Desde hace ya bastante tiempo, doy a conocer mis opiniones sobre lo que vivo, veo y siento. Todo fluye desde la reflexión más profunda y con la sensibilidad de las emociones dejo que hablen los sentimientos.
Sabemos que las opiniones son tan diversas y dispares como que cada cual tiene su propia opinión según le vaya o convenga, ahí, en la diversidad de criterios es donde está la riqueza del amplio abanico de contrastes para poder debatir y llegar a encontrar el punto más justo y adecuado a cada circunstancia.
Con lo que yo escribo se puede estar de acuerdo o no. Lo que sí tengo claro es que cada vez se hace más difícil compartir las opiniones porque estamos llegando a un punto que ya todo se confunde y pueden llegar a molestarse porque no digo, en modo y forma, lo que quieren que diga; en estos casos la reacción más recurrente es la descalificación para desmerecer la opinión. Te pueden tachar de ignorante o retrógrada, de exagerada o alarmista, aunque una esté hablando de la evidente realidad. Siempre habrá alguien que no le interesa que se hable de ciertos temas, porque la sociedad está sumida en un letargo placentero del «todo vale» y si despiertan, puede que se remueva las conciencias y podrían verse perjudicados los fines que se persiguen.
Llama la atención que este tipo de gente se la da de demócratas y tolerantes y hablan de libertad, pero de la suya, como un derecho propio, pero si pueden coartan la libertad de aquellos que a ellos no les favorezcan. Estas personas te las encuentras en todos los ámbitos sociales, desde la política hasta las relaciones laborales y familiares.
Si hablas mucho —da lo mismo que sean temas de vital importancia como de lo más trivial— te consideran sospechoso y tratarán de distraer ninguneándote y tratando de chorradas todo lo que dices… «Prefiero molestar con la verdad que complacer con adulaciones».
Yo, frente a todos estos condicionantes me renuevo a cada segundo. Renacer es revitalización que fortalece para poder afrontar las dificultades con nuevos bríos e ilusiones. Renacer al nuevo día es un renacer a la esperanza. Hay que renacer de cada dificultad porque sé que «aún con el hacha mellada puedo abrir un nuevo camino». Las flores renacen por primavera después de recuperar la fuerza y la energía durante un periodo adormecido; igualmente a nosotros nos llega la plenitud a través de la serenidad y el equilibrio que alberga en la paz del corazón, de los corazones sosegados y libres de rencores.
En el renacer de los años la vida se vive con más armonía, porque la edad te concede perspectiva y distancia, te ayuda a implicarte con objetividad nueva y todo cobra razón de ser, empiezas a vivir hacia dentro y en esa remontada encuentras el camino ascendente de la sabiduría que, junto al componente espiritual, te lleva a alcanzar la felicidad, ya que tienes la capacidad de controlar tu estado de ánimo y la felicidad no depende de la realidad, sino de la interpretación de tu mirada en la realidad.
Las personas estamos llamados a vivir en sociedad formando grupos diversos. Desde que nacemos formamos parte de un grupo, la familia, donde los lazos de consanguinidad mantendrá la unión fraternal incondicional. A medida que vamos creciendo vamos integrándonos en diferentes grupos: parroquiales, escolares, deportivos, laborales, etc. Los vínculos de grupos nacen por afinidad y empatía para compartir, acompañarse y apoyarse con un único propósito de trabajar por lograr objetivos y desarrollar actividades y proyectos para beneficio de la gran mayoría.
Lo malo viene cuando de un colectivo o grupo se forma un subgrupo para convertirse en una manada parasitaria y depredadora. No todos están dispuestos a entrar en conflictos y rupturas, pero los que sucumben a esa transformación son víctimas de su propia tragedia… Por ejemplo, un grupo de hermanos de buena familia se puede convertir en una manada despreciable, basta con que uno mire mal al otro, se cargue de malas intenciones y llevado por sus frustraciones y miserias, y corrompido por la envidia, rabia y rencor, trama derrotarle, y para dañarle hasta que le duela, tiene que armarse de una estrategia sutil y atrayente. Lo más inocente y convincente es ir de víctima y el chantaje emocional es el cebo más efectivo, no falla. Una vez que van cayendo en la trampa se va cerrando el círculo y como convertidos, se encierran en sí mismo y se parasitan, compartiendo el mismo sentir y palpitar, y sus mentiras las convierten en verdad verdadera. De esta gente no te puedes fiar porque te traicionan sin piedad, no razonan juiciosamente y los pensamientos envenenados los convierten en seres vengativos y peligrosos.
Su aparente estrecha relación se sostiene en un cariño enfermizo fruto del desprecio y, aunque no lo crean, se desprecian a ellos mismos, pero mientras, están actuando empujados y movidos por resentimientos y por miedo a ser expulsado de la manada, es más, para demostrar su total sumisión y entrega a la causa hacen méritos: inventan historias y manipulan palabras con tal de vomitar odio, porque el odio fomenta su unidad y si uno es malo, el otro quiere ser peor para estar a la altura, aunque a esa altura solo llegan los de la misma condición, ahí están siempre los que son… Lo triste es que a esto lo llaman amor de hermanos, y lo peor es que lo pregonan sin pudor porque no hay conciencia ni arrepentimiento… ¡Pobre manada parasitaria!
Ante situaciones de este tipo declaro que: «Los muertos que vos matáis gozan de buena salud», porque los únicos perjudicados en estos casos son los propios parásitos que terminarán devorándose entre ellos… En esta declaración de intenciones siempre hay una puerta a la esperanza y a un renacer.
Vivir por lo que vale la pena… La verdad y la sinceridad es el verdadero camino, lo falso se desintegra y se evapora.
El que odia y critica a una persona, sólo es porque no se aguanta ni a él mismo, por eso critica, porque sus frustraciones no las ha sabido canalizar y estalla el odio interno a sí mismo y lo descarga despiadadamente a ciegas.
En el viaje por la soledad de las personas te puedes encontrar con alguien que aún viviendo en grupo se puede encontrar solo, es ahí dónde se desatan los más bajos instintos que pueden germinar la endiablada necesidad de dañar a quien cree que es más feliz.
No entiendo que quien teniéndolo todo se sienta desgraciado. ¿Hacia dónde miras? Mírate dentro y si tienes un poco de paz, úsala y si no, trata de buscarla porque sólo con paz y desde la paz podrás renacer. Deseo que la paz renazca en cada corazón atormentado, para que resplandezca el amor de Dios y contemple el renacer de todo nacimiento… Ánimo, toma nuevas fuerzas y nace a un nuevo renacer.
Fotografía: Pietro Zuco, cc.
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