domingo, 19 de junio de 2011

La espiritualidad

La cumbre de una montaña entre nubes.

¿Qué se entiende por espiritualidad? Dependiendo del contexto que se use, puede tener diferentes significados. Primeramente se vincula con lo religioso, esa relación del hombre con un ser superior, Dios, para la salvación del alma. También desde el punto de visto filosófico nos presenta el dilema entre materia y espíritu, y la búsqueda del sentido de la vida.

Tratándose de Dios y el hombre, sólo existe el lenguaje de la espiritualidad. Dios es una realidad tangible para quienes creen en Él. La espiritualidad nos confirma nuestra herencia divina y la oración es el hilo conector para ver, oír y sentir la presencia de Dios, la universalidad de la Verdad y la Luz, el hálito del alma.

La persona espiritual se deja llevar por la voz de su alma, esa voz sólo se escucha en el silencio de la meditación. Decía Juan Pablo II: «No tengáis miedo. Abrid las puertas a Cristo. No tengamos miedo a la verdad… La verdad es la primera garantía de la libertad».

Tómate tu tiempo, escudriña en la Palabra y busca al Señor a solas. Búscale en la habitación secreta de la oración y mientras habitas en su presencia tus ojos se abrirán a la gloria de Cristo Jesús y obtendrás la revelación plena de amor, gracia y misericordia de Dios, y esos dones te harán fuerte e invencible. Búscale con todo tu corazón: «Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo. Dios no escoge a los capaces… Dios capacita a los escogidos».

Puede suceder que por elegir el camino recto vayan a por ti, esta gente son un peligro porque actúan empujados por sus rencores fruto de sus frustraciones y cargan contra los que ve felices. Dios está con nosotros. Moisés, convencido de la presencia de Dios en su vida, cuando habló cara a cara con Él, le dijo: «Si tu presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí» y Dios le contestó: «Mi presencia irá contigo, y yo te daré descanso». La humanidad entera fue creada para vivir en la presencia de Dios y la amistad con Dios no se logra sólo si vamos a la Iglesia, la amistad se desarrolla y fortalece cuando compartimos todas nuestras vivencias. Aparte de los momentos íntimos de oración, Él también quiere estar cuando comes, hablas, trabajas, estudias.

Conscientes de la espiritualidad en la acción: «El que pone a Dios en todo lo que hace, lo encontrará en todo lo que acontece». Recuerda, si tú le niegas, Él te negará. 
Quién olvida a Dios, no vive en su presencia, dejará de escucharlo y se aleja de la Luz de la Verdad. Sólo la verdad triunfa y para llegar a Dios, dice Jesús: «Yo soy la puerta».

Debemos estar alerta porque convivimos entre lobos hambrientos, esos falsos profetas que venden su alma al diablo, pero quieren arrastrar con ellos a la multitud… A los que se dejan. Cual necesario es estar dotados de valores, sensibilidad, ética y moral, eso a su vez nos capacita y aporta la sensatez y el raciocinio para poder discernir y procesar todo lo que vemos y oímos, para no dejarnos influir ni manipular y que nuestras respuestas surjan de nuestra libertad y no impuestas contra nuestra voluntad por falsificadores de la verdad.

Aléjate de los que a conciencia calumnian por hacerte daño, esos no tienen corazón, sólo quieren aplastarte y robarte tus sueños. Que pobre vivir en el mundo sin espiritualidad, la vida mundana no ofrece más que vanidad, hastío y vacío. Desde que nacemos tenemos seguro que aquí no nos quedamos, pues si sabemos que tenemos que marcharnos, estamos reconociendo que no somos ni pertenecemos al mundo, entonces ¿para qué aferrarnos tanto? Rodeados de la buena gente, vivamos la vida saboreándola sorbo a sorbo. Ni una lágrima por los que no son auténticos y los «pseudofamiliares» pierden su lugar.

Yo vivo en el mundo consciente de que soy ave de paso y disfruto de este tiempo volátil desde la espiritualidad… «Solo Dios basta». Vivo la vida doblemente, desde lo perecedero puedo trascender a lo infinito, a lo inmortal, a la eternidad.

Quiero versar a la vida
que me regala las flores,
la música de tambores
y el sonido del timbal.
Quiero ser feliz, no más.
Sin que nadie sufra y pene,
luciendo nevada sienes,
trasciende el hombre cabal.

Fotografía: Chris Walker, cc.

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