viernes, 4 de octubre de 2013

La sagrada misión

Una pareja sentada en el sofá con su bebé.

La sagrada misión de ser padres. Para ser padres no es obligatorio hacer ningún cursillo de cómo educar a los hijos. Quien es padre debe ser consciente de la responsabilidad que supone y los cuidados que conlleva un hijo para un buen desarrollo físico, mental y espiritual.

¿Se ejerce como madre instintivamente o hay que tomar lecciones? Creo que las dos posibilidades son necesarias y de gran ayuda, pero las madres están dotadas de un sexto sentido que te indica lo que debes hacer en cada momento y la experiencia de la abuela es la que nos confirma y nos fortalece para poder asumir la hermosa tarea de cuidar de un recién nacido.

Cuando tienes a tu hijo en brazos te desvives por protegerlo, quererlo y mimarlo. La experiencia se adquiere con el día a día y a medida que el niño crece vas comprendiendo mejor sus necesidades. Pero es verdad que los niños no vienen con las instrucciones debajo del brazo, ni los padres han aprendido a ser padres. Lo de cuidar y proteger es algo innato, otra cosa es saber educar a los hijos.

Hay quien piensa que hay que educar a los padres para que, con su ejemplo y conocimientos de las virtudes y valores humanos, puedan educar a sus hijos, tendiendo puente entre la educación familiar y la vida social.

Dice Francisco Gras, editor de micumbre.com: «nadie enseña a los padres a ser padres, lo tenemos que ir aprendiendo en base a lo que dicen los técnicos ‘ensayo y error’, para cumplir con la sagrada misión de ser cónyuges y padres. Pero con los hijos y el cónyuge no es lo mismo, pues los errores que se pudieran cometer pueden ser irreversibles». Prosigue que «es muy recomendable asimilar y copiar lo que nuestros propios padres nos han enseñado, pero no hay que olvidar que en la época que nos enseñaban no había los mismos medios que ahora, ni las cosas eran iguales en presiones externas y en el núcleo familiar. Tenemos que mantener los principios generales que nos enseñaron sobre los valores humanos, la educación y las virtudes, y añadir a esos principios lo que sea necesario para, sin perderlos, adaptarlos a la sociedad actual».

Añade que «los padres deben ser sensatos a tiempo completo, no solamente de fachada, sino auténticos para poder educar bien a los hijos. Esto solo se consigue con una buena formación y un continuo entrenamiento en las virtudes y valores humanos, para poderlas aprender, practicar y enseñar».

Esta es la opinión y los consejos de Francisco Gras acerca de la disciplina: «Qué mal suena hoy en día la palabra disciplina, casi se le ha sacado del vocabulario. Estamos en una de las épocas donde muchos hijos son totalmente indisciplinados. Nadie sabe si son así porque no han sido educados apropiadamente, si es que están totalmente consentidos o es que los padres tienen miedo a que los hijos, con la disciplina, se traumaticen psicológicamente y les denuncien a la policía, y ahí sí que no hay ninguna discusión ni alegato, pues la razón siempre la tienen los hijos».

Hay padres que prefieren dejarles hacer lo que quieran, pues llevarles la contraria, ponerles reglas y hacérselas cumplir, conlleva mucho trabajo y dedicación. Los padres interesados en formar a sus hijos adecuadamente deberían:
  • Cumplir con su obligación de poner orden, responsabilidades y educación en la familia. Si el padre censura con firmeza y energía a su hijo, no debe martirizarse ni acusarse de tirano. Es preferible que sea firme y justo, a que se quede corto en la aplicación de la disciplina, su hijo se lo agradecerá en el futuro. Las cárceles y pandillas están llenas de jóvenes derrotados a los que sus padres nunca les educaron ni disciplinaron, les dejaron que se criaran por sus propios instintos.
  • Dar a sus hijos muestras continuas de humanidad, sencillez y grandeza, reconociendo sus debilidades y defectos, para que su hijo aprenda también a aceptarse, valorarse y quererse con sus propias limitaciones.
  • Disciplinar con paciencia, afecto y cariño para conseguir los efectos deseados de obediencia, persuasión, orden y rigor para que los hijos vayan logrando las cosas poco a poco.
  • Educar a los hijos en la libertad de su libre albedrío, pues es uno de los muchos regalos que podemos hacerles. La disciplina no debe ser el motivo para controlar ni fiscalizar permanentemente la vida de los hijos. Debe ser negociada entre los padres para evitar que uno de los cónyuges se pueda sentir mal o culpable y despreciado por la otra parte.
  • Estar firmes en sus decisiones y mantener la palabra dada. Ser consistente con las acciones y actitudes, tanto en los castigos como en los premios. También el buen comportamiento y el esfuerzo del hijo los deben de premiar siempre con un gesto de afecto y de alabanza. Nunca debe de acostarse un padre sin haber hecho ‘las paces’ con su hijo.
  • El padre nunca debe decir a sus hijos que son malos, pues pueden hacer algo mal, pero intrínsecamente son buenos. Los padres no deben verter su mal humor sobre los hijos aduciendo que éste o aquel le saca de quicio y que se siente incapaz de controlar su comportamiento.
  • No deberá someter a sus hijos al chantaje para que se porten bien, diciendo: «No te querré si haces eso»; «Me estas poniendo enfermo»; «Mejor sería que me muriera y así te dejaré en paz»; «Me iré de casa».
  • Si se tiene dudas, recurre a pedir consejo a algún experto sobre las distintas formas o sistemas de premios y castigos que mejor hagan comprender a los hijos los beneficios y perjuicios relacionados con el comportamiento en la familia, escuela y sociedad, haciéndoles ver que las acciones disciplinarias razonables siempre son en beneficio de la formación de su carácter y que le servirán para comprender las diferencias entre lo bien y lo mal hecho, siendo ejemplo vivo de autodisciplina, practicando los valores y virtudes que pretenden desarrollar en sus hijos. Si no da ejemplo de buen comportamiento, no puede aplicar ninguna norma de conducta ni su correspondiente actitud disciplinaria.
  • No se puede hoy actuar y reaccionar de una forma y mañana de la contraria. Hay que tener unas normas claras, precisas y razonadas de comportamientos con sus correspondientes castigos disciplinarios, proporcionales por su incumplimiento.
Los padres tienen que ser capaces de transmitir, porque la enseñanza activa-vivencial es la más exitosa. Sabemos que la presencia de los adultos es fundamental para regular la conducta de los más jóvenes, de ahí la importancia de poner reglas y marcar límites, aunque los rebeldes son transgresores por instinto y con esos no se puede… Hay cachorros que se niegan y se revelan.

En el desarrollo evolutivo de la especie no olvidemos la función importante de los padres, en ellos recae la educación y en los maestros el conocimiento. Primeros motores de la labor formativa, pero teniendo en cuenta la mala influencia que ejerce la sociedad sobre los jóvenes que son tentados por lo prohibido o lo no conveniente, al ser maleables caen rendidos en garras destructoras que convierte a un joven noble en villano.

Decía Pitágoras que: «Educar no es dar carrera para vivir, sino templa el alma para las dificultades de la vida». Y Mario Sarmiento dijo: «Educar a los hijos es, en esencia, enseñarles a valerse sin nosotros»
Así es, los padres estamos obligados a educar, orientar y corregir de por vida… Aunque según Maugham: «Cada generación ríe de sus padres, ridiculiza a los abuelos y admira a los bisabuelos».

Fotografía: normalityrelief, cc. Desaturada de la original.

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