San Francisco de Asís (en italiano Francesco d’Assisi) nació en Italia el 26 de noviembre de 1182 y murió el 3 de octubre de 1226. Fue diácono fundador de la Orden Franciscana y de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas. De ser hijo de un rico comerciante, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia de los Evangelios. Francisco de Asís nació bajo el nombre de Giovanni, pero su padre era un próspero comerciante de telas que formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia: al parecer, fue la afición a esta tierra por lo que su padre lo apodó después como Francesco.
Francisco recibió la educación regular de la época. De joven se caracterizó por su vida despreocupada: no tenía reparos en hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, ni en dar pródigas limosnas; como cualquier hijo de un potentado tenía ambiciones de ser exitoso pero pasado los veinte años, después de ciertas vicisitudes, empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal, renunciando a todos sus bienes. Un día en que se mostró en un estado de quietud y paz, sus amigos le preguntaron si estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: «Estáis en lo correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual. La dama a quien se refería era la Pobreza».
El punto culminante de su transformación se dio cuando convivió con los leprosos, a los que un tiempo antes le parecía amargo mirar y a los que se creyó llamado especialmente a cuidar. San Francisco de Asís escogió el camino de pobreza y el servicio a los más necesitados. Es patrón de los animales y de los ecologistas, cuya festividad se celebra el 4 de octubre. Él se comunicaba con los animales y decía:
«Dios creó a todas las criaturas con amor y bondad, grandes, pequeñas, con forma humana o animal, todos son hijos del Padre y fue tan perfecto en su creación que dio a cada uno su propio entorno y a sus animales un hogar lleno de arroyos, árboles y prados hermosos como el propio paraíso».
«Si existen hombres que excluyen a cualquiera de las criaturas de Dios del amparo y la misericordia, existirán hombres que tratarán a sus hermanos de la misma manera». También decía que «los animales son mis amigos, yo no me como a mis amigos» y «no hagas a otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti».
Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Por estas virtudes el cardenal Jorge Mario Bergoglio, el pasado 13 de marzo de 2013, al ser elegido Papa, manifestó su voluntad de ser conocido como ‘Francisco’ en honor del santo de Asís.
El papa Francisco lleva seis meses al frente del Vaticano y no hay día que no deje de sorprendernos por su valentía y firmeza. Sus palabras no pasan inadvertidas, habla ‘claro y alto’, se dirige a todos los cristianos, a los de a pie y a los pastores, porque todos juntos somos la Iglesia, de aquí y de allá, todos hermanos…
Hoy, en su última intervención con ocasión de la festividad de los Arcángeles, el papa Francisco pronunció una homilía durante la misa para el Cuerpo de Gendarmería Vaticana. Celebrando a San Miguel Arcángel decía, refiriéndose a las habladurías: «Pidamos a San Miguel que nos ayude en esta guerra: nunca debemos hablar mal uno del otro, nunca abrir los oídos a los chismorreos».
El Pontífice ha instado también a los gendarmes a intervenir si escuchan cualquier «chascarrillo». «Es necesario frenarlo», ha aseverado, y les ha sugerido, cuando vean un comportamiento así, que digan: «Aquí no se puede: salga por la puerta de Santa Ana (que da entrada al Vaticano), vaya fuera y chismorree allí». Para el Papa, el chismorreo, de hecho, debe convertirse en una «lengua prohibida» en el Vaticano, porque «genera el mal». «Os pido, que no solo defendáis las puertas, las ventanas del Vaticano, os pido que defendáis como vuestro patrón San Miguel la puerta del corazón de quien trabaja en el Vaticano, donde la tentación entra exactamente como en tantos otros sitios», con un talante negativo.
Una maldad que ha resumido el papa: «Digo así, para todos, también para mí, para todos», porque «es una tentación que al diablo le gusta mucho: aquella contra la unidad, cuando las insidias van contra la unidad de los que viven y trabajan en el Vaticano».
No es la primera vez que el papa alude a los chismorreos en el Vaticano. El pasado miércoles, durante la tradicional audiencia en la plaza de San Pedro, el obispo de Roma afirmó: «Antes de chismorrear, un cristiano debe morderse la lengua, (…) le hará bien porque la lengua se hincha y no podrá hablar, ni chismorrear».
También el Papa recordó la festividad de San Francisco de Asís y quiso de toda la Iglesia Católica «una cada vez mayor adhesión a la espiritualidad del pobre de Asís», icono viviente de Cristo Señor, y «generoso testimonio evangélico basado en el sincero amor fraterno».
Esta festividad es una buena ocasión para recordar el carisma franciscano y llevarlo a las plazas y a las gentes y, metafóricamente hablando, hacer el recorrido de las condiciones existenciales de cada hombre.
«A veces, cuesta mucho más eliminar un solo defecto que adquirir cien virtudes» dijo, Jean de la Brùyere. La ofensiva del Papa contra el chismorreo, deja entrever la pena que producen los bulos malintencionados… Cuando el Papa dice lo que dice, sabe por qué lo dice. Sabemos que los chismes van siempre cargados de mentiras y maldad, y eso termina por herir y romper, tanto la unidad de hermanos de sangre como la unidad de hermanos de la Iglesia. El pontífice pide que recemos por él y por su ministerio. En verdad, orar ensancha el alma y como dijo Mahatma Gandhi: «La oración es la llave de la mañana y el cerrojo de la noche».
Y para terminar, recitemos la oración de San Francisco de Asís ‘La oración es un verdadero descanso’, que decía:
Que donde haya odio, ponga yo Amor;
donde haya injuria, ponga yo Perdón;
donde haya duda, ponga yo Fe;
donde haya desesperación, ponga yo Esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo Luz;
donde haya tristeza, ponga yo Alegría.
Concédeme, Divino Maestro,
que no me empeñe tanto
en ser consolado, sino en consolar;
en ser comprendido, sino en comprender;
en ser amado, sino en amar.
Porque es dando, como recibimos;
es perdonando, como somos perdonados;
es muriendo en Ti, como nacemos a la Verdadera Vida.
Nobles enseñanzas las de este Santo que también predicaba con el ejemplo: «La verdadera enseñanza que trasmitimos es la que vivimos; y somos buenos predicadores cuando ponemos en práctica lo que decimos».
No hay comentarios :
Publicar un comentario