lunes, 31 de agosto de 2015

El ‘Si’ del hombre

Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor
la han perdido y te culpan a ti.
Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,
pero también aceptas que tengan dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no incurres en el odio.
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.

Si puedes soñar sin que los sueños te dominen.
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo.
Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso,
y tratar a esos dos impostores de la misma manera.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver como se destruye todo aquello por lo que has dado la vida
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.

Si puedes apilar todas tus ganancias
y arriesgarlas a una sola jugada;
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón y tus nervios y tendones,
a cumplir con tus objetivos mucho después de que estén agotados,
y así resistir cuando ya no te queda nada
salvo la voluntad que les dice; ¡Resistid!

Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.
O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos pueden contar contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes llenar el implacable minuto,
con sesenta segundos de diligente labor:
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y —lo que es más— ¡serás un Hombre, hijo mío!

Rudyard Kipling.

sábado, 8 de agosto de 2015

El saco de plumas

Erase una vez un hombre que había calumniado a uno de sus mejores amigos sin más motivo para ello que la envidia que le tenía por el éxito que había conseguido con sus negocios. Tales fueron los infundios que lanzó sobre él que la ruina acabó pronto con su prosperidad. Pero el maledicente se arrepintió de lo que había hecho y fue a visitar a un sabio, al que le dijo:
Quiero arreglar todo el mal que le he causado a mi amigo. ¿Qué puedo hacer?
A lo que el venerable hombre le respondió:
Toma un saco lleno de plumas y suelta una allá por donde vayas.
Muy contento de que todo se pudiera arreglar de forma tan sencilla, fue soltando plumas y muy pronto el saco quedó vacío. Al día siguiente, volvió a visitar al sabio para avisarle de que ya había terminado, y éste le manifestó:
Eso era lo más fácil. Ahora tienes que volver a llenar el saco con todas las plumas que lanzaste al viento.
Salió de allí triste y desesperanzado, intuyendo lo imposible de su misión. Cuando regresó con el saco vacío, el sabio le dijo:
—Igual de difícil que juntar otra vez todas las plumas lo es evitar que el mal que hiciste siga corriendo de boca en boca. Lo único que puedes hacer es disculparte. Porque errar es de humanos y de sabios, pedir perdón.

viernes, 7 de agosto de 2015

Pidiéndole a Dios

Un niño de 10 años, descalzo y temblando de frío, estaba parado frente al escaparate de una tienda de zapatos.
Una señora al verlo se acercó al niño y le dijo:
—Mi pequeño amigo, ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?
La respuesta del niño fue:
—Le estoy pidiendo a Dios que me dé un par de zapatos.
La señora lo tomó de la mano y entraron en la tienda. Le pidió al empleado media docena de calcetines para el niño y preguntó si podía darle un recipiente con agua y una toalla. El empleado le trajo lo que pidió. Ella llevó al niño a la parte trasera de la tienda, le lavó los pies y se los secó. El empleado llegó con los calcetines. La señora le puso un par al niño, le compró unos zapatos, se los puso y en una bolsita le entregó el resto de los calcetines. Le acarició la cabeza y le dijo:
—Mi pequeño amigo… ¡No hay duda de que te sientes mejor ahora!
Cuando ella daba la vuelta para irse, el niño le agarró la mano y mirándola con lágrimas en los ojos le preguntó:
—¿Es usted la esposa de Dios?

jueves, 6 de agosto de 2015

Repostándote

Una vez un Sacerdote estaba dando un recorrido por la Iglesia al mediodía y se quedó cerca del altar para ver quién había venido a orar. En ese momento se abrió la puerta; el sacerdote frunció el entrecejo al ver a un hombre acercándose por el pasillo, estaba sin afeitar desde hacía varios días, vestía una camisa rasgada y tenía el abrigo gastado cuyos bordes se habían comenzado a deshilachar. El hombre se arrodilló, inclinó la cabeza, luego se levantó y se fue.
Durante los siguientes días el mismo hombre, siempre al mediodía, entraba en la Iglesia cargando una maleta, se arrodillaba brevemente y luego volvía a salir. El sacerdote un poco temeroso empezó a sospechar que se trataba de un ladrón, por lo que un día se puso en la puerta de la Iglesia y cuando el hombre se disponía a salir le preguntó:
—¿Qué haces aquí?
El hombre le contestó:
—Trabajo cerca y tengo media hora libre para el almuerzo y aprovecho ese momento para orar. Sólo me quedo un instante ¿sabe?, porque la fábrica queda un poco lejos, así que me arrodillo y digo: Señor, nuevamente vine para contarte cuán feliz me haces cuando me liberas de mis pecados… Yo no sé orar muy bien, pero pienso en Ti todos los días, así que, Jesús, éste es Jim repostándose.
El sacerdote sintiéndose un tonto le dijo a Jim que era muy bienvenido a la Iglesia y que viniera siempre que quisiera.
Cuando Jim se marchó sintió que su corazón de derretía del calor del amor de aquel hombre. Corrió ante el altar, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y repitió a Jesús la plegaria de Jim:
—Sólo vine para decirte, Señor, cuán feliz soy desde que te encontré a través de mis semejantes y te doy gracias porque me liberaste de mis pecados. Tampoco sé muy bien cómo orar, pero pienso en Ti todos los días y aquí estoy, Jesús, repostándome.

