Hoy me propongo, de nuevo, hacerles llegar otra historia de mujer. Quiero que conozcan la magnífica labor de otra de las magníficas mujeres que se afanan porque sus gentes disfruten de un mundo mejor, luchando por el bienestar, la justicia, la igualdad y la solidaridad, en un lugar donde las mujeres son ninguneadas, maltratadas y ultrajadas. Me llena de alegría saber de estos ángeles, mujeres valientes que se enfrenta al miedo para hacer frente a la injusticia de leyes religiosas que marginan y matan.
Si en cada rincón del mundo hubiera una sola persona que trabaje y luche por la igualdad, la justicia y la solidaridad, no existiría tanto dolor y sufrimiento. Por eso me regocija saber de personas que se afanan y trabajan para que su gente tengan una vida menos dura… Gracias a Dios, estos ángeles guardianes en forma de mujer se encuentran en los rincones que más se necesitan… Me imagino lo que supone encontrarse en esos lugares donde las leyes y la cultura opresora contra la mujer las obligan a vivir con miedo y con la amenaza de la muerte.
Les cuento la historia de una mujer somalí, Mama Hawa, galardonada en el 2012 por ACNUR. La historia de esta mujer, que ejerce una labor inconmensurable, la conocí a través de internet. De nuevo nos encontramos con una mujer valiente, una mujer que lucha por mejorar la situación de las mujeres de su país. Al principio no comprendieron sus objetivos y la apodaron ‘la bruja’, pero ella no cejó en su empeño: trabajar por los derechos de las mujeres en Somalia… Hoy la llaman ‘mama’ Hawa y se ríe con fuerza cuando recuerda que, hace no mucho tiempo, la gente de Galkayo —al norte de la provincia central de Somalia— la llamaba ‘bruja’. Era la manera que tenían de reaccionar ante la mujer que a finales de los años 90 empezó a hablarles de cosas tan misteriosas para la cultura somalí como lo injustificable de la violencia doméstica o el drama de la generalizada mutilación femenina.
Cuenta que, cuando empezó en la región de Somalia los programas educativos y la campaña para empoderar a las mujeres y adolescentes, mucha gente decía que su único objetivo era imponer la cultura occidental, explicaba ‘mama’ Hawa, y que la inestabilidad le obliga muchos días a permanecer encerrada en su casa. «Sentían que había traicionado nuestra cultura y por eso empezaron a llamarme cosas», recuerda sonriente esta mujer somalí de 64 años.
Las cosas cambiaron rápidamente cuando las primeras mujeres y jóvenes de Galkayo empezaron a beneficiarse de sus lecciones y en cuestión de poco tiempo la ‘bruja’ dejó de serlo para convertirse en ‘madre’, como se llama en África oriental a las mujeres que instigan respeto. Cosas de la vida, Hawa es la versión árabe para Eva, la primera mujer de la humanidad, la madre de todas las madres. Pareciera que estuviera escrito hace mucho tiempo el destino de esta enérgica mujer que lleva más de 40 años defendiendo los derechos de sus congéneres.
Galardonada por Acnur con el premio Nansen del Refugiado 2012, con una dotación de 100.000 dólares, ‘mama’ Hawa ha visto la guerra de frente en muchas ocasiones. El estallido del conflicto civil somalí en 1992 le pilló con 42 años, cuando ya tenía media vida hecha y una carrera consolidada gracias a su trabajo en el Ministerio de Educación de Somalia.
Aterrizó en Toronto (Canadá) con lo puesto y con el estigma social que siempre acompaña al refugiado, pero decidió que no se quedaría de brazos cruzados. En el nuevo continente empezó a trabajar ayudando a la integración cultural de las miles de inmigrantes de la extensa diáspora somalí de Toronto, una de las mayores del mundo, convirtiéndose en lo que ella llama «trabajadora social».
Pero, ‘mama’ Hawa sentía que ese no era su lugar. «Veía las noticias en la televisión sobre Somalia y tenía la certeza de que mi labor tendría más utilidad en mi país, donde el sufrimiento era mayor», declara esta mujer, que a lo largo de su carrera ha trabajado con estudiantes, analfabetas, madres, refugiadas, desplazadas e incluso mujeres relativamente ricas en Somalia. Cuando le preguntan por su labor, ella responde en alto: «¿Cómo se puede dar poder social, político y económico a las mujeres sin educación? Sin educación estás muerto».
De nuevo en Somalia, en 1995 levantó los pilares para un centro educativo en la ciudad costera de Kismayo (importante puerto del centro del país), pero en 1999 las milicias invadieron la urbe y arrasaron con todo lo que había en el edificio.
Huyendo de la guerra acabó en Galkayo, donde lleva 14 años ofreciendo educación primaria, secundaria y para adultos de forma totalmente gratuita. Desde entonces, más de 35.000 mujeres y menores se han beneficiado de sus programas en un lugar donde ‘mama’ Hawa recuerda «se podría hacer mucho más si no existiera la inestabilidad permanente. Uno de los principales retos es la ausencia del imperio de la ley; el gobierno es muy débil. No existe ley ni orden», cuenta con preocupación.
Un vacío legal e institucional provocado por el conflicto continuado que ha convertido a los jóvenes somalíes en personas «sin referentes ni modelos sociales, sin aptitudes para la vida, sin oportunidades ni ambiciones», explica ‘mama’ Hawa, que lamenta «el elevado nivel de decadencia moral» que sufre su país, convertido en titulares internacionales debido a la piratería en sus aguas y a los radicales islamistas.
Con el objetivo de combatir el desencanto de las generaciones somalíes más jóvenes, ‘mama’ Hawa ha decidido invertir el dinero de Acnur en la construcción de un centro recreacional con instalaciones, como una biblioteca, y un centro deportivo además de un dormitorio para alojar a los desplazados que huyen de la violencia en la región meridional del país.
Gracias a Dios, no todos los ‘santos’ están en los altares, por el mundo hay miles que trabajan por mejorar la situación de precariedad en la que malviven millones de personas. Ese calor humano dignifica a los desprotegidos y olvidados por sátrapas sádicos y prepotentes que sin piedad oprimen a sus conciudadanos.
Me llena de regocijo saber de gente buena y generosa, sensible al sufrimiento de sus semejantes, y digo como dijo Will Roger: «Demos gracias a las personas que nos hacen felices, ellos son los encantadores jardineros que hacen florecer a nuestro espíritu».
Y siempre tan acertado, Paulo Coelho dijo: «El amor no está en el otro, está dentro de nosotros mismos; nosotros lo despertamos. Pero para que despierte necesitamos del otro», y «¿Cómo entra la luz en una persona? Si la puerta de amor está abierta».
Cuánta verdad. «La vida no está hecha de deseos y sí de los actos de cada uno», porque «Sólo el amor nos permite escapar y transformar la esclavitud en libertad».
Sí, el amor es el motor de todo lo bueno que acontece en el mundo. Gracias a tantas santas y santos, a gente que, como mama Hawa, dedican su vida y la arriesgan por dignificar la de otros; que luchan por la justicia, la libertad y el bienestar de los demás.
Fotografía: Oxfam International, cc.
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