio emocional, y puedan vivir la vida sosegadamente.

Fotografía: montillon.a, cc.

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