Como millones de niños en todo el planeta, a sus 7 años, Pablo estaba muy ilusionado porque en pocas horas recibiría la visita de Papá Noel. Cuando despertó en la mañana de Navidad y se acercó a revisar el calcetín que, a falta de árbol, estaba colgado en la pared, se puso muy triste al ver que no había ningún regalo para él.
Su padre estaba en el paro desde hacía mucho tiempo y con los ojos llorosos, no sabía cómo explicarle a Luis que ese año Papá Noel tampoco les visitaría. Se fundieron en un abrazo y el niño le preguntó:
—¿Papá Noel también se olvidó de ti?
—No, tranquilo, a mí me ha hecho un presente extraordinario, que eres tú. No estés triste, porque vamos a dar juntos uno de los mejores paseos de tu vida —respondió el padre.
Y así fue. Dirigieron sus pasos a un parque y allí pasaron todo el día, entre juegos y risas. Cuando regresaron a casa, Luis escribió una carta a Papá Noel pidiéndole que cada año le trajese lo mismo, disfrutar de la compañía de su padre sin mirar el reloj y olvidándose de todas las preocupaciones.
Cuando éste fue a darle el beso de buenas noches, leyó la carta y decidió que le dedicaría a Luis, su tiempo y su amor, cada día de su vida… ¡El mejor regalo del mundo!
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