Una vez había un joven muchacho que estaba a punto de graduarse tras años de estudios. Con esa excusa, se había ilusionado con un hermoso coche deportivo que estaba expuesto en el escaparate de una agencia. Como se acercaba el día de su graduación y sabiendo que su padre podría comprárselo, le dijo que ese coche era todo lo que quería como regalo de fin de carrera.
En espera de que llegara la hora, el joven observaba los movimientos de su padre para ver alguna señal de que el coche estaría para ese día tan deseado.
Finalmente, en la mañana del día de la graduación su padre le llamó a su habitación, lo abrazó y le dijo lo orgulloso que se sentía de tener un hijo tan bueno y lo mucho que lo amaba, y le entregó una hermosa caja de regalo.
Curioso y algo decepcionado el joven abrió la caja y encontró una hermosa Biblia con cubiertas de piel y su nombre escrito en letras de oro. Enojado le gritó a su padre:
—¿Con todo el dinero que tienes y lo que me das es esta Biblia?
Enfadado, salió de la casa y no regreso más. Pasaron muchos años y el joven se convirtió en un exitoso hombre de negocios. Tenía una hermosa casa y una bonita familia, pero cuando supo que su padre, ya anciano, estaba muy enfermo pensó visitarlo ya que no lo había vuelto a ver desde el día de su graduación.
Preparando para partir hacia la casa paterna recibió un telegrama donde le comunicaban que su padre había muerto y le hacía heredero de todas sus posesiones, por lo cual, tenía que presentarse urgentemente en la casa de su padre para iniciar todos los trámites legales de la herencia.
Cuando entró a la casa la pena lo embargaba y la tristeza y el arrepentimiento llenaron su corazón.
Necesitó tomarse su tiempo para recuperar fuerzas y empezar a buscar los documentos precisos para tramitar los asuntos pendientes, y entre los documentos importantes se encontró con la Biblia que su padre le había regalado y que él había rechazado.
Con lágrimas la abrió y empezó a hojear sus páginas. Su padre cuidadosamente, había subrayado un verso en Mateo 7,11: «Y si vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuanto más nuestro Padre dará a sus hijos aquello que le pidan».
Mientras leía esas palabras unas llaves de coche cayeron de la Biblia, con una tarjeta de la agencia donde había visto el deportivo que tanto había deseado. La tarjeta tenía la fecha del día de su graduación y las palabras: «TOTALMENTE PAGADO».
No nos precipitemos con nuestras decisiones. ¿Cuántas veces hemos rechazado o perdido la oportunidad de disfrutar o vivir emociones importantes por culpa de nuestra impaciencia? Démonos tiempo para sentir el palpito de lo que realmente merece la pena, porque con el tiempo nos podremos arrepentir y ya no habrá oportunidad de rectificar.