viernes, 15 de febrero de 2013

Tres eran tres (II)

Una corona de flores.


Hubo un episodio muy fuerte por culpa del dinero. La madre de Nita guardaba en el ropero de su dormitorio dinero y lo tenía controlado en billetes grandes, tantos billetes sumaban tantas pesetas. A Nita —como era su casa y estaba en su casa— no se le ocurrió otra cosa que cogerle dinero. Para ello involucró a uno de sus hijos, el más atrevido se encargó de cambiar los billetes de cinco mil pesetas por billetes de mil, con lo cual el número de billetes eran los mismo, no así su cuantía con diferencia.

La viejita que vio al nieto trasteando, se armó de paciencia y revisó el dinero, dándose cuenta del cambio. Se lo dice a la hija y la hija al marido y la que se armó: gritos, insultos, reproches… Trataron a la abuela de loca y le daban empujones, tantos, que cuando Rita va a ver qué estaba pasando tuvo que levantar a su madre del suelo. ¡Pobre Rita! Qué dolor. ¡Qué momento más amargo y sin poder ni querer enfrentarse a su hermana y cuñado, aunque sabía que su madre tenía razón!

Apaciguado el mal momento, Rita con el alma en vilo, llamó a su hija Flor —que también le pasaba lo mismo que a su madre con su abuela: la apoyaba y la acompañaba, pero tampoco se enfrentaba a sus hermanos que tanto la hacían sufrir—. Cuando Flor escucha a su madre llorando y aun temblando por la tensión del momento, le dijo: «Tranquila, mamá, que ya voy a ver que ha pasado». Vivía a pocos kilómetros y apurada fue a escuchar y consolar a su madre. Flor sufría muchísimo por su madre, era tan buena persona que no se merecía tanto desatino de familia sin sentimientos.

Tras analizar la situación acordaron hablar con la abuela para dar solución a tan delicada situación. Como en casa de Rita eran muchos de familia y no disponía de una habitación libre, acordaron que en una Residencia de Mayores estaría bien atendida y las dos, Rita y Flor, la visitarían días alternos para sobrellevar el cambio. Casualmente, en la Residencia estaba una monja amiga de Rita. Flor fue y le expuso la situación. La monja vio que la desagradable situación de su amiga era delicada y prometió que le daría solución lo más rápido posible. Así fue, a las tres semanas llamó la monja diciendo que había una plaza vacante, pero, ya la abuela se acongojó y decidió quedarse aún sabiendo que su hija Nita y el marido no se lo ponían fácil. Contando con la constante presencia de su hija Rita a su lado, no le iba a faltar ni fuerzas ni cariño. Esto era un secreto entre las tres; la abuela, Rita y Flor…

El maltrato verbal continuaba pero Rita se pasaba el día bajando y subiendo escaleras para atender todas las necesidades de su madre. Atendía su casa y cuidaba a su madre con cariño. Por eso, cuando Flor oía a su tía Nita decir a alguien que cuidaba de su madre, la miraba y tenía que contenerse para no decir lo que realmente ella hacía con su madre. Otra cosa que indignaba a Flor era cuando Nita se jactaba de que su marido era el jefe de su cuñado —el marido de Rita—. Decía orgullosa: «Mi marido manda en mi cuñado…» Al oírla, a la sobrina le entraba ganas de decirle: «Tu marido en quién manda es en ti, no en mi padre. ¿Por qué no dices el miedo que le tienes?» Nita le tenía tanto miedo al marido que cuando se acercaba la hora de llegar del trabajo le entraba taquicardia, porque era un ‘animal’. Todo tenía que estar a su gusto, cuando él llegaba había que ponerle las zapatillas, y si la comida no estaba a su paladar se la tiraba, y si iba a misa y el sermón del Cura no le gustaba, se levantaba y salía.

Era todo un ejemplar, se lo hizo pasar mal a Nita y a sus hijos, tanto, que el mayor pensó en marcharse de su casa, pero la vida presenta oportunidades que pueden cambiar las situaciones desesperadas… Este ejemplar le decía a Nita que su familia no tenía clase pero la suya sí le daba prestigio. Nita ponía interés en aparentaba ser servicial. Estando su suegra postrada en la cama, si estaban las cuñadas, cada rato miraba a ver si tenía ‘caquita’, sin embargo la ropa interior de su madre la lavaba Rita porque a ella le daba asco. A lo mejor ese falso esmero con la familia política era forzado por el marido. También se dio el caso de estar en un Hospital dos sobrinas, Nita visitaba asiduamente a la sobrina del marido y no a su sobrina estando en la misma planta.

