domingo, 20 de marzo de 2011

Alzheimer igual a olvido

Una chica sueña profundamente.

Siempre es duro enfrentarse a la enfermedad, pero tiene que ser muy duro asistir al deterioro físico y mental de un ser querido, y ese ser querido siempre es una madre, un padre o la pareja.

Debe ser duro sobrellevar el dolor de ver que para tu madre eres un ser extraño, que ni te reconoce ni recuerda tu nombre. Acompañar a un ser querido en el declive que supone esa enfermedad, llega a consumir como si fueran sus propias vidas las que se van apagando.

Llamar, mamá o papá, y recibir como respuesta una mirada ausente, debe doler en el alma. No todos pueden aceptar que esa persona que fija su mirada en un punto perdido y te mira como un extraño, sea la madre que se desvivió por ti, la que te cuidó y te protegió durante toda tu vida.

Hay que tomar conciencia que ahora es una nueva persona que se incorpora a tu vida, aunque forma parte de tu vida, porque no ha dejado de ser quien es: tu madre. Su deterioro mental te llena de miedos, impotencia, enfado y desesperación y si te falta la paciencia, te acarreas sentimientos de culpa y remordimientos.

El cariño y el respeto no deben cambiar, aunque la relación está forzada a cambiar. Ella ahora es como una niña que necesita que la cuides y la protejas y hay que tener paciencia porque, en lugar de aprender está desaprendiendo, todo lo que sabía lo ha olvidado.

Según los expertos, el Alzheimer, en la que falla la memoria y que erróneamente se relaciona con la ancianidad —en realidad no tiene que ver la edad con la memoria— los trastornos cognitivos no están relacionados con el envejecimiento, en todos los casos constituye una anomalía y como tal debe ser tratada.

Tampoco tiene que ver esta enfermedad con las actividades que hayamos realizado, ni con nuestra capacidad de poder recordar todos los detalles de nuestro día a día. Hay casos que dicen que es porque se ejercita poco la memoria y eso lleva a una paralización neural, pero cuando ocurre en personas activas y creativas, profesionales que siempre han estado ejercitando su memoria para desarrollar su trabajo, no parece muy justo.

La enfermedad se manifiesta casi imperceptiblemente. Empiezan haciendo cosas raras, porque no es su modo habitual de comportamiento. Lo más común es no recordar dónde pone las cosas y te puedes encontrar las llaves dentro de la nevera. También pueden desorientarse y perderse con facilidad. No son capaces de saber y reconocer el punto dónde se encuentran, deambulan como buscando aunque estén junto a su casa.

En los inicios, los propios enfermos son los primeros en darse cuenta que algo les falla, pero tratan de ocultarlo y niegan sus despistes. Hay una fórmula para evaluar su memoria, basta con una serie de preguntas sobre la cotidianidad. Si se ven en apuros tratan de esquivar la situación, o derivan las preguntas para buscar las respuestas y salir airosos.

Es sorprendente comprobar cómo la enfermedad del olvido no se olvida de la niñez. Se olvida la juventud, bodas, hijos, pero la huella de la niñez queda grabada en el tiempo y será recordada con todo detalle: vivencias, juegos y canciones.

Yo mi niñez no sólo la recuerdo con todo cariño, sino que ahora mismo volvería a ser niña para revivirla de nuevo. La niñez es el tiempo más importante y hermoso de todo ser humano. Cuidemos y protejamos a los niños. Proporcionémosles los medios para que se desarrollen equilibradamente, con cariño y valores, con educación y disciplina, con alegría y juegos. La inocencia de un niño no puede ser manchada ni ultrajada por ningún infame desaprensivo sin que se castigue con cadena perpetua.

La memoria es una herramienta muy importante, imprescindible para seguir avanzando y progresando. Hoy, «la memoria» cada cual la utiliza como le interesa, se adorna acompañada con la palabra que define las intenciones de esa evocación:

«Memoria Histórica», como algo nuevo, aparece esa definición en un colectivo de personas que sólo les interesa una parte de la Historia, o la Historia que les hubiera gustado…
Para ser fiel y leal a la Memoria Histórica, a la Memoria de todas las Historias, hay que recordarla y conservarla en todos los detalles acontecidos: hechos y personajes. La Historia sucedió, no se puede tergiversar, ni inventar historias paralelas, eso es faltar a la verdad y faltar a la Memoria Histórica.

«Memoria de las promesas políticas» a ella apelamos los ciudadanos que confiamos en promesas. Palabras que en tiempo de campaña salen fluidas como gancho para seducirte, mejor dicho, para engañarte, y que luego se las lleva el viento.

«Memoria de las promesas matrimoniales» la entrega incondicional. Donde el tú y el yo desaparece y prevalece «el nosotros». Promesas de amarse respetarse en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad. Ser fieles, leales, sinceros, amigos que lo comparten todo. Para acrecentar el amor, verdadero motor de la pareja, hay que ser cómplices y confidentes.

«Memoria del pasado». Hay quien le aterra la memoria de su pasado por ser una memoria llena de locuras, desenfrenos, indecencias, que lleva implícito la desobediencia y la falta de respeto hacia los padres. Todo sufrimiento que un hijo ocasiona a sus padres denota una falta de sensibilidad y sentimientos de amor hacia las personas que le han dado la vida, que les cobija, les educa con disciplina y amor, les infunde valores y que se desviven por proporcionarles lo mejor.

Esa rebeldía gratuita descargada sobre las personas que no se merecen ese trato, al tiempo, cuando se toma conciencia, debe ser una carga insoportable de llevar, máxime si ya no tienes la oportunidad de reconciliarte con ellos. Lo peor es que vivirán con esa espinita y todo lo que pueda ser vía de comunicación con el pasado será despreciado y siempre suele recaer ese desprecio en un familiar cercano, testigo directo de ese tiempo que no quieren recordar, pero que nadie podrá evitar que le atormente, aunque quiera pasar página y aunque pretenda echarle tierra.

Los cargos de conciencia no dejan descansar, nadie puede pasar página, ni echar tierra sobre algo que está latente, porque ese temor no es más que un reproche hacia ellos mismos, una desaprobación a su comportamiento que su subconsciente juzga y no perdona.

«Haz las pases con tu pasado para que no te arruine el futuro».

«Entre el recuerdo y la memoria hay mucha diferencia: el primero es la depuración de la segunda».

Fotografía: Natalia, cc.

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