Según la definición de la RAE, es dirigir a alguien, al encontrarlo o despedirse de él, palabras corteses, interesándose por su salud o deseándosela, diciendo adiós, hola, etc.
El saludo es una forma cortés de encuentro entre personas. Se suelen usar, como saludo, expresiones que desean prosperidad, como buenos días, que incluyen alusiones religiosas (a la buena de Dios) o sencillamente con la interjección ¡hola, que tal! y otras expresiones familiares. Adiós significa ‘A Dios’ o que la persona esté con Dios.
No se sabe cuándo surgió el saludo pero antiguamente se usaba como táctica de no agresión: el gesto de la mano tendida y abierta demostraba que no se llevaban armas.
Los saludos tienen su propia peculiaridad enraizada en la identidad de cada pueblo y las formas y manera son tan diversas como las culturas:
Los egipcios: Inclinando el cuerpo y bajando una mano hasta la rodilla.
Los romanos antiguos: El brazo en alto con la mano extendida.
Los judíos: Inclinación de la cabeza y un abrazo.
Los americanos: Se estrechan la mano derecha.
Los soviéticos: Se dan tres besos en la mejilla (antiguamente beso en la boca, también entre varones).
Los japoneses: Inclinan la cabeza para evitar el contacto físico.
Los esquimales: Unen la nariz y la frotan.
Los maorís: Unen frente y nariz y presionan la nariz.
Los árabes: Se llevan la mano al corazón, después a la boca, a la frente y la elevan al aire.
Los franceses: Beso en ambas mejillas.
Los latinos: Un beso en la mejilla.
Los españoles de la península se dan dos besos en la mejilla y cuando vienen a Canarias se quedan cortados porque sólo damos uno. No hay normas, dar uno o dos besos depende de la persona. Tampoco son besos, se acercan las mejillas, porque los besos restallados los damos de verdad a quienes queremos, y como dice la canción: «…los besos de amor, no se dan a cualquiera…»
La sonrisa es, como sabemos, una de las reglas básicas de la cortesía y deberá acompañar siempre a todo saludo, excepto en aquellos casos en que demos la mano a una persona como expresión de duelo o pésame. Los saludos hablan por sí mismos. Un apretón de manos de una u otra manera, una mirada, un gesto, nos pueden dar muchas pistas sobre cómo es la otra persona, su estado de ánimo e incluso intuir las intenciones o pretensiones…
Nuestros mayores decían que «Más vale saludar de más que de menos». Con esto viene a decir que el saludo es un pilar básico en la educación y muy importante para las buenas relaciones. Saludar tiene un significado más allá de lo puramente social. Cuando saludamos a alguien nos estamos haciendo conscientes de su presencia, por eso, una de las mayores ofensas es negar el saludo, es una forma gestual de rechazarle, pero estoy segura que cuando se niega el saludo siempre hay de por medio un agravio, un mal entendido o una conversación pendiente. Nadie deja de saludar a un hermano, ni a un amigo si existe verdad y sinceridad, pero si a conciencia te hacen daño con calumnias y mentiras, y encima van de víctima, eso es imperdonable… En el cariño de hermanos no hay saludos, hay abrazos efusivos y apretados.
Los seres humanos nos comunicamos más inconscientemente de forma gestual que con el lenguaje. Transmitimos mucho más de una forma subliminal y eso, de alguna manera, se traduce en los gestos de lo que llamamos cortesía y, aunque ‘lo cortés no quita lo valiente’, ciertas circunstancias pueden impedir a una persona educada saludar a otra, sea conocido, amigo o hermano.
A mí cuando me dicen: «¡Fulanito no me saludó!», yo le digo «¿Y tú?» Pero si alguien te ha traicionado y le preguntas el por qué y no te da respuestas, y con toda sus malas intenciones sigue sembrando la discordia, manipulando la realidad de los hechos y chantajeando emocionalmente para llevarlos a su terreno, a ese tipo de personaje con dos caras, no es que le niegues el saludo, es que no le saludas y eso no es mala educación ni descortesía, eso es una medida saludable…
Dijo Waltari Mika: «En todo orden, el hombre honrado está destinado a llevar la peor parte, mientras que la picardía y la mala fe se apunta finalmente los tantos».
Uno de los saludos más multitudinarios y universales es la bendición ‘Urbi et Orbi’. Esta expresión (a la ciudad y al mundo) es la utilizada por los papas para referirse a Roma y al resto del mundo, bendición apostólica empleada en las grandes solemnidades. Actualmente, la bendición ‘Urbi et orbi’ la imparte el romano pontífice en la Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo y el Domingo de Resurrección. Además, al finalizar cada cónclave y después del anuncio por parte del cardenal Protodiácono de la feliz nueva de que ya hay papa, en la primera aparición del recién elegido Papa, desde el balcón principal de la Basílica de San Pedro, el nuevo pontífice imparte la bendición Urbi et orbi a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro y a todos los católicos del mundo.
A veces, los fenómenos que parecen acontecimientos malos, dolorosos o desagradables, son estados transitorios de algo que está mejorando y «lo mejor de ser sinceros y decir las cosas es que cada vez recibirás menos saludos hipócritas y sonrisas falsas».
Saludo a toda la gente de bien con corazón limpio y buenas intenciones; a esos que saben que: «Hacer todo lo que debes hacer, es mucho mejor que pasar el resto de tu vida deseando haberlo hecho». No hay nada peor que comprobar que personas allegadas a conciencia te hacen daño y encima son tan rastreras que pretenden que no lo tengas en cuentas ni pidas explicaciones, vanagloriándose de no tener problemas con nadie. El cinismo arrollador les lleva a decir: «¡No sé lo que le pasa, yo soy guay y me llevo bien con ‘todos’!» Claro, en ese ‘todos’ están los que son de su misma condición y la apariencia no cambia el fondo del mal que está arraigado en esos corazones. No se puede ser insensible y doblegarse a la hipocresía —cuando esa entre por tu puerta sal por la ventana—.
Bajo la insensatez y la torpeza nadie se aviene a recibir consejos que ayuden a reflexionar para cambiar actitudes desdeñables y vergonzantes. «Te ríes de mí porque soy diferente y yo me río de ti porque eres igual a los demás».
Aparentar no sirve de nada, mejor dar la cara. En la vida, tanto al saludar como en las relaciones, hay que actuar con naturalidad y autenticidad, como decía San Francisco de Sales: «No trates de ser sino lo que eres, pero hazlo perfectamente».
Fotografía: Grace Flora, cc.
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