domingo, 17 de octubre de 2010

Uno recoge lo que siembra…

Un niño plantando.


La expresión más famosa de la ley del talión es «ojo por ojo, diente por diente». Se refiere a un principio jurídico de justicia retributiva en el que la norma imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido, podríamos pensar que es el primer intento por establecer una proporcionalidad entre daño recibido en un crimen y daño producido en el castigo, siendo así el primer límite a la venganza.

En la antigüedad, multitud de ordenamientos jurídicos se han inspirado en la ley del talión, por ejemplo: si pegabas a tu madre te cortaban las manos… Con el tiempo fueron quedando sin efecto y se fue transformando en pena de resarcimiento económico y privativo de libertad. El cambio de esas normas primitivas se atribuyen al momento de transición jurídica que venía dada de los romanos, Rabinos, germanos… En la actualidad, en los países musulmanes aún se sigue aplicando «el ojo por ojo».

Donde esta ley «sangrante» queda manifiestamente sin efecto es en el cristianismo. Jesús de Nazaret frente a las ansias de venganza nos da las mejores lecciones de amor y perdón. En el sermón de la montaña recordó (Mateo 5. 38-39):
Ustedes saben que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». En cambio yo les digo: No resistan a los malvados. Preséntale la mejilla izquierda al que te abofetea la derecha…
La gente buena y que no quiere pleito suele obrar así. Esperan que se canse o que se den cuenta por sí solos de su mala acción, pero ¿qué pasa si te cansas y un día pretendes quitar la mejilla? Que no te lo perdonan y el daño que recibías sutilmente lo recibirás doblemente malintencionado, porque envenenados de ira pregonaran sus mentiras.

También, estando en el Huerto de Getsemaní cuando lo van a aprehender, uno de los que estaba con Jesús saca una espada para defenderlo, pero Jesús le dice: «Vuelve la espada a su sitio, pues quien usa la espada, perecerá por la espada».

Otro momento inconmensurable de Jesús es cuando está en la cruz y dice: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».

El ejemplo de Jesús nos estimula a imitarle y por eso, muchas veces tratamos de ignorar y de silenciar ciertos agravios, pero con el tiempo te das cuenta que aunque puedes tener aguante, el callar te puede perjudicar y el tiempo que pases sin manifestarte lo aprovecharan «los ruines» para enranciar las relaciones que parecían sinceras y sólidas y lo peor es que te ponen por delante una cara amable y por detrás parecen buitres que te despellejan viva.

Pienso que en estos casos hay que ser fuertes, prudentes y pacientes ya que el tiempo es sabio y pone a cada uno en su lugar. El tiempo no lo hace por venganza lo hace por justicia.

Siempre hemos oído decir: «No hagas lo que no quieres que te hagan» o «Lo que no quieras para ti no lo quieras para nadie». Una buena filosofía de vida. Esa actitud positiva nos aporta paz interior y sosiego en la conciencia.

Mi madre fue mi gran ejemplo, mi maestra, mi catequista… Es el espejo en el que me miro cada día. Sus testimonios y enseñanzas llevaban el sello del respeto a los valores que dignifican. Decía: «Haz bien y no mires a quien». Todo el bien que hagamos es poco, aunque la vida no siempre nos da lo que nos merecemos. La ética y moral debe estar presente en nuestra manera de actuar y proceder, sin esperar nada a cambio.

Como para darme a entender que la vida no se queda con nada y que tarde o temprano nos da lo que nos toca, tanto malo como bueno, me contaba la historia de un hijo:
Un día cargando a su padre a la espalda —harto de aguantar sus achaques de la vejez— lo llevaba a lo alto de una montaña para despeñarlo y matarlo. A mitad del camino se paró a descansar, sentado sobre una piedra su padre le dijo: «¡Hijo mío! Aquí mismo me senté yo cuando fui a enriscar a tu abuelo». En ese momento, comprendiendo lo que le esperaba, cargó de nuevo a su padre y regresó a su casa diciendo: «Mis hijos no harán lo mismo conmigo».
Sé de madres que fueron las mejores hijas y sin embargo, sus hijos la han llenado de tanta amargura y sufrimiento que han pasado la vida llorando y han muerto de pena, por eso digo, no siempre el pago se corresponde justamente.

«Siembra vientos y recogerás tempestades». Cuando alguien va por la vida malmetiendo y sembrando discordia y se vuelven contra ella, pensamos que tienen su merecido… Sin embargo es injusto cuando se ensañan en una persona buena que no se mete con nadie y que siempre está dispuesta a ayudar. Te sientes impotente cuando te das cuenta que se ha desatado contra alguien que no se lo merece una antipatía colectiva, (en los grupos se pierde la personalidad, el «corazón podrido» se encarga de que haya un pensamiento único). Aunque no entiendes nada, muestras comprensión y callas para no herir y para que no se dilate algo que ocasiona daño, lo malo es que tu silencio ha sido aprovechado por los malévolos para presentar sus mentiras como verdad. Tu cautela no ha sido valorada sino que ha sido aprovechada en beneficio propio para seguir infectando almas y atrofiando corazones… Tras estas malas maneras siempre se esconde la envidia, este mal no deja espacio a la reflexión, todo lo contrario, no deja aflorar sentimientos constructivos sino que hace que despierte el rencor, la ira y la venganza. Estos seres atormentados, amargados y llenos de rencor no viven en paz, porque ese rencor es fruto del reproche que sienten hacia ellos mismos, desaprueban su forma de ser y proceder y sin embargo, lo descargan contra la persona que creen que puede ser más admirada que ellos… Los malos confían en que nunca serán descubiertos pero, en la vida todo se llega a saber, por mucho que se quiera ocultar, todo saldrá a la luz. Siempre se ha dicho: «El que la hace la paga». Nada sale gratis.

Yo creo que muchas veces no hace justicia la frase «uno recoge lo que siembra» con la realidad. Son muchas las personas que reciben mucho daño y maldad, habiendo sido personas generosas, nobles y bondadosas, con una vida ejemplar e intachable basada en el orden, respeto, ética y moral. Personas de mirada limpia y sonrisa amable que devuelven bien por mal.

Sabemos que para justicia el tiempo y en todo existe una verdad y la verdad vencerá. La verdad nos hará libres…

No hay árbol que el viento no haya sacudido y el profundo reposo está dentro de uno mismo, gracias a que en la lejanía se vislumbra la esperanza, porque lo esencial es invisible a los ojos, sólo se ve con el corazón, y fiel a mi experiencia existencial y a mis principios no me dejaré arrastrar por las malas actitudes de los demás. Las relaciones de cualquier índole deben ser sinceras y sino, para mal acompañado más vale sólo, suerte que Dios no nos abandona… Sólo Dios, basta.

Los ríos hondos corren en silencio, los arroyos son ruidosos y no siempre todos recogen lo que siembran, pero el árbol no niega su sombra ni al leñador. La vida es un instante entre dos eternidades y los buenos hombres viven conforme a sus valores: Amor en el alma. Dios en el corazón… Arar, sembrar, esperar…

Fotografía: D Sharon Pruitt, cc. Desaturado del original.

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