jueves, 8 de octubre de 2009

Juncalillo


En la cumbre de Gran Canaria
existe un pueblo escondido,
con su gente sencilla y distinguida,
que se llama Juncalillo.

Enterrado entre montañas,
con una atmósfera de paz y tranquila,
surcado por sus barrancos
y sus típicas casas cueva.

Con sus diferentes barrios:
desde la Gloria a Barranco Hondo,
Andén, Vecindad, Gitana,
pasando por mi Tablado.

No hace demasiados años,
en esos tiempos en que llovía,
los barrancos eran como ríos
que ni cruzar se podía.

Años en que de la tierra
se sacaban grandes cosechas
de papas, millo, cebada,
trigo, naranjas o ciruelas.

Aún recuerdo esos tiempos
de prosperidad y bonanza,
había riqueza abundante,
vivían todos de la labranza.

Para las grandes recolectas,
plantar, trillar o lo que fuera,
se invitaban unos a otros
y se daban grandes comilonas.

Ahora es un pueblo vacío:
poca gente allí se queda
por no ofrecer futuro
 a una juventud inquieta.

Conservando sus costumbres
y sus fiestas populares,
San Isidro, Santo Domingo
con su Rama inolvidable.

La tierra no se trabaja
todo está abandonado y seco,
los estanques están vacíos:
el panorama no es bueno.

Pero así y todo, sus gentes
no han perdido las raíces:
tienen las cuevas preparadas
para volver si se encuentran tristes.

A cargarse de fuerzas e ilusión
para seguir en la lucha diaria,
soportar la ausencia, los recuerdos,
la nostalgia de su tierra amada.