miércoles, 5 de agosto de 2015

Cuando vayan mal las cosas

Poema reflexivo de Rudyard Kipling.

Cuando vayan mal las cosas
como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino
sólo cuestas que subir,
cuando tengas mucho haber
pero mucho que pagar,
y precises sonreír
aun teniendo que llorar,
cuando ya el dolor te agobie
y no puedas ya sufrir,
descansar acaso debes
pero nunca desistir.

Tras las sombras de la duda,
ya plateadas ya sombrías,
puede bien surgir el triunfo,
no el fracaso que temías,
y no es dable a tu ignorancia
figurarse cuan cercano,
puede estar el bien que anhelas
y que juzgas tan lejano, lucha,
pues por más que en la brega
tengas que sufrir.

¡Cuando todo esté peor,
más debemos insistir!
Si en la lucha el destino te derriba,
si todo en tu camino es cuesta arriba,
si tu sonrisa es ansia satisfecha,
si hay faena excesiva y vil cosecha,
si a tu caudal se contraponen diques,
Date una tregua, ¡pero no claudiques!

«Porque en esta vida nada es definitivo, toma en cuenta que: todo pasa, todo llega y todo vuelve».

R.K.

martes, 4 de agosto de 2015

Los mejor remunerados

Había una vez un rey que quería ir de pesca, pero antes de salir llamó a su pronosticador del tiempo y le preguntó el estado del mismo para las próximas horas. Éste lo tranquilizó diciéndole que podía ir con seguridad pues ese día no llovería. Como la novia del monarca vivía cerca del río y, con intención de verla se vistió con sus mejores galas. Por el camino se encontró con un campesino montado en su burro quien al ver al rey le dijo:
—Majestad, es mejor que vuelva a palacio pues va a llover a cántaros.
El rey, ignorándolo, siguió su camino pensando:
Qué sabrá este tipo si tengo un especialista muy bien pagado que me dijo lo contrario. Mejor sigo adelante.
Y así lo hizo…, pudiendo comprobar quién era el sabio del reino porque, por supuesto, se cumplió el pronóstico del campesino y llovió torrencialmente. El rey se empapó y la novia se río de él al verlo hecho una sopa. Furioso volvió a palacio y despidió a su empleado, pero mandó llamar al campesino y le ofreció el puesto. Sin embargo, éste le dijo:
Señor, yo no entiendo nada del politiqueo, pero si las orejas de mi burro están caídas quiere decir que lloverá.
Entonces el rey contrató al burro.
Pues así fue como comenzó la costumbre de los jefes de Estado de contratar burros como asesores que, desde entonces, tienen los puestos mejor remunerados en los gobiernos.

lunes, 3 de agosto de 2015

El muro en la entrada de la cueva

Dicen que una vez un hombre era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. El hombre se escondió en una cueva. Los malhechores se acercaban y desesperado elevó una plegaria a Dios:
—Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la entrada para que no entren a matarme.
En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva y vio aparecer una arañita. La araña empezó a tejer una telaraña en la entrada de dónde él se encontraba.
El hombre angustiado volvió a elevar otra plegaria:
—Señor te pedí ángeles, no una araña. Ruego que con tu mano poderosa hagas un muro en la entrada para que esos hombres no puedan entrar a matarme.
Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada y observo como la arañita iba cubriendo la puerta con su telaraña.
Cuando llegaron los malhechores frente al escondrijo donde se encontraba, se sintió perdido y quedó esperando su muerte. Pero éstos viendo como una telaraña taponaba toda la entrada se pararon, aunque uno dijo:
—Vamos, entremos en esta cueva.
El otro contestó:
—¿No ves que hay telarañas? Hace tiempo que nadie ha podido entrar ahí. Sigamos buscando por las demás cuevas.

Tener fe y perseverar, porque para el que cree no hay nada imposible.