Ya indiqué que el marido de Nita era jefe, era lo que decían ellos, pero no, jefes eran otros. Él era encargado de un departamento con media docena de compañeros y por su mediación trabajaba con él el marido de Rita y éste se lo tiraba en cara; «si trabajas aquí es gracias a mí», que también, pero no. Si tú no cumples con tu responsabilidad nadie te quiere como empleado. Eso es lo que le decía Flor a su padre: «Papá, él le habrá buscado el trabajo, pero usted hoy trabaja porque defiende su puesto», y eso mismo le decía el marido de Rita a un pariente y compañero, el cual trabajaba por su mediación, cuando le decía, que gracias a él trabajaba: «No me des las gracias, tú trabajas gracias a que defiendes tu puesto». El cuñado ‘jefe’ se lo tenía tan creído que si un fin de semana alguien no podía hacer su turno, él lo solucionaba con el cuñado pero daba la orden por medio de la mujer. Nita, toda crecida, entraba en casa de Rita y se dirigía al cuñado: «Oye, no hagas planes para mañana… Dice mi marido que tienes que ir a trabajar porque a menganito se le presentó un problema». No quedaba otra…, el cuñado sacrificaba su día libre, que ni se lo pagaban ni lo recuperaba y esa semana se quedaba sin su día de descanso.

Un día que se dio esa circunstancia estando Flor presente y teniendo un plan familiar para el domingo, Flor le dijo a la tía que llamara a otro compañero, pero la tía dijo que no, que tenía que ir él porque lo había dicho su marido… Se estropeó el plan, pero Flor no quería más humillación para su padre. Hablaron con un amigo del marido y al poco tiempo tenía un nuevo puesto de trabajo. Eso fue celebrado con mucha alegría por los cuatro: Rita, el marido, su hija Flor y el marido, y eso sería un secreto hasta el comienzo de su nuevo trabajo. Como en ese momento estaba disfrutando de sus vacaciones, Flor llevaba al padre a su nuevo trabajo para que fuera mentalizándose y conociendo a sus nuevos compañeros. Estaba tan contento que deseaba que se le terminaran las vacaciones para presentar la carta de ‘Solicitud de Baja’ sin decirle nada a su cuñado-jefe, ni Rita a su hermana Nita, pero el destino le tenía preparado un cambio radical, el paso de la vida terrenal al sueño eterno…

Rita sin su marido se queda desolada, pero su hija Flor, aunque rota por la ausencia de su padre, vuelca en su madre toda su atención y cariño. Está pendiente de todas las necesidades: la acompaña, la apoya y le resuelve todas las contingencias. Se ocupaba y preocupaba del estado anímico y emocional… La hija se hace la fuerte para darle fuerzas a su madre, porque ella echaba mucho de menos a su compañero y se encontraba desbordada de situaciones que la sobrepasaban, tanto, que su cuerpo enfermó y la enfermedad sucumbió a aquella mujer valiente y valerosa. La enfermedad la fue consumiendo hasta agotar sus fuerzas, pero hasta el final de sus días estuvo pendiente de su anciana madre y, la madre tomaba conciencia de que su querida hija se apagaba ante sus ojos, y sin su hija ella estaría perdida. Así fue, Rita se durmió para siempre y su madre desamparada en su silla de ruedas moría de dolor y pena.

Entonces Nita hizo saber a sus hermanos que su madre le suponía mucho trabajo y necesitaba ayuda. Un hermano mayor (un buenazo del que se burlaban otros hermanos) se comprometió a echarle una mano, pero nunca pensó que su madre estuviera pasando un calvario por culpa de Nita. Al descubrir la realidad que vivía su madre, le faltó valor para enfrentarse a su hermana y contárselo a los demás y poner fin a aquel sufrimiento. Miraba a su madre y se le arrancaba el alma, y sin Rita se recrudeció el maltrato. Al hermano la situación de su madre lo desbordaba, tenía que contar lo que pasaba y el silencio lo rompió con su sobrina Flor, que echaba mucho de menos a su madre, sin ella no encontraba consuelo y era tanto su dolor, que poco le importaba el mundo.
Cuando el tío le contó lo que estaba viendo y el sufrimiento de la abuela, la sobrina le confesó todo lo sucedido y el por qué lo calló su madre. ¡Cuánto sufrimiento! Su hermana Rita tampoco pudo contar las cosas tan horribles, pero se desvivió por su madre proporcionándole las atenciones para que viviera lo mejor posible, y vigilando a su hermana y cuñado para que no se propasaran.

En esta historia, Nita involucró a otro de sus hermanos: siempre que tenía un conflicto lo llamaba para hacerle ver lo mal que se lo hacía pasar la viejita y él hacía la vista gorda… pero, el pobre hermano que estaba descubriendo en esos momentos algo tan doloroso y horroroso, se le hacía insoportable ver llorar cada mañana a su madre y escuchar todo el daño que le hacían cuando él no estaba. El tormento de la madre se volvió su propio tormento y su carácter introvertido lo ahogaba…

Continuará…

Tres eran tres (I).
Tres eran tres (III).

Fotografía: nnamlibra, cc.

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