El término cultura proviene del latín cultus que a su vez deriva de la voz colere que significa cuidado del campo o del ganado. Hacia el siglo XIII, el término se empleaba para designar una parcela cultivada, y tres siglos más tarde había cambiado su sentido como estado de una cosa, al de la acción: el cultivo de la tierra o el cuidado del ganado. En nuestros días se emplea en vocablos como agricultura, apicultura, piscicultura y otros.
La cultura es el conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad regula el comportamiento de las personas que la conforman. Como tal, incluye costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias. Desde la antigüedad se pueden encontrar metáforas que relacionan la práctica de algunas actividades con el «cultivo» del espíritu humano, y las facultades sensibles e intelectuales del individuo —por ejemplo, con el «cultivo» de la tierra, que es la agricultura; el cultivo fue el principio de la modalidad cultural—. En esta acepción se conserva aún en el lenguaje cotidiano, cuando se identifica cultura con sensibilidad. De esta suerte, una persona «culta» es aquella que posee extensos conocimientos en los más variados «campos» del saber.
La cultura no sólo tiene un aspecto social, también tiene un aspecto individual. Sobre la base de esos aprendizajes de la socialización, las personas vamos diferenciando, nuestros gustos, nuestros valores relativos, nuestra forma de ver la vida y nuestro propia escala de valores, aunque este último cambia con el tiempo y la sociedad.
Según García Márquez, «cultura, es el aprovechamiento social del conocimiento». Toda cultura se manifiesta en una sociedad, a lo cual cabe decir que sociedad es igual a la cultura.
La persona culta no es sólo la refinada que le gusta la música clásica, que tiene muchas carreras o habla muchos idiomas… Es la que se interesa por todo: naturaleza, artes, creencias, leyes, oficios, de cómo vive y convive el hombre, de sus tradiciones y progresos. Con principios, valores, educación y saber estar.
Hoy entendemos que la palabra «Cultura» nos habla de educación, literatura, arte, cine, música, teatro, pintura, televisión, ciencia, gastronomía, etc. Por eso la cultura de una sociedad se mide por la cantidad de actividad cultural puesta al servicio de la misma. Cuando en una ciudad te encuentras con que al año sólo puedes encontrar un Festival de Cine y que va a menos, un Festival de Música que va a menos, Danza, Ópera o Zarzuela a menos, esto en cuanto a eventos de envergadura, pero en cuanto a la ¡Cultura viva! Al movimiento cultural de diario ¿Qué ofrece la capital de Gran Canaria? Muy poco. Las Palmas de Gran Canaria no es una ciudad donde la cultura vibra, los actos culturales que se ofrecen son muy pocos. Las Instituciones no apuestan por la Cultura y por eso, las Áreas de cultura sirven para bien poco.
Lo que se mueve culturalmente es a nivel de unidad y apoyo entre los afines, aunándose en Asociaciones o Fundaciones. A nivel literario los escritores se unen para crear la plataforma que da forma al cómo, dónde y cuándo se abre una oportunidad a la posibilidad de poder publicar. Los libros se sueñan, se crean y hay que darlos a conocer para que los adquieran y los lean. Si no tienes una editorial que te edite, aunque estés asociado a un grupo, éste es un trabajo en solitario. Por eso la gente se mueve en silencio buscando su interés personal, aquí cada cual se busca su vida. Si tienes la suerte de tener un amigo en «los gobiernos», puede que te publiquen algún libro y sino, los autoeditas… Tú presentas tus libros, los distribuyes por las librerías y si al salir los llevas bajo el brazo puede que los vayas vendiendo…
En Canarias se necesita una industria del libro que los edite, promueva y distribuya y los haga llegar, como mínimo, a la península. En la actualidad existen muy buenos escritores pero, no se conocen porque los Organismos no se ocupan ni preocupan.
También los poetas se agrupan con el fin de compartir, acompañarse y apoyarse en su inquietud poética. En Gran Canaria no existen espacios, ni oportunidad para la poesía. Aunque haya un par de concursos poéticos, eso no es suficiente para promover, divulgar y despertar el interés por la poesía. Es necesario educar la voz que declama la poesía y el oído se acostumbre a escuchar versos.
La poesía necesita amantes que escriban, reciten y escuchen los versos, y para eso se necesitan espacios y oportunidad. Desgraciadamente, ni lo uno ni lo otro lo ofrece ni lo facilita los departamentos de cultura.
Las plataformas posibles se presentan en algunos actos, que casi siempre promueven los mismos poetas. Recuerdo que la poesía es cultura, ¡ábranle puertas! Igualmente pasa con la pintura y muchas otras disciplinas culturales que no encuentran apoyo, ni cuentan con lugares para expresarse.
En cuanto a espacios, a mí se me ocurre, que existiendo tantas salas de cine que se han cerrado ¿por qué esos espacios no se aprovechan para que la cultura tenga un lugar donde manifestarse abiertamente a diario y en sesión continua?
Unos espacios abiertos y dinámicos a disposición de las artes, donde la poesía, la música, el teatro, la danza y la pintura estén en constante ebullición. Un lugar de encuentro y expresión cultural. Lugar de puertas abiertas al pueblo para el pueblo y con el pueblo. Hay que crear plataformas de progreso y bienestar donde la oferta cultural abarque el amplio abanico de posibilidades para expresar y recrear las artes.
Es importante actualizar las ofertas existentes y crear nuevos espacios con programas de entretenimiento y ponerlos a disposición de la ciudadanía como medio de ocio, de esparcimiento, de crecimiento y enriquecimiento.
Las generaciones se suceden y la cultura se fortalece. Las artes de ayer y hoy confluyen viva en una corriente renovadora orientada hacia el futuro para que se conserve y preserven todos los tiempos. Gran Canaria tiene mucha historia, una historia peculiar por su territorio, su gente, su cultura, sus costumbres, su clima, su flora y su fauna. La tarea de cada generación es cuidar y proteger esta herencia perenne para que nuestra identidad y singularidad permanezca como un bien común a través de los tiempos y se conserve como un valor universal, pero con la particularidad peculiar de lo autóctono. Un pueblo culto es un pueblo invencible.
Fotografía: Bernard Laguerre, cc.
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