El drama que no cesa… La violencia machista no da tregua. Es lamentable como un día sí y el otro también nos llegan las crónicas negras teñidas de sangre, sumando muerte y más muerte de mujeres a manos de sus verdugos.
Es triste y conmovedor escuchar de boca de una mujer: «Nunca he podido decidir por mí… Primero bajo la autoridad de mi padre, después bajo la opresión de mi marido y ahora bajo la tiranía de mi hijo».
Conoces a un chico simpático, agradable, educado y poco a poco te vas enamorando de esa persona atenta y cariñosa que va conquistando tu corazón y sueñas con pasar el resto de tus días junto a él. Te casas ilusionada dispuesta a entregar lo mejor de ti: le entregas tu amor, tu alma y tu ser. No quieres más compañía que la de él y lo quieres compartir todo con él. Pero de pronto, esa persona va mostrando cambios. Su actitud, sus reacciones y modo de comportamiento alertan de que tu enamorado ya no es la misma persona y se convierte en un perfecto desconocido. Empieza a aflorar la fiera y se manifiesta la parte más inquietante y tenebrosa y se va apoderando de ti el miedo. Día a día te sientes más atrapada, más presa de su carácter amenazante y posesivo. Te vas quedando sin capacidad de reacción, débil y sin fuerzas para escapar de tu prisionero. Con la autoestima por los suelos no eres capaz de levantar la voz ni de delatarle. Tratas de ocultarlo y si algo se evidencia lo niegas. Es increíble, como un ser despreciable puede apoderarse de la voluntad y libertad de otra persona.
Creo que esto tiene que ser algo más profundo de lo que parece y quizás tenga que ver con el instinto primitivo que, desde el principio de los tiempos, el más fuerte es el que domina y vence.
Es verdad, que la humanidad forma parte del reino animal, pero racional, y después de millones de años, el instinto primitivo no ha desaparecido y está latente a pesar de los siglos de evolución y progreso y hoy se denomina «machismo».
Ese animal se activa y se alimenta del «más»… y de «mí». Yo soy el más macho, el más hombre, el más importante, el más fuerte, el más que sabe, el más que domina, el más que manda… Mi hembra, mi mujer, mi posesión, mi dominio, mi pertenencia… por eso dicen: «La maté porque era mía».
Lo más que asombra es que se pensaba que el machismo era producto de épocas pasadas de tiempos de patriarcado de opresión… y vemos como los jóvenes de hoy en día, criados en democracia, igualdad y libertad, matan por y con el mismo instinto primitivo de apropiación.
A veces se suele justificar dichos actos debido a que en la familia han vivido escenas de maltrato y copian e imitan lo que han visto. Yo creo que no siempre es así…creo que más bien sea algo genético.
Puede ser que hayan visto y sufrido maltrato y por ese mismo motivo, tras un razonamiento, no quieren que se repita ese sufrimiento. O también puede ser que sin haber sufrido maltrato los varones se muestran agresivos y violentos con el fin de amedrantar y someter a su víctima a las vejaciones y humillaciones más canalla. Tras esos monstruos sin alma, (el alma humaniza) no late las emociones ni vibran los sentimientos. Son personas inquietantes, con doble personalidad, que saben y pueden controlar y mostrarse en la calle, aparentemente, como un ser sociable y servicial, y nada más cerrar la puerta de su casa aparece la bestia temible, la que está al acecho de su víctima para a la mínima, descargar su furia animal, ya que según dicen ellos, la víctima tiene la culpa porque los provoca y lo enajena… Hay que ser malditos cínico y déspota.
Dios creó al hombre: varón y mujer los creó. El varón se ha adueñado de toda la fuerza y grandeza de la creación. Se ha adjudicado y apropiado de ser el «hombre»: «Yo soy el hombre, el rey de la creación». Claro… si eres el «hombre» eres lo más grande…
Cuando decimos, hombre, imprime valor y fuerza, sin embargo al decir, varón ya no tiene esa fuerza ¿verdad? Por tanto, pediría que seamos precisos y al varón, varón y a la mujer, mujer… y cuando digamos hombres sea para definirnos como un todo… humanidad, personas, gentes, población, ahí estamos todos, mujeres y varones, grandes y pequeños…todos.
No se puede tolerar que un varón someta a la mujer, la maltrate le pegue y la anule, cuando hemos sido creados para convivir y complementarnos.
A ti varón te pregunto: ¿Quién te engendró? ¿Quién te amamantó? ¿Quién te cuidó y protegió? Una mujer… tu madre ¿no? ¿Te sigues creyendo el único y el más importante sobre la faz de la tierra?
Aunque mucho se ha ido corrigiendo, todavía al día de hoy, en un país avanzado con un gobierno socialista, ¡aún hoy! la mujer tiene que estar reivindicando y levantando la voz, porque existen desigualdades e injusticias que es de justicia cambiar por ley. ¿Por qué la mujer a igual trabajo sigue cobrando hasta un 30% menos que los varones? Mucho bla, bla, bla… ¿y ese menosprecio, qué?
Tú... Mujer que has sido y eres
la esperanza, la alegría.
Eres la fuerza, el empuje,
el sosiego y la armonía.
Mujer, ante todo madre…
Con paciencia espera el día
que el varón que tú engendraste
diga: mujer, me has dado vida.
Esa mujer... que es tu madre…
trabajó desde nacida.
En silencio seca sudores.
No cobra jornal. Esclava herida.
El hogar sin ti, mujer,
No es hogar ni hay familia.
El pilar del hogar es mujer:
Esposa, madre, hija. Amiga.
No hay comentarios :
Publicar un comentario